MARCOS ANTONIO RAMOS: 2013, UN AÑO CON ESCENARIOS INCIERTOS
Diario Las Americas
Publicado el 01-05-2013
EE.UU., ha practicado por lo general la política de la reacción ante cualquier fenómeno que afecte su seguridad y sus intereses, pero prefiere ahora, con mayor frecuencia, mantener la estabilidad de los países, independientemente de si sus gobernantes son o no del agrado de la Casa Blanca, como sucede en el caso de Venezuela, y por qué no decirlo, del de Cuba.
2013, un año con escenarios inciertos
Por Marcos Antonio Ramos
Sin necesidad de inventar innecesariamente catástrofes de proporciones bíblicas, enfrentamos un mundo con escenarios que se mencionan frecuentemente en los medios de comunicación, pero que son cada día más difíciles de interpretar en los distintos continentes. Estados Unidos no escapa de esa situación. En los pasados días parecía como que tanto republicanos como demócratas, oposición y gobierno en EE.UU., permitirían una crisis a la cual muchos llamaban algo así como “el precipicio fiscal”.
Algunos hasta pudieron pensar que se trataba de una especie de teatro para complacer a las alas radicales de ambos partidos políticos, es decir, esperar hasta última hora para aprobar la continuación de las rebajas de impuestos , hacer ciertos gestos simbólicos y mitigar las iras tremebundas tanto de la derecha republicana como de la izquierda demócrata. Otros asuntos relacionados con el presupuesto quizás esperan también por nuevos gestos y discursos partidaristas antes de ser enfrentados debidamente. Y en estados como Florida cualquier cosa puede pasar. Los comentaristas y observadores se limitan a presentar escenarios, uno tras otro, ante la incertidumbre reinante.
Un ejemplo de panorama con escenarios inciertos es el de la sucesión del presidente Hugo Chávez de Venezuela, uno de los personajes más polémicos, por no decir pintorescos, de los últimos tiempos, pero que disfruta de gran popularidad en un sector y en los países en que contribuye, por algún motivo, a aliviar los problemas energéticos, sobre todo en Centroamérica y las islas del Caribe. Se discute si las fuerzas armadas venezolanas inclinarán la balanza en dirección a un gobierno más nacionalista que socialista o si otro sector del oficialismo, preferirá estrechar sus vínculos con el experimento cubano de nuestro tiempo.
Los mecanismos de sucesión de la actual constitución de Venezuela son algo diferentes a los de otras naciones y dependiendo de ciertos detalles peculiares la Presidencia corresponderá ya sea al actual Vicepresidente o a la persona que presida en el momento preciso la Asamblea Nacional. Como todos conocen, reina la incertidumbre en Caracas y en todo el territorio nacional ya que la sustitución de un gobernante que no solo ha ejercido el poder por largo tiempo sino que ha sido visualizado como un caudillo puede ser sumamente difícil, especialmente en un país que ha experimentado con una forma de socialismo que combina cierto grado de autoritarismo con elecciones oficialmente competitivas y una diversidad de partidos.
Nuevos caudillos como el coronel Chávez han creado, pues, un nuevo estilo de izquierda política que no ha tomado forma definitiva y cualquier suceso invita a enumerar escenarios y posibilidades, algún producto de la fantasía, tan frecuente en ambientes partidaristas y noticiosos que a veces parecen de ciencia ficción.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, en los países de Europa Oriental y Central ocupados por la Unión Soviética bajo el liderazgo de José Stalin, se ensayó un sistema que se inició con varios partidos políticos además del comunista, a veces identificado como Partido Obrero, Socialista Unificado, etc. Ya a finales de los años cuarenta los partidos opositores se convirtieron, como en Polonia, Hungría y Alemania del Este en simples poleas de trasmisión del partido gobernante, integrándose un “Frente Nacional” o algo parecido con participación de esos partidos, pero bajo el control del movimiento comunista aprobado por Moscú.
El modelo venezolano de hoy, posterior a tales acontecimientos, permite la competencia en elecciones de todo tipo, hasta más frecuentes que en períodos anteriores y que han provocado críticas válidas, pero que han permitido a la oposición alguna representación en la Asamblea Nacional y los gobiernos regionales aunque en el caso de estos últimos las más recientes elecciones redujeron a tres las gobernaciones controladas por la oposición.
Pero lo más extraño de lo que acontece en Venezuela es que sus relaciones con la vecina Cuba, es decir, con el actual régimen cubano, son tan estrechas que el gobernante, enfermo de gravedad, ha vivido gran parte del tiempo en la mayor de las Antillas aun antes de su enfermedad y ha recibido allí asesoramiento y ahora asistencia médica, alejada de los centros tradicionales de ese tipo de atención. Venezuela alberga en este período a miles de profesionales cubanos cuyas funciones van desde la atención médica hasta los mecanismos de seguridad y todo tipo de asesoramiento, reemplazando y superando en intensidad influencias como la ejercida anteriormente por el gobierno estadounidense en países americanos.
Claro que esos detalles no presentan características exactamente iguales a las de los nuevos estilos de revolución en los países islámicos y sus pueblos, altamente distintos a nuestro ambiente occidental, lo cual puede comprenderse por cuestiones religiosas, culturales e históricas, se ha escrito mucho.
Dando un salto geográfico y regresando a Occidente, se nota una nueva modalidad, aunque también con algunas raíces en el pasado. Se trata de la creciente tendencia de las administraciones estadounidenses a encabezar su lista de prioridades continentales, si es que estas existen realmente, con la búsqueda de no afectar en modo alguno la estabilidad de los países iberoamericanos, léase el “status quo”. Por otra parte, se sitúa en un verdadero primer plano a regiones situadas en los antípodas, entre ellas países, como los islámicos, en los cuales el cambio que se promueve equivale a abrir la caja de Pandora.
