MARTÍN AÑORGA: ACCIÓN CATÓLICA EN LA HISTORIA DE CUBA
Acción Católica en la historia de Cuba
El muy distinguido amigo J. M. Dorado, un activo promotor de actividades lasallistas y de la Iglesia nos ha estado recordando el 85 aniversario de la Acción Católica en Cuba y algunos medios de prensa han mencionado tan importante asunto que no debe ser ignorado sino resaltado por lo mucho que significa para miles de cubanos en diáspora y para la historia de la patria del Presbítero Félix Varela Morales.
Mi entrañable hermano Monseñor Agustín A. Román gustaba de contarme su relación con la Acción Católica, lo mucho que ésta había hecho por la Iglesia y por el país y su impacto en su propia vida y la de muchos de sus colegas y amigos.
Desde la entrada de Cuba en la historia universal, un dato que pudiera remontarse al 1492 con la llegada de Cristóbal Colón o al 1511 con el inicio de la colonización española, la religión cristiana ha formado parte del entorno.
No es necesario remontarse al Padre Bartolomé Las Casas y su defensa de los indígenas o a los primeros obispos designados para la Isla porque la Iglesia la constituyen sus miembros y los descubridores y colonizadores, unos más, otros menos, profesaban el cristianismo y se identificaban como católicos, apostólicos y romanos.
Antes de ellos, los primeros habitantes profesaban otras creencias y pronto llegarían, procedentes del continente africano, hombres y mujeres con diferentes ritos.
La Iglesia se ocupó no sólo de la evangelización sino también que pueden atribuírsele los primeros esfuerzos serios por educar la población, aunque con recursos limitados, como aconteció a lo largo y ancho del experimento colonial tanto de España como de otras naciones. También los primeros asilos de huérfanos y ancianos, los primeros centros de atención médica, hasta los primeros cementerios estaban bajo el cuidado de la Iglesia.
A fines del siglo XIX se introdujo en Cuba el protestantismo, que después se extendió a todo el territorio nacional. Es casi imposible encontrar una población en Cuba en la que no se levanten templos y capillas católicos y protestantes.
Pero casi desde principios del siglo XIX la práctica religiosa disminuyó considerablemente, situación causada por innumerables fenómenos que son difíciles de enumerar y explicar con un sencillo artículo, pero las luchas por la independencia incidieron en el asunto y eso es sobradamente conocido ya que el clero existente en la Isla era mayormente español y lógicamente partidario de la presencia de la Madre Patria en Cuba.
A la llegada de la República en 1902, con la separación de la Iglesia del Estado, iniciada por los interventores estadounidenses en 1899 y con cierto laicismo exagerado por parte de muchos de nuestros libertadores y primeros educadores del período republicano, tal parecía que la influencia del cristianismo estaba reduciéndose en la sociedad a pesar del trabajo pastoral de sacerdotes dedicados y la llegada de misioneros de otras confesiones cristianas, con relativo éxito.
Sería, pues, la Acción Católica Cubana, que tuvo en el benemérito Hermano Victorino, del Instituto de La Salle, a un organizador y promotor de la más alta magnitud en cuanto a liderazgo e inspiración, la que llevaría la práctica religiosa a infinidad de cubanos alejados de la misma y lograría atraer vocaciones a los seminarios teológicos de la Iglesia Católica.
Según datos disponibles, en 1960 y 1961 el 75% de los estudiantes de los dos seminarios mayores eran jóvenes procedentes de la Juventud Católica, organización que se hizo presente en la mayoría de las poblaciones del país.
En el Seminario Menor San Alberto Magno, en Colón, Matanzas, y en los centros de formación de las diferentes órdenes religiosas esa realidad era evidente. Entre 1928 y 1958 la Acción Católica produjo más de 150 vocaciones religiosas entre los hombres y más de 150 entre mujeres. Todo eso en un país que no se caracterizaba por el elevado número de vocaciones de ese tipo.
No ofreceré una lista de laicos eminentes que militaron en la Acción Católica ya que estos podían encontrarse en todas las profesiones y oficios. Muchos de ellos se destacaron en la vida pública, formaron parte del gobierno y construyeron empresas que contribuyeron enormemente al desarrollo económico, social y moral de la nación cubana.
Como muchos jóvenes procedentes de las iglesias evangélicas o protestantes, y de sus instituciones, equivalentes a las de Acción Católica en cuanto a ciertos ideales y métodos de trabajo, los de la Juventud Católica escribieron páginas gloriosas en la historia de Cuba.
Pues bien, los 85 años de la fundación de la Acción Católica de Cuba merecen resaltarse e imitarse. Como explicaba anteriormente, fue Monseñor Román, nuestro inolvidable obispo y hermano, cubano ejemplar, la persona que más me informó acerca de este capítulo de la historia de Cuba.
La Acción Católica, como el antiguo Concilio Cubano de Iglesias Evangélicas, formaba parte del Conjunto de Instituciones Cívicas de Cuba.
Ese elemento fundamental de la sociedad civil haría lo imposible por resolver la crisis cubana de los años cincuenta.
