MARCOS ANTONIO RAMOS: Un Congreso excepcional y noticias desde Puerto Rico


Allí compartimos católicos y protestantes, teólogos latinoamericanos junto a ciudadanos norteamericanos y europeos como mis hermanos españoles y el erudito holandés Hans de Wit. Nos rodeaban puertorriqueños a quienes considero, como cubano y dominicano, como compatriotas. Todos ellos conviviendo como personas civilizadas: independentistas, estadolibristas y estadistas, con una u otra tendencia, pero buenos antillanos. 


San Juan.- A pesar de problemas económicos que comparte en este difícil período con el resto del planeta, el país ha avanzado considerablemente, como lo revelan las estructuras que se siguen edificando en la capital puertorriqueña, el alto número de visitantes extranjeros y el énfasis cultural en la tierra natal de don Eugenio María de Hostos. El Congreso Internacional de Teología, iniciado el 18 de abril en el Recinto Metropolitano de la Universidad Interamericana de Puerto Rico, que cumple 100 años de fundada, ha sido uno de los acontecimientos más importantes dentro de los estudios teológicos que se haya celebrado en cualquier país de habla española.

El doctor Angel Vélez Oyola, académico nacido en Caguas, Doctor en Historia de América con título “suma cum laude” por la Universidad de Sevilla y teólogo laureado con grados postdoctorales y doctorados “honoris causa” es el director de la Escuela de Teología del Recinto Metropolitano de la Universidad Interamericana fundada en 1912. El doctor Vélez, a quien considero como un verdadero hijo, me había informado con antelación acerca de esa actividad, a cuya preparación dedicó, junto a otros colegas, gran parte del tiempo. He admirado la dedicación de Angel a preservar la identidad de la nación puertorriqueña. Le agradezco especialmente el título que escogió para su introducción a uno de mis libros: “Prólogo puertorriqueño para un libro antillano”. 

Son muchos los que felicitan desde muchos países al Presidente de la prestigiosa casa de estudios, una de las universidades privadas más grandes de América. Me refiero al licenciado Manuel J. Fernós, con su larga lista de contribuciones a la cultura e ilustre miembro de una de las más distinguidas familias de Puerto Rico. Es hijo de don Antonio Fernós Isern, el eximio “arquitecto del Estado Libre Asociado” como le llamó don Luis Muñoz Marín en un discurso memorable, como aquel en que don Luis proclamó que “ningún cubano es extranjero en Puerto Rico”, algo que, independientemente de posiciones políticas, no podemos olvidar los nacidos en Cuba. 

La feliz iniciativa del Congreso de Teólogos fue apoyada con entusiasmo por la Junta de Síndicos presidida por el licenciado Luis A. Plaza. Entre esos síndicos se encuentra el noble clérigo, puertorriqueño y cubano, el reverendo Juan José Pérez, uno de mis grandes afectos.

El Recinto Metropolitano tiene como su magnífica rectora a la profesora Marilina Wayland, una de las grandes educadoras del país, que dio la bienvenida a los participantes y demostró su inagotable capacidad de trabajo al igual que el Vicepresidente reverendo Norberto Domínguez, figura de gran simpatía, Domínguez presidió el Comité Organizador con la muy apreciada doctora Ileana Vargas, el culto doctor Rafael Hiraldo Román y el propio Vélez

Como dejé entrever al principio del artículo, esta nueva visita a Puerto Rico me permitió comprobar que, a pesar de graves problemas como la crisis creada por el desempleo tanto en la Isla como en el continente y el mundo, y por otras complicadas cuestiones tanto económicas como políticas y sociales, como la interminable cuestión del “status”, la hermana Antilla continúa recorriendo la ruta del progreso y la cultura. Unos pocos años de ausencia de tan amada tierra me habían impedido comprobar personalmente los últimos datos disponibles sobre el más reciente crecimiento y el constante desarrollo urbanístico de la preciosa ciudad de San Juan y su zona metropolitana. 

