Siro del Castillo: exilio, entrega y colores
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| Esta es la historia de Siro del Castillo, un cubano cuyo exilio ha girado en torno al exilio de otros miles de cubanos, y aún ha tenido tiempo de ponerle vívidos colores a su vida.Del Castillo es pintor. Sus obras se centran en estos días alrededor de portales coloniales, terrazas de azulejos, vitrales llenos de luz tropical. Pero sentado en una pequeña mesa de blanquísimo mantel en el Havana Grill, de Coral Gables, donde hay una exposición permanente de sus pinturas, Del Castillo representa también una parte de la historia del exilio cubano que no tiene que ver con el arte de la plástica, sino con el arte del cubano para escapar del comunismo.Del Castillo ha sido uno de los hombres que más de cerca ha vivido las vicisitudes del exilio cubano en su lucha por la libertad.Con su meticulosa modestia, se le puede escuchar responder cualquier día en cualquier parte preguntas sobre lo que representó la liberación de miles de presos políticos de las cárceles castristas en 1979, el puente marítimo Mariel-Cayo Hueso en 1980 y la crisis de los balseros cubanos en el verano de 1994.Y es que, en cada ocasión, Del Castillo se convirtió en una pieza vital para que la llegada de esos cubanos a la libertad fuera menos traumática. En septiembre de 1979, Del Castillo fue parte del equipo que ayudó a recibir y ubicar a casi 3,000 ex presos políticos cubanos con sus familias. En el verano de 1980, Del Castillo estaba en Tamiami Park ayudando a reubicar en tierras de libertad a los 125,000 cubanos que llegaban por el Mariel.En aquella ocasión, Del Castillo se convirtió en el primer director de campamento de detención de Krome, entonces utilizado como lugar de procesamiento para los más de 400 refugiados que diariamente pasaron por allí.¿Cómo ve hoy el Mariel en el contexto de la historia del exilio cubano? ``Muy traumatizante para la gente que vino y para la que ya estaba aquí'', dice. ``Pero esta comunidad sobrevivió la llegada de esos 125,000 gracias a los que estaban aquí y a los mismos refugiados''.En el verano de 1994, una vez más, 25,000 cubanos se lanzaron al mar desesperados huyendo del castrismo. Cuando Estados Unidos decidió que primero irían a la Base Naval de Guantánamo, Del Castillo se convirtió en el enlace entre los balseros y los militares.Meses después, cuando los 25,000 venían a Miami, Del Castillo estaba con el programa del United Way orientándolos en el nuevo país. Del Castillo, de 54 años, nació en el barrio habanero de Guanabacoa en Cuba, y este año cumple 25 desde que abandonó la isla. Allí cumplió tres años de prisión por ``delitos contra los poderes del estado y estragos''.Hoy, Del Castillo es miembro de la Comisión de Derechos Humanos Demócrata Cristiana. Esta semana viajará a Ginebra, y entregará el informe anual de esa organización para que miembros de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, embajadores, y activistas de derechos humanos de todo el mundo conozcan las condiciones de esos derechos en la isla.Este año no tuvo que hacer lo que hizo en 1994. En esa ocasión pintó y vendió sus cuadros para obtener fondos para imprimir y distribuir ese informe de casi 400 páginas.Y es que sus portales, sus vitrales y todo esos colores que ellos encierran, son también una parte vital de la historia del exilio cubano.Copyright © 1997 El Nuevo Herald |
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