Esas instituciones se vieron obligadas a desaparecer o a funcionar precariamente en territorio cubano ante el ímpetu y la furia de un proceso revolucionario que ha minado el depósito de valores espirituales y morales de la nación. Pero, con esta gran celebración del 85 aniversario, la Acción Católica, envía a los cubanos de la Isla un mensaje de esperanza y resurrección.
Mi entrañable hermano Monseñor Agustín A. Román gustaba de contarme su relación con la Acción Católica, lo mucho que ésta había hecho por la Iglesia y por el país y su impacto en su propia vida y la de muchos de sus colegas y amigos.
Desde la entrada de Cuba en la historia universal, un dato que pudiera remontarse al 1492 con la llegada de Cristóbal Colón o al 1511 con el inicio de la colonización española, la religión cristiana ha formado parte del entorno.
No es necesario remontarse al Padre Bartolomé Las Casas y su defensa de los indígenas o a los primeros obispos designados para la Isla porque la Iglesia la constituyen sus miembros y los descubridores y colonizadores, unos más, otros menos, profesaban el cristianismo y se identificaban como católicos, apostólicos y romanos.
Antes de ellos, los primeros habitantes profesaban otras creencias y pronto llegarían, procedentes del continente africano, hombres y mujeres con diferentes ritos.
La Iglesia se ocupó no sólo de la evangelización sino también que pueden atribuírsele los primeros esfuerzos serios por educar la población, aunque con recursos limitados, como aconteció a lo largo y ancho del experimento colonial tanto de España como de otras naciones. También los primeros asilos de huérfanos y ancianos, los primeros centros de atención médica, hasta los primeros cementerios estaban bajo el cuidado de la Iglesia.
A fines del siglo XIX se introdujo en Cuba el protestantismo, que después se extendió a todo el territorio nacional. Es casi imposible encontrar una población en Cuba en la que no se levanten templos y capillas católicos y protestantes.
Pero casi desde principios del siglo XIX la práctica religiosa disminuyó considerablemente, situación causada por innumerables fenómenos que son difíciles de enumerar y explicar con un sencillo artículo, pero las luchas por la independencia incidieron en el asunto y eso es sobradamente conocido ya que el clero existente en la Isla era mayormente español y lógicamente partidario de la presencia de la Madre Patria en Cuba.
A la llegada de la República en 1902, con la separación de la Iglesia del Estado, iniciada por los interventores estadounidenses en 1899 y con cierto laicismo exagerado por parte de muchos de nuestros libertadores y primeros educadores del período republicano, tal parecía que la influencia del cristianismo estaba reduciéndose en la sociedad a pesar del trabajo pastoral de sacerdotes dedicados y la llegada de misioneros de otras confesiones cristianas, con relativo éxito.
Sería, pues, la Acción Católica Cubana, que tuvo en el benemérito Hermano Victorino, del Instituto de La Salle, a un organizador y promotor de la más alta magnitud en cuanto a liderazgo e inspiración, la que llevaría la práctica religiosa a infinidad de cubanos alejados de la misma y lograría atraer vocaciones a los seminarios teológicos de la Iglesia Católica.
Según datos disponibles, en 1960 y 1961 el 75% de los estudiantes de los dos seminarios mayores eran jóvenes procedentes de la Juventud Católica, organización que se hizo presente en la mayoría de las poblaciones del país.
En el Seminario Menor San Alberto Magno, en Colón, Matanzas, y en los centros de formación de las diferentes órdenes religiosas esa realidad era evidente. Entre 1928 y 1958 la Acción Católica produjo más de 150 vocaciones religiosas entre los hombres y más de 150 entre mujeres. Todo eso en un país que no se caracterizaba por el elevado número de vocaciones de ese tipo.
No ofreceré una lista de laicos eminentes que militaron en la Acción Católica ya que estos podían encontrarse en todas las profesiones y oficios. Muchos de ellos se destacaron en la vida pública, formaron parte del gobierno y construyeron empresas que contribuyeron enormemente al desarrollo económico, social y moral de la nación cubana.
Como muchos jóvenes procedentes de las iglesias evangélicas o protestantes, y de sus instituciones, equivalentes a las de Acción Católica en cuanto a ciertos ideales y métodos de trabajo, los de la Juventud Católica escribieron páginas gloriosas en la historia de Cuba.
Pues bien, los 85 años de la fundación de la Acción Católica de Cuba merecen resaltarse e imitarse. Como explicaba anteriormente, fue Monseñor Román, nuestro inolvidable obispo y hermano, cubano ejemplar, la persona que más me informó acerca de este capítulo de la historia de Cuba.
La Acción Católica, como el antiguo Concilio Cubano de Iglesias Evangélicas, formaba parte del Conjunto de Instituciones Cívicas de Cuba.
Ese elemento fundamental de la sociedad civil haría lo imposible por resolver la crisis cubana de los años cincuenta.
Esas instituciones se vieron obligadas a desaparecer o a funcionar precariamente en territorio cubano ante el ímpetu y la furia de un proceso revolucionario que ha minado el depósito de valores espirituales y morales de la nación. Pero, con esta gran celebración del 85 aniversario, la Acción Católica, envía a los cubanos de la Isla un mensaje de esperanza y resurrección.
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