MARCOS ANTONIO RAMOS: LA ANTESALA DE LOS CAMBIOS
Diario Las Americas
Por Marcos Antonio Ramos
Publicado el 06-02-2012
La antesala de los cambios
El tema del cambio no muere y resurge en las conversaciones sobre política ante la proximidad de los comicios. En noviembre se llevarán a cabo las elecciones presidenciales en EE.UU. Si resulta triunfador el candidato de la oposición habrá cambios. Si el resultado favorece al titular también se producirán algunos aunque más bien de otro tipo. El ex-gobernador Romney gobernaría en forma diferente, al menos en algunos aspectos importantes. Pero el presidente Obama, que no tendría que presentarse a la reelección en el 2016, pudiera introducir cambios en su nuevo mandato. Se enfrentaría entonces a menos limitaciones, piensan muchos de sus oponentes, preocupados por el rumbo que hasta ahora ha preferido el mandatario, aunque el mismo tendría ante sí restricciones en caso de lograr controlar el partido contrario ambas cámaras legislativas. Y nadie conoce en definitiva cuál de los partidos controlará el Congreso.
El período de tecnología, secularismo y globalismo en que vivimos se caracteriza, como cualquier otra era, por los continuos cambios, que son cada día más visibles. Entre otras razones, por la abundancia y rapidez de las informaciones. La llamada “primavera árabe” presenta grandes desafíos al mundo occidental. Cosa curiosa, la relativa democratización que se exhibe en algunos de esos países, como Egipto e Irak, por mencionar solamente dos casos, parece conducir a un más alto grado de predominio islámico en los mismos. En ese ambiente religioso y cultural, los gobiernos de Hosni Mubarak y Saddam Hussein eran autoritarios, pero relativamente secularistas. Nadie puede predecir con exactitud o aproximación real a donde conduciría un nuevo estilo de gobierno en el mundo árabe y musulmán, donde todavía las masacres, como las que se producen en Siria siguen siendo la orden del día.
Los cambios ocurridos en la América Latina en los próximos años dependen en gran manera de lo que suceda en Venezuela en los próximos meses. No se trata sólo de elecciones, sino también de la salud del presidente de ese país. Pero el resultado de las elecciones seguirá indicando aproximadamente la dirección que seguirán los diferentes países, especialmente en cuanto al rol que desempeñe el estado en la economía y el grado de autoritarismo desplegado por los gobiernos que de alguna manera se sienten atraídos por los nuevos modelos, ya sea del llamado socialismo del siglo XXI, el indigenismo o el renovado peronismo intervencionista y sus confiscaciones o nacionalizaciones de empresas extranjeras.
El precio que se paga en la economía por la alternancia en el poder es cada día mas evidente. Las últimas elecciones francesas pueden haber cambiado significativamente la forma de enfrentar la crisis económica en Europa. El nuevo presidente socialista francés Francois Hollande pudiera dificultar el rumbo que hasta ahora estaba marcando la canciller alemana Angela Merkel. Los cambios iban en dirección de mayor austeridad cuando se produjo el triunfo socialista en Francia. Las actuales conversaciones entre los gobernantes europeos nos dirán mucho en los próximos meses acerca de los cambios o de su ausencia. Entre las naciones afectadas por esa situación se encuentra España, en la cual el gobierno conservador del Partido Popular ha intentado realizar cambios bastante significativos en la conducción de la economía, pendiente siempre de acontecimientos como los mencionados y de la incertidumbre casi absoluta acerca del futuro de Grecia y la inestabilidad de su gobierno parlamentario.
Curiosamente, los acontecimientos europeos y la situación de la economía en esa y otras regiones pudiera incidir en el proceso electoral norteamericano, facilitando o demorando cambios en el sistema financiero de la primera potencia mundial aunque debe tenerse mucho cuidado con las evaluaciones. Hace algún tiempo se creía que Japón superaría la economía estadounidense, después se hablaba de China y de los emergentes “tigres” del sudeste asiático, entre otros temas. Otros indicaban hacia Europa como futuro factor dominante. Esa región nunca ha dejado de ser importante y fundamental en economía, política, cultura, etc., pero el presente no es allí demasiado halagador. Retomando las elecciones en EE.UU., si los próximos meses se caracterizan por una mayor inestabilidad en los mercados, causada en gran parte por la crisis europea, la actual administración no podría presentar al electorado ni siquiera la relativa mejora que se ha experimentado en algunos renglones en los pasados meses.
Dando un salto hacia otro tipo de cambios, pero cambios al fin, las noticias de los últimos días han servido para complicar aun más la difícil situación experimentada por la mayor de las Iglesias cristianas, la Católica Romana enfrentada a constantes escándalos que van desde revelaciones sobre pedofilia en numerosísimas diócesis y países hasta las últimas informaciones sobre problemas internos en el mismo Vaticano, dramatizados aun más por los medios de comunicación.
