Palabras pronunciadas por el cardenal Jaime Ortega durante la bendición de la imagen del Cristo de La Habana
NUESTRA OPINION
Miami - Enero 5 de 2013
Palabras pronunciadas por el cardenal Jaime Ortega Alamino, arzobispo de La Habana, durante el rito de bendición de la imagen del Cristo de La Habana, con motivo de haber concluido las obras de restauración de este monumento religioso. La Habana, 3 de enero de 2013.
En verdad, queridos hermanos y hermanas, tenemos motivos para alegrarnos en este día ya que vamos a bendecir a Dios con ocasión de esta nueva imagen de nuestro señor Jesucristo. Nueva porque su renovación tiene realmente un sentido doble: ha sido renovada en cuanto a su estructura marmórea, interna, de acero, y ha sido renovada en cuanto a su presencia en medio de la ciudad de La Habana, a la entrada de nuestra Bahía.
Creo que podemos llamar nueva a esta escultura, porque nuevo es el momento de la historia en el que se reabre, muy distinto de aquel en que se erigió y se puso en este lugar. Hoy es ya la estatua que su autora quería para recordar. Efectivamente, los cristianos no adoramos las imágenes, adoramos a Dios, solamente a Dios. Y Dios es invisible por naturaleza, pero la imagen nos recuerda a Aquel a quien adoramos, a Cristo el Señor. Muy bien lo dijo la autora de esta obra: la imagen no era para adorar, sino para recordar… Pero, ¿qué recuerdo? El de Cristo. ¡Y pensar que ahora, después de tantos y tantos años, de nuevo aparece y aparecerá cada vez más iluminado en la noches! Su presencia siempre durante el día, el Cristo de La Habana, símbolo de la ciudad, y al mismo tiempo, recordado como el hijo de Dios Salvador por tantos creyentes; por tantos cristianos, católicos y no católicos, que miran en Él la imagen de Aquel que vino a salvarnos, que vino a traernos una doctrina de amor, de comprensión, de paz, de fraternidad, de servicio al prójimo, de entrega de nosotros al bien de los demás.
Es como la nueva presencia de Cristo Jesús aquí, ahora, en su imagen para esta Habana nuestra, de esta época en que nos toca vivir. En otro siglo ya y con un camino que se renueva en nuestra patria cada vez más en muchos sentidos, en lo económico, pero también en otros órdenes, en este orden mismo de la presencia de la fe religiosa en la cultura del pueblo, en su vida cotidiana, en sus expresiones culturales. Es algo realmente tan novedoso y tan necesario que yo me atreví a decir que es la inauguración de una nueva imagen, porque significa un nuevo tiempo, una nueva época. Hace poco decían que si el mundo se acababa, que si el calendario Maya…, después salimos del atolladero diciendo: "No; comenzó una nueva era". Bien, una nueva era cósmica por los astros. Nosotros no nos guiamos por los astros, la era nueva de la humanidad comenzó hace 2012 años, cuando vino Jesucristo. Ahí comenzaron, como dice el Evangelio, los tiempos finales, porque a partir de estos se inauguró un tiempo nuevo en la humanidad, que irá hasta el fin del mundo, quizás millones de años, quizás menos, nadie sabe. El mismo Jesús, cuando le preguntaron: "pero maestro ¿cuándo será eso?", respondió: "eso solo lo sabe el Padre".
No esperamos finales del mundo, esperamos la construcción de un mundo mejor. El trabajo de todos para hacer que la humanidad sea, redundantemente, más humana. Es eso lo que quiere el cristianismo, y es eso lo que significa este Cristo que mira a La Habana, tan bella desde aquí, tan hermosa en esta mañana caliente de enero en que el sol la ilumina y nos calienta también a nosotros. Vamos, con verdadero espíritu de agradecimiento al Señor en este inicio del año 2013, a bendecir esta imagen de Cristo.
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