LA SED DEL SENADOR


EN POLÍTICA
La sed del senador
bpardollada@yahoo.com
   No hablaré sobre el discurso de Obama en el debate sobre el estado de la unión, ni sobre la respuesta bilingüe que puso esta semana al senador Marco Rubio en el candelero de las estrellas políticas. Ni siquiera mencionaré la botellita de agua que tanto revuelo ha causado en las redes sociales y los canales de cable.
   Sólo quiero enfocarme en la sed, la aparentemente abrasadora sed de poder, que lleva a un hombre de bien como el senador Rubio a actuar mal para congraciarse con los inquisidores que controlan las primarias presidenciales de su partido.
   En su bilingüe alocución del martes por la noche, Rubio logró comunicar de forma coherente, humana y respetuosa sus razones para oponerse a las políticas esbozadas por el presidente Obama y explicar la visión del Partido Republicano. Sin embargo, pocas horas antes de pronunciar estas palabras, el senador Rubio actuó de forma incorrecta, incoherente e irrespetuosa con más de la mitad de la población que representa, con el propósito de quedar bien con la cúpula de inquisidores del llamado Tea Party.
   El martes, Rubio encabezó el grupo de 22 senadores, todos varones, todos republicanos, que votaron en bloque contra la ley que extiende protección a las mujeres víctimas de crímenes de violencia doméstica. Esa ley, conocida por sus siglas como VAWA, destina $1,600 millones anuales para hacer más eficaz la investigación de crímenes violentos y ayudar a las víctimas mediante programas sociales.
   VAWA fue aprobada inicialmente y sin oposición por congresistas de ambos partidos en 1994 durante la presidencia de Bill Clinton. Después, fue ratificada por el Congreso de forma bipartidista en el 2000 y en el 2005, durante la presidencia de George W. Bush.
   Pero en el 2010 los iluminados que militan en el comité de defensa de la revolución republicana y patrullan los pasillos del congreso decidieron, como en la novela de Orwell, que no todas las víctimas son iguales y no todas merecen ayuda y protección tras ser violadas, golpeadas, apuñaladas, arrastradas y asesinadas por sus propias parejas. Los miembros del comité de defensa se oponen a que la ley proteja a víctimas que no tienen estatus migratorio en la nación, a homosexuales o a víctimas que vivan en reservaciones indias. No tienen ningún problema con las víctimas rubias y de ojos azules, pero para otras víctimas hay reparos.
   En el oscuro mundo de la violencia doméstica, las víctimas son tanto ricos como pobres, de todas las clases sociales, de todas las razas y viven tanto en 
Cocoplum como en la reserva de los Miccosukee, aunque las víctimas más vulnerables sean las de los estratos sociales más humildes.
   El senador Rubio no tiene porqué conocer los sórdidos detalles de cada uno de los más de 113 mil casos de violencia doméstica reportados en la Florida el pasado año. Si tuviera oportunidad, me gustaría contarle el trágico caso de Evelyn, un linda hondureña de sólo 20 años que hizo todo lo posible por escapar de un novio que abusaba de ella. Se mudó, cambió de trabajo, solicitó la protección de la justicia e incluso obtuvo una orden de alejamiento.
   El obsesionado novio, Eric Barrientos, la buscó, la encontró, le metió una bala en el pecho y en lugar de llamar al rescue la dejó morir lentamente, asfixiada en su propia sangre. Afortunadamente, un jurado encontró a Barrientos culpable de asesinato 
en primer grado y la jueza le condenó a cadena perpetua.
   Me gustaría también que el senador Rubio pudiera conversar con María, de 16 años. María llegó a Estados Unidos como una indocumentada más, cruzó la frontera en los brazos de su madre. A los 16 años un hombre molestó sexualmente a María y ella se lo dijo a su familia pero no se atrevían a reportarlo a las autoridades. Al final lo hicieron porque era imposible soportar tanto abuso, y la ley la protegió.
   ¿Cómo es posible dar la espalda a estas víctimas votando en contra de esta ley? ¿Acaso la sangre de todas estas mujeres no es del mismo color rojo?
   Para intentar justificarse, un comunicado de la oficina del senador Rubio dijo que pese a su voto en contra, él continúa apoyando programas para combatir la violencia doméstica, el acoso sexual y las violaciones. Entonces, digo yo, ¿por 
qué votó contra la ley? Según el comunicado, la explicación está en la distribución de los fondos federales. Entonces, pregunto yo, ¿por qué el senador no presentó una enmienda para corregir los desperfectos en vez de votar contra una ley que representa mucho más que la suma o resta de sus partes?
   Recientemente el sediento senador fue consagrado en la portada de la revista Time como el salvador del Partido Republicano. Rubio respondió al honor en su cuenta de Twitter señalando que “solo hay un salvador, Jesús”.
   No hace falta mucho estudio para concluir que una ley que ofrece modesta protección a las víctimas de crímenes espantosos es justa y necesaria. Y no hace falta consultar a una legión de costosos asesores políticos para entender que en este país hay una sed insaciable de justicia para todos, que desgraciadamente el senador Rubio ignoró.

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