La decadencia del catolicismo romano y del protestantismo histórico en muchos países europeos, el aumento fenomenal del protestantismo evangélico más conservador en EE.UU., y el Tercer Mundo, las cifras en aumento del fundamentalismo, el modesto resurgimiento de la ortodoxia oriental en antiguos países comunistas y el crecimiento del radicalismo islámico, favorecido por el crecimiento de la población musulmana en países occidentales, son factores que están señalando hacia cambios dramáticos en la demografía y la sociología religiosas. A veces son positivos y en ocasiones todo lo contrario.
Independientemente de afinidad o de diferencias tanto con su teología como su eclesiología, la credibilidad de movimientos religiosos tan importantes y fundamentales como el catolicismo romano, sobre el cual se ha levantado en buena parte el edificio de la milenaria civilización cristiana, está en juego. Más allá de consideraciones teológicas o confesionales, nada ayuda a la causa de Occidente la proliferación de noticias desfavorables al movimiento cristiano, pero las Iglesias y sus líderes deben mostrar la mejor conducta para evitar o al menos reducir el aluvión de datos que nos va abrumando y que no siempre pueden atribuirse a la mala intención de los medios.
La imagen que se proyecta por la inestabilidad financiera en Europa, las diferentes interpretaciones acerca de como resolver la crisis económica en EE.UU., y la actual crisis del cristianismo histórico redunda a favor de causas radicales y del extremismo islámico. Es por ello que pueden producirse cambios más profundos que los que produce una convocatoria electoral o una reunión de los organismos internacionales que controlan, o pretenden controlar, la economía mundial.
Sería injusto pretender que bastaría con otra administración en Washington o con otra reunión internacional para enderezar el rumbo de la economía para que se produzcan los mejores cambios. El presidente de Estados Unidos en el próximo período tendrá ante sí una labor monumental y merecerá un mínimo de apoyo más allá de consignas partidistas. La economía mundial no se resolverá simplemente con fórmulas mágicas extraídas de escritos comunistas, socialistas, neoliberales, del partido del té o de los llamados “indignados”. La decadencia moral no se resolverá elevando a una religión sobre otra o con discursos pronunciados en la solemnidad de un ambiente litúrgico. Ahora bien, es necesario perseverar en el empeño.
Podemos estar en la antesala de cambios diferentes a los previstos o anticipados al terminar la Guerra Fría. La historia no ha terminado. El pluralismo, ya inevitable, y el creciente secularismo pueden ser asociados por algunos con un mayor disfrute de la libertad, pero esta no valdría la pena si se ejerce en forma irresponsable e inmoral. Los cambios pueden llegar a confundirnos y transformarnos en forma alarmante. Los que pasamos de cierta edad y nos refugiamos en la idea de que, después de todo, ya estamos en la antesala del Más Allá, podemos encontrarnos, al menos en lo que nos resta de vida, en la antesala de cambios que no siempre serán agradables.
El período de tecnología, secularismo y globalismo en que vivimos se caracteriza, como cualquier otra era, por los continuos cambios, que son cada día más visibles. Entre otras razones, por la abundancia y rapidez de las informaciones. La llamada “primavera árabe” presenta grandes desafíos al mundo occidental. Cosa curiosa, la relativa democratización que se exhibe en algunos de esos países, como Egipto e Irak, por mencionar solamente dos casos, parece conducir a un más alto grado de predominio islámico en los mismos. En ese ambiente religioso y cultural, los gobiernos de Hosni Mubarak y Saddam Hussein eran autoritarios, pero relativamente secularistas. Nadie puede predecir con exactitud o aproximación real a donde conduciría un nuevo estilo de gobierno en el mundo árabe y musulmán, donde todavía las masacres, como las que se producen en Siria siguen siendo la orden del día.
Los cambios ocurridos en la América Latina en los próximos años dependen en gran manera de lo que suceda en Venezuela en los próximos meses. No se trata sólo de elecciones, sino también de la salud del presidente de ese país. Pero el resultado de las elecciones seguirá indicando aproximadamente la dirección que seguirán los diferentes países, especialmente en cuanto al rol que desempeñe el estado en la economía y el grado de autoritarismo desplegado por los gobiernos que de alguna manera se sienten atraídos por los nuevos modelos, ya sea del llamado socialismo del siglo XXI, el indigenismo o el renovado peronismo intervencionista y sus confiscaciones o nacionalizaciones de empresas extranjeras.
