Rajoy regresa al planeta de los simios

Humberto J. San Pedro
Editor General
MIAMI, 22 de abril de 2012

Tengo que confesarles que mi domingo no comenzó bien. 

Me vi obligado a faltar al sagrado desayuno dominical en Sergio´s... Desayuno al que asisten próceres ilustrisimos, eponimos pensadores, periodistas egregios, políticos, lideres lasallistas, hombres buenos todos (esa especie en extinción)...

Desayuno en el que, además de disfrutar de la excelente cocina del lugar y del exquisito trato del staff que nos atiende, nos cargamos de energía positiva para afrontar la semana que comienza.

La perspectiva de "cojear" la semana completa por la falta de combustible de alto octanaje me tenía al borde de la depresión. Había perdido toda esperanza de encontrar consuelo.

Pero Dios, todo amor y misericordia, me envió la gasolina que necesitaba. Y me la envió en forma de un escrito del periodista español, cordoves para ser más exacto, Lucas León Simón, que tengo el gusto de compartir con ustedes:

Rajoy regresa al planeta de los simios
El insomnio le ganaba la batalla al cansancio. Los titulares del día martilleaban en mi cerebro, y, quizás en mis hígados. El intacto trasunto de la realidad me producía una terrible desazón. En la frontera onírica, aquella que tan bien describió el rey-poeta Al Mutamid, resbalaban las pesadillas.
Veía la estatua de Las Cibeles inclinada y medio hundida sobre un lodazal de decretazos, medicamentazos y matriculazos. Alguien, con la misma cara de Charlton Heston gritaba: ¡Yo os maldigo a todos! ¡Os maldigo!
En el violeta y azul de la noche me di cuenta. El gobierno del PP, nos había hecho regresar al planeta. Al de los simios. Rajoy, huyendo por un garaje, era el gran simio. Y allí estaban sus monos, y sus monas, armados de decretos, reduciéndonos a esclavos. Sin derecho al trabajo, a la sindicación, a la negociación colectiva, a la huelga. Sin medicinas, sin escuelas, sin pensiones. Reprimiendo y criminalizando las protestas, con un ejército de monos policías, comandados por el gorila Fernández.
Y la mona Soraya, y la chimpancé Esperanza y la monita Mato, morena de rayos UVA y subida a un Jaguar. Jadeaba en blanco y los monos me acosaban. Atacaban mi pensión, mordían las matriculas de mis hijos y me robaban la cartera. Era el terrorismo institucional de los monos en el poder. La drogadicción a causar el mal ajeno. Y los oía en sus declaraciones a una televisión intervenida por el titi Urdaci: ¡Si solo son cuatro cafés!
En carne viva. Los simios lo controlaban todo. Ponían condenas de cuatro años a la calavera de Gandhi, compraban arsenales de pelotas de goma y blindaban el acceso a los ayuntamientos, al ejemplo de Nieto, el monito cordobés. Y esta marabunta de simios nos devoraba.
Unos llevaban tatuada la cruz gamada y otros, directivos de un club de monos, querían pasarse a cuchillo a todos los sindicalistas y a los que se atrevieran a hacer huelga. La cultura consistía en convertir su violencia en folclore, la estafa de crisis y su ocupación del poder en una coartada para acabar con todos los derechos.
Entre patrulla y furgón policial, acerté a ver al gran simio Rajoy, en una visita oficial a Bostwana, declarar abolida la Constitución y proclamar el estado de sitio simiesco. Solo los monos, los simios como él, tendrían derecho a la vida, las pensiones y las medicinas gratis.
Antes de despertarme, sobresaltado, vi una gran llama de esperanza, con Rajoy huyendo en busca de su garaje, La Moncloa, comenzaba a arder.
Ya despierto, no paraba de gritar: ¡Monos de mierda, yo os maldigo!

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