MARCOS ANTONIO RAMOS: LOS DOMINICANOS Y EL ESPAÑOL EN QUISQUEYA Y CUBA














LOS DOMINICANOS Y EL ESPAÑOL EN QUISQUEYA Y CUBA

Por Marcos Antonio Ramos*
De la Academia Norteamericana de la Lengua Española
Correspondiente de la Real Academia Española


            La Academia Dominicana de la Lengua (Correspondiente de la Real Academia Española) y la Fundación Guzmán Ariza Pro Academia de la Lengua merecen un reconocimiento especial, dentro y fuera del país, por la publicación del Diccionario del español dominicano, un esfuerzo que ha sido calificado como la “obra más emblemática y relevante publicada por la Academia desde su fundación en 1927”. Creo que otras personas, entre ellas mi viejo amigo el académico Don Roberto Guzmán, pueden referirse con mejores credenciales que las mías a tan importante noticia, pero no puedo dejar pasar la oportunidad de unirme a las felicitaciones.

            En conversación telefónica con nuestro Director en la Academia Norteamericana de la Lengua Española (Correspondiente de la Real Academia Española), Don Gerardo Piña-Rosales, que tanto ha hecho para que el idioma que hablamos españoles e hispanoamericanos ocupe el lugar que merece en Estados Unidos, le señalé la enorme satisfacción que debemos sentir y manifestar todos los que procedemos de Quisqueya o del Caribe por tan importante logro de la Academia Dominicana y sus colaboradores. Don Gerardo expresó entonces no sólo su alegría sino el gran respeto que siente hacia la Academia Dominicana y su Director.

            El ilustre Director de la Academia Dominicana, Don Bruno Rosario Candelier, a quien conocí hace años en la presentación de un libro en mi querida Moca, gracias a mi gran amigo y hermano Don José Rafael Vargas, ha hecho resaltar que el diccionario es el primer trabajo colegiado que aspira a recoger y definir las voces distintivas del español que han hablado y hablan los dominicanos. Todo eso conforme a los nuevos avances de la lexicografía. Don Fabio Guzmán Ariza explicó que “No todas las voces son dominicanas”, pero que los dominicanos “les damos un uso diferente”, añadiendo sobre las voces que contiene el diccionario que las mismas “nos identifican y nos definen como pueblo dominicano”.

            Pues bien, los aportes de los dominicanos a cuestiones del uso del idioma se remontan a otros períodos, sobre todo si se tiene en cuenta la vieja historia de Santo Domingo en defensa de su identidad como parte integral e importante de los pueblos de habla española. Un aporte que jamás podrá olvidarse en la vecina Isla de Cuba es la de Don Esteban Pichardo y Tapia, nacido en Santiago de los Caballeros en 1799. Como tantos otros dominicanos e hijos de dominicanos, Pichardo hizo una contribución a la cultura cubana y antillana con un libro notabilísimo. Me refiero a su Diccionario provincial casi razonado de voces y frases cubanas, con cuatro ediciones en vida de su autor (1836, 1849, 1862 y 1875).

            Fray José María Peñalver había propuesto en 1795 la confección de un diccionario provincial de la Isla de Cuba. En 1829 un ilustrísimo cubano hijo de dominicanos y gran patriarca de la cultura cubana en el siglo XIX, Don Domingo del Monte, comenzó la recopilación de cubanismos para un futuro diccionario que quedó inédito. Pero el primer diccionario de cubanismos que llegó a manos de los estudiosos fue el de Pichardo. No se puede escribir acerca del español en Cuba sin acudir a su extraordinaria y voluminosa obra.

            Recientemente, Don Carlos Esteban Deive, otro distinguido miembro de la Academia Dominicana, publicó un libro que no me cansaré de elogiar: Honor y Gloria: los dominicanos en la guerra de independencia de Cuba, obra fundamental sobre el tema. Es bueno que se continúe esa labor, a la que hice el modesto aporte de mi ensayo: “Hacia los Orígenes: Los dominicanos en la Historia de Cuba”. Es por ello que al descubrirme con respeto ante el nuevo diccionario, no puedo dejar de relacionarlo con un viejo aporte dominicano a mi país natal. Santo Domingo nos dio a nuestro libertador el Generalísimo Máximo Gómez y Báez y a nuestro eterno poeta nacional José María Heredia y Heredia (hijo de dominicanos), pero de una larga lista no puede excluirse a Don Esteban Pichardo y Tapia. Como cubano y dominicano que me considero no puedo dejar de emocionarme con estas cuestiones.

            La Comisión Permanente de la Asociación de Academias de la Lengua Española publicó en Madrid, en 1974, Los cubanismos en el Diccionario de la Real Academia Española, de Don Ernesto Dihigo y López-Trigo, que había sido Ministro de Estado (Relaciones Exteriores) de Cuba y Embajador en la ONU. Pero la obra que conocí en mi juventud en mi tierra natal como “el diccionario de Pichardo” preparó el camino para investigaciones de importancia fundamental.

            Y ahora el Diccionario del español dominicano, con todo lo que contiene de erudición y de contribución extraordinaria llega a nuevas generaciones de República Dominicana, el Caribe y la hispanidad toda y tanto la Academia Dominicana como la Fundación Guzmán Ariza merecen el mayor de los reconocimientos y la gratitud de todos nosotros. Me descubro con respeto y también con alegría ante la buena nueva que acabo de recibir desde Quisqueya.


*Dentro de unos días aparecerá un nuevo libro de Marcos Antonio Ramos: El Caribe, siempre el Caribe, y otros ensayos antillanos, publicación de la ANLE. 

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