MARCOS ANTONIO RAMOS: UNA REUNIÓN MAS
Diario Las Americas
Publicado el 02-02-2013
Publicado el 02-02-2013
Una reunión más
Una nueva reunión de gobernantes de América se ha celebrado. En otra época, las reuniones panamericanas más frecuentes eran las de los Ministros de Exteriores de los países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA). Aquellas asambleas de cancilleres lograban acuerdos, a los se atribuía importancia y probablemente la tenían. Sin embargo, con el tiempo, las siglas que identifican el organismo llegaron a tener relación con las siguientes palabras “Olvida Este Asunto (OEA.)”
Otras siglas identifican entidades regionales: ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración), BID (Banco Interamericano de Desarrollo), UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas). Teniendo como escenario a Chile uno de los países más avanzados y prósperos de la región, se realizaron las sesiones de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), de reciente creación. Una foto de jefes de Estado saludando, casi todos con la mano derecha, recorrió las primeras planas de diarios de la región y sus alrededores, aunque no figuró necesariamente en las informaciones consideradas más importantes en el resto del planeta Tierra.
El general de ejército Raúl Castro fue designado para presidir la CELAC hasta su próxima reunión a celebrarse en la capital cubana. Algunos medios de prensa dieron a conocer que la señora Angela Merkel, presente para otra reunión, de carácter birregional, no saludó a Castro en un momento en que la canciller alemana conversaba con el presidente de Bolivia Evo Morales.
Independientemente de las opiniones encontradas sobre ese detalle y la reunión de CELAC y sus participantes, todavía se nota la ausencia de un interés prioritario en la región en ciertas cancillerías, la América Latina debe ser reconocida por su importancia en muchos aspectos. Se trata de una realidad que estoy casi obligado moralmente a reconocer pues soy uno de los autores de la “Historia General de América Latina” publicada por la UNESCO. Afirmar lo contrario constituiría, además de un error, una irresponsabilidad. A pesar de lo ya expresado y de la condición de imprescindibles que tienen estos encuentros, a muchos observadores les resulta difícil conceder una enorme trascendencia a algunas de estas cumbres. Reuniones van y reuniones vienen, personalidades son destacadas, nombramientos son anunciados. No mucho más.
Personas del alto nivel de los jefes de Estado y Gobierno están obligadas a compartir con sus colegas asuntos que requieren cooperación internacional. América Latina y el Caribe enfrentan además de los constantes temas de la agenda de siempre, es decir, inversiones, inmigración, seguridad social, mercados, comercio, cuestiones fronterizas, democratización, etc., una escalada de violencia y narcotráfico que amenaza destruir naciones enteras sin necesidad de una tercera o cuarta guerra mundial o de una depresión económica mundial como la de finales de la década de 1920 y de los años treinta del pasado siglo XX.
Por otra parte, muchas cuestiones se resuelven, o al menos se intenta enfrentar debidamente, mediante relaciones bilaterales como las de España y Chile resaltadas en el encuentro entre los presidentes chileno y español en la séptima cumbre birregional de mandatarios de la Unión Europea y la América Latina y el Caribe, celebrada también en Chile y que merece consideración especial. Esto puede ser utilizado también para hacernos recordar que los destinos de la América española y la Madre Patria, no son únicamente materia para el recuento histórico sino en proyección de futuro, como es también el caso de las relaciones entre las islas de habla inglesa en el Caribe y su antigua metrópoli, el Reino Unido.
España y Chile firmaron una alianza estratégica el pasado viernes 25 de enero profundizando sus relaciones. El presidente chileno Sebastián Piñera destacó los temas fundamentales de cooperación en tecnología, ciencia, innovación, emprendimiento. No debe existir obstáculo alguno a que dos países hermanos logren con seriedad ese tipo de acuerdos.
Alejándonos del aspecto birregional de encuentros entre Europa y América, y retomando las reuniones de la CELAC, si su razón de existir y su mayor logro es simplemente reunirse sin la presencia de Estados Unidos y el Canadá, su celebración anual no será suficiente para un complicado ambiente regional que a veces puede calificarse, sin mucha exageración, de confuso, profuso y difuso, ante la crisis económica global, el resurgimiento del caudillismo populista y el regreso de dictaduras más o menos disfrazadas. Estas últimas son glorificadas en ciertos círculos como experimentos adecuados a las “realidades de nuestro tiempo”, pero dejan las cosas mucho peor que cuando se instalaron en el poder como lo demuestra en muchas geografías americanas la historia contemporánea.
La CELAC, creada con el objetivo anunciado de integración frente a la crisis económica, no es un proyecto con una larga historia, sino todo lo contrario. Sus resultados no deben ser juzgados superficialmente o en forma prematura, pero no constituyen todavía una verdadera esperanza.
