MIREYA E. CISNEROS-PANEQUE: LAGRIMAS DE DOLOR
Qué emocionante fue ver a nuestro Presidente derramar lágrimas de dolor mientras se dirigía a nuestra nación. Fueron lágrimas no solo de un presidente, sino también de un padre.
Solo quiero que comprendamos que nosotros somos los únicos culpables del horror que está viviendo nuestra nación.
Años atrás éramos la nación más poderosa en el mundo. Desgraciadamente no hemos sabido educar a nuestros hijos, y digo esto porque la juventud lleva un papel muy importante en el futuro de un país. Como dijo nuestro apóstol José Martí: “Los niños son la esperanza del mundo”.
¿Qué hemos hecho? Si un maestro nos pide una conferencia debido a la conducta errónea de nuestros hijos culpamos al maestro y al sistema escolar, no permitimos que no solo los eduquen, sino tampoco que los guíen a ser ciudadanos ejemplares. Yo soy madre de cuatro varones, y cuando me llamaban a la escuela lo primero que yo preguntaba a mis hijos era: “¿Qué hiciste?”.
Hace unos días fui al dentista y me horroricé con lo que presencié. Todos los niños que llegaban de la escuela parecían idiotizados con los caros I-Pad en sus manos y mandando mensajes desde sus celulares, muchos de ellos del último modelo. Lo que sucede es que los padres compiten entre ellos para que sus hijos se vistan con ropas caras de marca para ir a la escuela, con celulares y zapatos muy costosos. Se enfurecen si el sistema escolar quiere poner uniformes para que todos vayan vestidos igual. ¿Qué les queda por probar? Somos culpables de que Estados Unidos tenga el número 17 mundialmente en educación.
Por eso, señor Presidente, para que de sus ojos no vuelvan a correr lágrimas de dolor, levante su mano dura y enfoque con fuerza su poder en la educación de nuestros hijos, que son la esperanza de nuestra nación para que sea respetada en el mundo nuevamente. Estoy segura de que aquí los republicanos no van a ir en su contra, pues muchos de ellos también son padres y abuelos.
Mi más sentido pésame para esas familias que han perdido a sus hijos y a sus seres queridos.
Que Dios bendiga a Estados Unidos y nos ayude a salvar a nuestra juventud.
Mireya E. Cisneros-Paneque
Miami
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