El noble pueblo puertorriqueño demuestra cada día el enriquecimiento cultural de sus instituciones de enseñanza superior como la Universidad Interamericana y sus numerosos recintos a lo largo y ancho del territorio insular. Es cierto que muchos puertorriqueños, cientos de miles de ellos, se están radicando entre nosotros, es decir, en el estado de la Florida, contribuyendo al mismo en forma gigantesca, pero a pesar de la salida de tantos compatriotas de grandísimo valor, los que permanecen en su tierra natal siguen demostrando su compromiso con el progreso, a la vez que nos ofrecen un incomparable ejemplo de lealtad a su cultura y de defensa de su identidad hispánica, como lo reconocieron en las reuniones hasta teólogos tan distinguidos procedentes de Nuestra Madre España, los doctores Pedro Rodríguez Panizo y Pedro M. Fernández Castelao, profesores de la Pontificia Universidad de Comillas de Madrid. Me comentaba el Padre Rodríguez Panizo que ni siquiera Colón en los escritos sobre sus viajes pudo describir plenamente la belleza de las aves y la esplendorosa vegetación de la Isla, tan admirada por el Descubridor.

La admiración despertada en el notable teólogo y conocedor de tantas materias por su visita a El Yunque es comparable a la impresión altamente positiva recibida en el Congreso tanto por él como por su antiguo alumno y actual colega el doctor Fernández Castelao, gran autoridad reconocida en Antrología Teológica. Menciono específicamente a estos grandes amigos para reconocer el mérito interconfesional de esta Universidad, fundada por misioneros presbiterianos, que abre sus puertas a eruditos de diversas procedencias religiosas.

La importancia del desarrollo de la teología en los pueblos de habla española quedó demostrada con los nombres de los teólogos y otros eruditos participantes, como los doctores Luis Rivera Pagán, José David Rodríguez, Hosffman Ospino, Alvin Padilla, Agustina Luvis Núñez, Ismael García, Edilberto López, Felipe Martínez, el Padre Jorge R. Colón, Pablo Jiménez, Rafael Hiraldo Román, Jorge Padilla, Carmén J. Pagán, Elba Irizarry Ramírez, Guillermo Ramírez, Michael Domenech del Pilar, Arelis Cardona, Sarah González. Detrás de esos nombres y los de otros colegas están doctorados y altos grados académicos de las principales universidades de América y Europa, libros publicados en todos los continentes y un fabuloso millaje internacional en las principales reuniones teológicas y de estudios religiosos del universo.

Por razones ajenas a su voluntad no pudo estar presente la gran amiga y eminente teóloga católica cubana Ada María Isasi Díaz, pero pude reunirme nuevamente, en este congreso teológico, con otro gran amigo, correligionario y compatriota de la doctora Isasi Díaz, el doctor Fernando Segovia de la Universidad de Vanderbilt, una verdadera autoridad. Nos acompañó en el viaje y en el congreso una gran promesa de la teología el joven reverendo Frank Figueroa.

Un momento muy especial para mi, en lo personal, fue responder a una conferencia del eminente historiador y teólogo puertorriqueño de fama internacional, doctor Luis Rivera Pagán, cuyos libros me han guiado a través de los años en materias puertorriqueñas y antillanas, como los del doctor Samuel Silva Gotay, amigo a quien tuve el privilegio de abrazar en los pasillos de la Universidad. Con Rivera Pagán trabajé de cerca en tres sesiones. Al doctor Pedro A. González, historiador notable, le escuché una formidable conferencia sobre los orígenes del Protestantismo en Puerto Rico y el estilo historiográfico entre los protestantes de la Isla, temas que he cultivado a través del tiempo. En el congreso conocí a la doctora Luce López Baralt, una de las más altas autoridades en misticismo y en la relación entre creencias religiosas de Oriente y Occidente y cuyo expediente académico incluye conferencias en infinidad de países, entre ellos los del Cercano y Medio Oriente.

Son muchos los nombres que no puedo mencionar por falta de espacio, ni tampoco es posible exponer el título y el contenido de sus conferencias. Todos ellos son ahora amigos apreciados. Allí compartimos católicos y protestantes, teólogos latinoamericanos junto a ciudadanos norteamericanos y europeos como mis hermanos españoles y el erudito holandés Hans de Wit. Nos rodeaban puertorriqueños a quienes considero, como cubano y dominicano, como compatriotas. Todos ellos conviviendo como personas civilizadas: independentistas, estadolibristas y estadistas, con una u otra tendencia, pero buenos antillanos. No olvidaré a mis colegas del Congreso Internacional de Teología celebrado en el querido San Juan.

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