Es más, el proyecto latinoamericano, iniciado a principios del siglo XIX a partir de la llegada de nuevas ideas procedentes de Europa, de la independencia norteamericana y sobre todo de la invasión napoleónica de España y los intentos separatistas de la época, necesita mucho más que cumbres, reuniones, acuerdos y nuevos organismos para alcanzar las altas metas trazadas por sus mejores pensadores.
Otras siglas identifican entidades regionales: ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración), BID (Banco Interamericano de Desarrollo), UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas). Teniendo como escenario a Chile uno de los países más avanzados y prósperos de la región, se realizaron las sesiones de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC), de reciente creación. Una foto de jefes de Estado saludando, casi todos con la mano derecha, recorrió las primeras planas de diarios de la región y sus alrededores, aunque no figuró necesariamente en las informaciones consideradas más importantes en el resto del planeta Tierra.
El general de ejército Raúl Castro fue designado para presidir la CELAC hasta su próxima reunión a celebrarse en la capital cubana. Algunos medios de prensa dieron a conocer que la señora Angela Merkel, presente para otra reunión, de carácter birregional, no saludó a Castro en un momento en que la canciller alemana conversaba con el presidente de Bolivia Evo Morales.
Independientemente de las opiniones encontradas sobre ese detalle y la reunión de CELAC y sus participantes, todavía se nota la ausencia de un interés prioritario en la región en ciertas cancillerías, la América Latina debe ser reconocida por su importancia en muchos aspectos. Se trata de una realidad que estoy casi obligado moralmente a reconocer pues soy uno de los autores de la “Historia General de América Latina” publicada por la UNESCO. Afirmar lo contrario constituiría, además de un error, una irresponsabilidad. A pesar de lo ya expresado y de la condición de imprescindibles que tienen estos encuentros, a muchos observadores les resulta difícil conceder una enorme trascendencia a algunas de estas cumbres. Reuniones van y reuniones vienen, personalidades son destacadas, nombramientos son anunciados. No mucho más.
Personas del alto nivel de los jefes de Estado y Gobierno están obligadas a compartir con sus colegas asuntos que requieren cooperación internacional. América Latina y el Caribe enfrentan además de los constantes temas de la agenda de siempre, es decir, inversiones, inmigración, seguridad social, mercados, comercio, cuestiones fronterizas, democratización, etc., una escalada de violencia y narcotráfico que amenaza destruir naciones enteras sin necesidad de una tercera o cuarta guerra mundial o de una depresión económica mundial como la de finales de la década de 1920 y de los años treinta del pasado siglo XX.
Por otra parte, muchas cuestiones se resuelven, o al menos se intenta enfrentar debidamente, mediante relaciones bilaterales como las de España y Chile resaltadas en el encuentro entre los presidentes chileno y español en la séptima cumbre birregional de mandatarios de la Unión Europea y la América Latina y el Caribe, celebrada también en Chile y que merece consideración especial. Esto puede ser utilizado también para hacernos recordar que los destinos de la América española y la Madre Patria, no son únicamente materia para el recuento histórico sino en proyección de futuro, como es también el caso de las relaciones entre las islas de habla inglesa en el Caribe y su antigua metrópoli, el Reino Unido.
España y Chile firmaron una alianza estratégica el pasado viernes 25 de enero profundizando sus relaciones. El presidente chileno Sebastián Piñera destacó los temas fundamentales de cooperación en tecnología, ciencia, innovación, emprendimiento. No debe existir obstáculo alguno a que dos países hermanos logren con seriedad ese tipo de acuerdos.
Alejándonos del aspecto birregional de encuentros entre Europa y América, y retomando las reuniones de la CELAC, si su razón de existir y su mayor logro es simplemente reunirse sin la presencia de Estados Unidos y el Canadá, su celebración anual no será suficiente para un complicado ambiente regional que a veces puede calificarse, sin mucha exageración, de confuso, profuso y difuso, ante la crisis económica global, el resurgimiento del caudillismo populista y el regreso de dictaduras más o menos disfrazadas. Estas últimas son glorificadas en ciertos círculos como experimentos adecuados a las “realidades de nuestro tiempo”, pero dejan las cosas mucho peor que cuando se instalaron en el poder como lo demuestra en muchas geografías americanas la historia contemporánea.
La CELAC, creada con el objetivo anunciado de integración frente a la crisis económica, no es un proyecto con una larga historia, sino todo lo contrario. Sus resultados no deben ser juzgados superficialmente o en forma prematura, pero no constituyen todavía una verdadera esperanza.
Es más, el proyecto latinoamericano, iniciado a principios del siglo XIX a partir de la llegada de nuevas ideas procedentes de Europa, de la independencia norteamericana y sobre todo de la invasión napoleónica de España y los intentos separatistas de la época, necesita mucho más que cumbres, reuniones, acuerdos y nuevos organismos para alcanzar las altas metas trazadas por sus mejores pensadores.
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