El precio que se paga en la economía por la alternancia en el poder es cada día mas evidente. Las últimas elecciones francesas pueden haber cambiado significativamente la forma de enfrentar la crisis económica en Europa. El nuevo presidente socialista francés Francois Hollande pudiera dificultar el rumbo que hasta ahora estaba marcando la canciller alemana Angela Merkel. Los cambios iban en dirección de mayor austeridad cuando se produjo el triunfo socialista en Francia. Las actuales conversaciones entre los gobernantes europeos nos dirán mucho en los próximos meses acerca de los cambios o de su ausencia. Entre las naciones afectadas por esa situación se encuentra España, en la cual el gobierno conservador del Partido Popular ha intentado realizar cambios bastante significativos en la conducción de la economía, pendiente siempre de acontecimientos como los mencionados y de la incertidumbre casi absoluta acerca del futuro de Grecia y la inestabilidad de su gobierno parlamentario.
Curiosamente, los acontecimientos europeos y la situación de la economía en esa y otras regiones pudiera incidir en el proceso electoral norteamericano, facilitando o demorando cambios en el sistema financiero de la primera potencia mundial aunque debe tenerse mucho cuidado con las evaluaciones. Hace algún tiempo se creía que Japón superaría la economía estadounidense, después se hablaba de China y de los emergentes “tigres” del sudeste asiático, entre otros temas. Otros indicaban hacia Europa como futuro factor dominante. Esa región nunca ha dejado de ser importante y fundamental en economía, política, cultura, etc., pero el presente no es allí demasiado halagador. Retomando las elecciones en EE.UU., si los próximos meses se caracterizan por una mayor inestabilidad en los mercados, causada en gran parte por la crisis europea, la actual administración no podría presentar al electorado ni siquiera la relativa mejora que se ha experimentado en algunos renglones en los pasados meses.
Dando un salto hacia otro tipo de cambios, pero cambios al fin, las noticias de los últimos días han servido para complicar aun más la difícil situación experimentada por la mayor de las Iglesias cristianas, la Católica Romana enfrentada a constantes escándalos que van desde revelaciones sobre pedofilia en numerosísimas diócesis y países hasta las últimas informaciones sobre problemas internos en el mismo Vaticano, dramatizados aun más por los medios de comunicación.
La decadencia del catolicismo romano y del protestantismo histórico en muchos países europeos, el aumento fenomenal del protestantismo evangélico más conservador en EE.UU., y el Tercer Mundo, las cifras en aumento del fundamentalismo, el modesto resurgimiento de la ortodoxia oriental en antiguos países comunistas y el crecimiento del radicalismo islámico, favorecido por el crecimiento de la población musulmana en países occidentales, son factores que están señalando hacia cambios dramáticos en la demografía y la sociología religiosas. A veces son positivos y en ocasiones todo lo contrario.
Independientemente de afinidad o de diferencias tanto con su teología como su eclesiología, la credibilidad de movimientos religiosos tan importantes y fundamentales como el catolicismo romano, sobre el cual se ha levantado en buena parte el edificio de la milenaria civilización cristiana, está en juego. Más allá de consideraciones teológicas o confesionales, nada ayuda a la causa de Occidente la proliferación de noticias desfavorables al movimiento cristiano, pero las Iglesias y sus líderes deben mostrar la mejor conducta para evitar o al menos reducir el aluvión de datos que nos va abrumando y que no siempre pueden atribuirse a la mala intención de los medios.
La imagen que se proyecta por la inestabilidad financiera en Europa, las diferentes interpretaciones acerca de como resolver la crisis económica en EE.UU., y la actual crisis del cristianismo histórico redunda a favor de causas radicales y del extremismo islámico. Es por ello que pueden producirse cambios más profundos que los que produce una convocatoria electoral o una reunión de los organismos internacionales que controlan, o pretenden controlar, la economía mundial.
Sería injusto pretender que bastaría con otra administración en Washington o con otra reunión internacional para enderezar el rumbo de la economía para que se produzcan los mejores cambios. El presidente de Estados Unidos en el próximo período tendrá ante sí una labor monumental y merecerá un mínimo de apoyo más allá de consignas partidistas. La economía mundial no se resolverá simplemente con fórmulas mágicas extraídas de escritos comunistas, socialistas, neoliberales, del partido del té o de los llamados “indignados”. La decadencia moral no se resolverá elevando a una religión sobre otra o con discursos pronunciados en la solemnidad de un ambiente litúrgico. Ahora bien, es necesario perseverar en el empeño.
Podemos estar en la antesala de cambios diferentes a los previstos o anticipados al terminar la Guerra Fría. La historia no ha terminado. El pluralismo, ya inevitable, y el creciente secularismo pueden ser asociados por algunos con un mayor disfrute de la libertad, pero esta no valdría la pena si se ejerce en forma irresponsable e inmoral. Los cambios pueden llegar a confundirnos y transformarnos en forma alarmante. Los que pasamos de cierta edad y nos refugiamos en la idea de que, después de todo, ya estamos en la antesala del Más Allá, podemos encontrarnos, al menos en lo que nos resta de vida, en la antesala de cambios que no siempre serán agradables.
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