MARCOS ANTONIO RAMOS: MÉXICO: EL CAMBIO A LAS PUERTAS

         
Casi parece increíble hablar de cambios al aproximarse el primero de Julio y la probable victoria del Partido Revolucionario Institucional (PRI), organizado en 1929 y que gobernó México por siete décadas. El 2000 marcó un cambio en la aritmética electoral con el triunfo del Partido Acción Nacional (PAN). Doce años después numerosos votantes pueden anticipar el regreso del PRI como indicación de cambios, los cuales no parecen atraer  a un sector estudiantil sobre todo de la prestigiosa Universidad Iberoamericana fundada por  jesuitas.
ANDRES MANUEL LOPEZ OBRADOR

 Un reciente titular anunciaba: “Encuesta confirma ascenso de la izquierda en México”,  para después  señalar que más de 14 puntos porcentuales separaban a Enrique Peña Nieto del PRI del aspirante postulado por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) Andrés Manuel López Obrador.  Una encuesta de “La Reforma” había anunciado una diferencia de sólo cuatro puntos a favor de Peña Nieto.

ENRIQUE PEÑA NIETO
Mucho puede ocurrir antes de la cita comicial. Varias encuestas indican que la candidata del PAN, fundado en 1939, Josefina Vázquez Mota, pudiera quedar en tercer lugar. A veces la votación se polariza en torno a dos candidatos y López Obrador pudiera beneficiarse como implacable opositor.  No es, pues, el mejor momento para los “panistas” del presidente Felipe Calderón. Más  allá de la izquierda y el centro, se trata de fuerzas opositoras que compiten por un primer lugar. El voto negativo refuerza a los partidarios del PRI y del PRD y reduce el escaso apoyo de que disfrutan todavía el gobierno y el PAN.
  
