MARCOS ANTONIO RAMOS: EE.UU, la muerte de un partido
NUESTRA OPINIÓN - 15 de octubre de 2013
MARCOS ANTONIO RAMOS EE.UU, la muerte de un partido |
El Partido Republicano de Estados Unidos no ha muerto. Tampoco morirá literalmene en las próximas décadas. Ha sobrevivido momentos muy difíciles en la historia. Pero el movimiento político al que pertenecieron en el pasado medio siglo Dwight D. Eisenhower, Richard M. Nixon, Gerald Ford y George Bush (padre) pudiera hacerlo sólo en el nombre y el recuerdo. Con todo y su condición de gran figura del conservadurismo de su época, Ronald Reagan supo negociar con el “Speaker” o presidente demócrata de la Cámara de Representantes “Tip” O’Neal y otros líderes opositores. En muchas ocasiones logró la aprobación de medidas y leyes que fueron finalmente aceptadas por muchos de sus adversarios. Hasta la pasada administración de George W. Bush parece ahora como una fuerza relativamente progresista del pasado. Claro que el predecesor de Barack Obama se caracterizó por su conservadurismo y por las guerras, sobre todo el sangriento conflicto en Irak, pero aquel primer mandatario estaba dispuesto a buscar soluciones en asuntos de inmigración y mantuvo abierta la linea de comunicación con sus oponentes, al menos en asuntos esenciales. Trasladándonos a la actualidad, una minoría de senadores y representantes de un grupo conocido como “Tea Party” (movimiento interno dentro del republicanismo) han causado en los días pasados una tremenda confusion, paralizando parcialmente el gobierno y negándose a aprobar los fondos correspondientes al nuevo programa de salud pública (Affordable Care Act) aprobado por el anterior congreso, firmado por el Presidente y declarado constitucional por la Corte Suprema de Justicia. También juegan con el pago de la deuda, lo cual es vital para la economía nacional e internacional. Han llegado a amenazar con no aprobar el presupuesto paralizando parte de la fuerza laboral del país. De hecho no se había llegado a un acuerdo adecuado al redactarse este artículo.
No se trata de defender al jefe del Estado, que en algunos aspectos pudiera dejar bastante que desear, como afirman sus críticos y hasta algunos de sus amigos, ni tampoco me propongo ofrecer apoyo incondicional a su plan de salud, bautizado popularmente como “Obama Care”, pero la actitud abiertamente negativa de la mayoría republicana de la Cámara, unida a cualquier deficiencia de la Casa Blanca o de la mayoría demócrata del Senado, ha sido de una irresponsabilidad y un partidarismo tales que ha provocado un descenso aún mayor de popularidad al partido del elefante, como se le denomina aquí al Partido Republicano, también conocido como GOP.
En la política estadounidense, como en la de tantos otros países, todo es posible. Es más, quizás los republicanos recuperen en el 2016 la Casa Blanca, algo que la mayoría de los observadores serios duda con inesperada intensidad, pero de no realizarse cambios sustanciales en la forma de operar de ese partido y sobre todo si no se consigue hacer desaparecer la imagen actual, lo único que pudiera esperar al gran partido es ascender a “cumbres borrascosas”, como en el título de la novela de Emily Bronte. Un observador bastante favorable al republicanismo me decía hace unos días que si la ex secretaria de Estado Hillary Clinton decide aspirar en el 2016, lo cual indicaría también que la salud le acompaña, su triunfo estaría asegurado. Una cosa es obtener mayoría en la Cámara baja, debido al irregular y polémico con que se dividen los distritos electorales para ese organismo y otra es obtener mayoría en el voto popular y en el algo errático Colegio Electoral integrado por compromisarios.
Llegué a Estados Unidos cuando era muy joven y he vivido bajo una decena de administraciones. Años después, ya comentaba sobre política nacional en periódicos de habla española y colaboré por años con una firma que distribuía mis artículos en otros países. No era fácil la labor, pero combiné mis investigaciones para impartir clases de historia de Estados Unidos y América Latina con la lectura diaria de una serie de materiales disponibles sobre política y elecciones. Cada cierto tiempo ocurría un escándalo, se producía un incidente desagradable en el Congreso, arreciaban las críticas a un presidente o su partido, pero el grado de partidarismo exagerado ha llegado a crear una negatividad increíble. En Estados Unidos se viven ahora una polarización sin precedentes.
Como hispanoamericano, específicamente antillano, me dolían comentarios sobre “repúblicas bananeras”, entre otras razones, por los sistemas politicos de la región. Basta ahora con contemplar por televisión discursos y conferencias de prensa para comprender hasta que punto se ha descendido aquí, a pesar de tanto progreso, libertad y adelantos. Los republicanos no son los únicos culpable. Muchos comentaristas de tendencia o militancia demócrata comparten la culpa y el Presidente no es quizás el mejor mediador disponibles, pero llueven los comentarios desatinados y las expresiones hirientes.
SI bien es cierto que queda pendiente el gran tema inmigratorio, el país sólo puede perder en caso de no aprobarse a tiempo el presupuesto y enfrentarse el pago de la deuda en forma razonable. Si se trata de cuestión de principios puede comprenderse la actitud de la mayoría cameral y justificarse la firmeza de la posición presidencial, pero hay realidades que no pueden olvidarse. Para tener vigencia y penetración efectiva en el gobierno un partido tiene que ganar, no sólo la mayoría de una de las cámaras sino la Presidencia del país. La lista de adversarios del Partido Republicano ya era bastante larga: los partidarios de los derechos de la mujer, las minorías hispana y afroamericana y los liberales. Ahora se les han ido sumando a los demócratas los que no tienen seguro médico y esperan a tenerlo con el nuevo programa, los de otra preferencia sexual y aquellos que dependen, por su trabajo, de la aprobación del presupuesto. En cuanto al voto hispano, sólo un milagro les haria alcanzar mayoría en esa enorme comunidad, la que más crece en el país.
Insisto en que la culpa es compartida y los errores abundan en ambos partidos, pero tal parece que el sector más a la derecha del Partido Republicano, al ejercer presión sobre el “speaker” cameral para conseguir sus propósitos lo hace en forma desatinada, haciendo así que la población entienda que el partido lo controla un pequeño grupo de activistas considerados por muchos como radicales, xenófobos y fanáticos religiosos. Al escribir este artículo había esperanzas de solución. En cualquier caso, no le hacen un buen servicio a su partido los que pudieran provocar su muerte, al menos en cuanto a su capacidad de regresar a controlar el poder ejecutivo federal. Pudiera afirmarse, por un amplio sector internacional de opinión, que el sistema estadounidense de gobierno, que ha durado mucho tiempo y ha funcionado en aspectos fundamentales, no ha dejado de estar constituido simplemente por las dos alas del capitalismo imperante, pero representa la forma en que se ha gobernado el país más poderoso y próspero de los últimos tiempos. De continuar el estancamiento en la aprobación del presupuesto y del límite de la deuda la economía norteamericana sufriría un daño casi irreparable que repercutiría sobre la economía mundial, y sobre todo incidiría negativamente en nuestra region caribeña.
Retomando el tema inicial, el país necesita que los dos partidos con posibilidades de triunfo atraigan votantes de todos los sectores de la sociedad y coincidan al menos en preservar el crecimiento económico y atender las necesidades de la población con menos recursos, como sucede en la cuestión del cuidado de la salud. Lo contrario significaría, en la práctica, la muerte de uno de esos dos partidos.
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