JOSEFINA VAZQUEZ MOTA
Por espacio de algunos años he estado ofreciendo mi opinión acerca de que no hay tendencias que conduzcan inexorablemente a gobiernos de derecha o de izquierda, liberales o conservadores, neoliberales o estatistas, sino simplemente coyunturas que inclinan la balanza en una u otra dirección. Esa situación es alterada en algunos casos por la manipulación electoral de algún sector impulsado temporalmente por el populismo de cuño nacionalista o indigenista o por recursos económicos, que por cierto no son necesariamente la exclusividad de la derecha, como lo demuestra el caso venezolano.
Las viejas tendencias políticas mexicanas representadas en el siglo XIX por liberales y conservadores, partidarios del clero y simpatizantes de la separación Iglesia/Estado, imperialistas (por apoyar el Imperio de Maximiliano y Carlota) y juaristas, fueron pronto reemplazadas por nuevas vertientes liberales y conservadoras, así como por un partido Católico Nacional y un Partido Antirreelecionista (maderistas y vasconcelistas), movimientos  de poca duración que,  al avanzar el siglo tuvieron, entre sus sucesores en las urnas ya sea al Partido Nacional Revolucionario (PNR) que después se conoció como PRI, y al PAN. Del los minúsculos Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), del Partido Democrático Mexicano (PDM) y del Partido Laborista Mexicano (PLM) solo se recuerdan algunos, especialmente los viejos profesores de historia iberoamericana o mexicana como este columnista.
Un querido maestro mexicano  de educación física de la escuela primaria donde hice mis primeras letras en Cuba lo simplificaba todo de la siguiente manera: “En México los católicos votan por el PAN, los agnósticos, los protestantes y los masones por el PRI”. En el priismo prevalecían el laicismo y una vertiente socialista, y en el PAN cabían desde católicos de misa diaria hasta simpatizantes del Eje Berlín/Roma/Tokio durante la guerra, militancias diferentes la una de la otra.
Todo ha cambiado hace un buen rato. Ya algunos  líderes priistas asisten públicamente a la misa dominical y después del Concilio Vaticano II algunos protestantes han alcanzado cargos electivos en la columna del PAN, algo inconcebible en los años cuarenta. Los católicos fueron discriminados políticamente por el priismo, pero dos figuras fundamentales de ese partido, el poderoso político y empresario Aarón Sáenz y el después presidente Adolfo López Mateos, perdieron en alguna  ocasión de ser postulados “por ser protestantes”, aunque López Mateos dejó de asistir públicamente a los oficios a partir de su juventud.
Pasando a otro asunto, México, después de dos sexenios del PAN, no se ha librado de la corrupción administrativa. Y tanto el narcotráfico como otras formas de criminalidad han aumentado considerablemente. La alternancia en el poder y algunas reformas pueden atribuirse a la influencia del PAN, pero no mucho más. Otro sexenio panista sería un sueño de noche de verano, independientemente de los méritos de la distinguida candidata del partido.
En cuanto al PRD, ese partido de izquierda no ha gobernado México a pesar de sus interesantes inicios y de su precursora, la candidatura presidencial de una coalición que apoyó a Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, fundador del PRD el año siguiente y que compitió en 1988 con suficiente fuerza como para asustar al PRI, como lo hizo con el PAN la aspiración de López Obrador que casi lo derrotó en el 2006. Lo más probable es que don Andrés Manuel regrese al segundo lugar en el 2012. Marcelo Ebrard, actual  jefe de Gobierno del Distrito Federal, pudiera ser candidato en el 2018 y llevar al PRD a Los Pinos. Ese partido,  algo más moderado que al principio, se fundó con antiguos miembros de la entonces fuerte izquierda del PRI y con las patéticamente reducidas huestes del Partido Comunista Mexicano (PCM), del Partido Mexicano Socialista (PMS), del Partido Socialista Unificado (PSU) y con los escasos remanentes del Partido Popular Socialista (PPS) y los sindicatos de Vicente Lombardo Toledano.
Es demasiado temprano para asegurar que Peña Nieto llegue al poder. El PRI y el PAN  temen a un sexenio de López Obrador  (conocido como “AMLO”) y sólo se unen para atacar a ese candidato. En realidad, será sumamente difícil, aunque posible, derrotar a Peña Nieto. La maquinaria del PRI está organizada y aceitada y hay cansancio con el PAN, que ha intentado enfrentarse al terrorismo sin resultados significativos.
Pequeños partidos como el Verde Ecologista (PVD), el del Trabajo (PT) y el Movimiento Ciudadano (MC) apoyan al PRI o al PRD. Un partido que ha llevado candidatos en el pasado reciente es el trotskista Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Otro partido menor, Nueva Alianza, lleva su propio candidato, Gabriel Quadri, que no supera los dos puntos porcentuales.  Y siempre existe la posibilidad de que la candidata del PAN logre obtener el segundo lugar. Pero el ex presidente  panista Vicente Fox se ha atrevido a decir que apoyaría la administración de Peña Nieto, a quien considera ganador, en caso de producirse su victoria. Fox teme al triunfo de López Obrador, que no puede descartarse del todo.
México es uno de los países más católicos del mundo, aunque con fuertes minorías religiosas en constante aumento como en el resto de Iberoamérica. Curiosamente,  allí nacieron antepasados anglosajones del candidato republicano Mitt Romney, un empresario, político, Obispo y misionero mormón que se convertiría en el primer presidente mexico-americano, aunque no se le identifica como tal en los medios de comunicación social porque su ambiente étnico y cultural es diferente al de miembros de esa comunidad. Pero su candidatura es otro recordatorio de los vínculos entre la patria de Washington y la de Juárez.
Ahora bien, si el PAN sufre una gran derrota esta pudiera repercutir en el Senado y la Cámara, convirtiendo al PRI no sólo en partido gobernante, sino haciendólo regresar a algo parecido a su antiguo predominio casi absoluto. Es de esperarse que Peña Nieto desee mantener buenas relaciones con EE.UU., pero los problemas en la frontera y la inmigración indocumentada continuarán, suceda lo que suceda en las urnas mexicanas o norteamericanas. El insumergible PRI no fue necesariamente el mejor ejemplo de democracia y honestidad, pero al menos tiene la mayor experiencia acumulada en el gobierno y la mejor organización.  La necesitará para los cambios, mayores o menores,  que parecen estar a las puertas.


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