Se ha abandondo la metodología de la era de John Foster Dulles, arquitecto del ecumenismo presbiteriano, hijo de un teólogo protestante y padre de un cardenal católico. Dulles era estadista internacional siempre dispuesto a intervenir casi abiertamente, favoreciendo los intereses estadounidenses, como en la Guatemala de los años cincuenta, y ciertamente en la de James Polk en el siglo XIX, el presidente del más abierto expansionismo y de la guerra con México, tan combatida por Abraham Lincoln en su breve paso por el Congreso.
EE.UU., ha practicado por lo general la política de la reacción ante cualquier fenómeno que afecte su seguridad y sus intereses, pero prefiere ahora, con mayor frecuencia, mantener la estabilidad de los países, independientemente de si sus gobernantes son o no del agrado de la Casa Blanca, como sucede en el caso de Venezuela, y por qué no decirlo, del de Cuba. Aunque eso puede ser matizado, tal parece haber sido la política hacia las Antillas después de la era de los Kennedy y los Johnson.
La caída del comunismo internacional, que no conllevó la total desaparición de gobiernos comunistas o socialistas, ha inaugurado una era en la cual la amenaza que más asusta en Occidente es la del islamismo radical, muy diferente al comunismo ateo con su materialismo dialéctico. Y en América Latina, el comunismo tradicional y el castrismo original han sido sustituidos por el socialismo bolivariano y sus variantes, intento ideológico que no excluye los acercamientos a la religiosidad tradicional y a las nuevas comunidades eclesiales que ahora florecen en la América Latina. Pero cualquier escenario latinoamericano no puede ocultar la violencia y el narcotráfico, sumados a una vieja historia de corrupción gubernamental.
Me despido con un escenario que sirve para ilustrar los cambios en otras geografías. Los demócratas de hoy se parecen a los republicanos del pasado y viceversa. Los que eran considerados “progresistas” y liberales hasta terminar la administración de Teodoro Roosevelt (1901-1909), y aun después, eran los republicanos, mientras que ahora los liberales son los demócratas. Pero es difícil precisar los detalles. Y en Europa es aún más difícil distinguir a los partidos a no ser en alguna medida específica dictada por las crisis y ciclos económicos.
En fin, la información disponible es abundante, pero los actuales posibles escenarios son tan impredecibles y difíciles de interpretar casi como en cualquier otro período histórico. Y nadie puede predecir con certeza el estilo y calidad de vida de nuestros descendientes.
Algunos hasta pudieron pensar que se trataba de una especie de teatro para complacer a las alas radicales de ambos partidos políticos, es decir, esperar hasta última hora para aprobar la continuación de las rebajas de impuestos , hacer ciertos gestos simbólicos y mitigar las iras tremebundas tanto de la derecha republicana como de la izquierda demócrata. Otros asuntos relacionados con el presupuesto quizás esperan también por nuevos gestos y discursos partidaristas antes de ser enfrentados debidamente. Y en estados como Florida cualquier cosa puede pasar. Los comentaristas y observadores se limitan a presentar escenarios, uno tras otro, ante la incertidumbre reinante.
Un ejemplo de panorama con escenarios inciertos es el de la sucesión del presidente Hugo Chávez de Venezuela, uno de los personajes más polémicos, por no decir pintorescos, de los últimos tiempos, pero que disfruta de gran popularidad en un sector y en los países en que contribuye, por algún motivo, a aliviar los problemas energéticos, sobre todo en Centroamérica y las islas del Caribe. Se discute si las fuerzas armadas venezolanas inclinarán la balanza en dirección a un gobierno más nacionalista que socialista o si otro sector del oficialismo, preferirá estrechar sus vínculos con el experimento cubano de nuestro tiempo.
Los mecanismos de sucesión de la actual constitución de Venezuela son algo diferentes a los de otras naciones y dependiendo de ciertos detalles peculiares la Presidencia corresponderá ya sea al actual Vicepresidente o a la persona que presida en el momento preciso la Asamblea Nacional. Como todos conocen, reina la incertidumbre en Caracas y en todo el territorio nacional ya que la sustitución de un gobernante que no solo ha ejercido el poder por largo tiempo sino que ha sido visualizado como un caudillo puede ser sumamente difícil, especialmente en un país que ha experimentado con una forma de socialismo que combina cierto grado de autoritarismo con elecciones oficialmente competitivas y una diversidad de partidos.
Nuevos caudillos como el coronel Chávez han creado, pues, un nuevo estilo de izquierda política que no ha tomado forma definitiva y cualquier suceso invita a enumerar escenarios y posibilidades, algún producto de la fantasía, tan frecuente en ambientes partidaristas y noticiosos que a veces parecen de ciencia ficción.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, en los países de Europa Oriental y Central ocupados por la Unión Soviética bajo el liderazgo de José Stalin, se ensayó un sistema que se inició con varios partidos políticos además del comunista, a veces identificado como Partido Obrero, Socialista Unificado, etc. Ya a finales de los años cuarenta los partidos opositores se convirtieron, como en Polonia, Hungría y Alemania del Este en simples poleas de trasmisión del partido gobernante, integrándose un “Frente Nacional” o algo parecido con participación de esos partidos, pero bajo el control del movimiento comunista aprobado por Moscú.
El modelo venezolano de hoy, posterior a tales acontecimientos, permite la competencia en elecciones de todo tipo, hasta más frecuentes que en períodos anteriores y que han provocado críticas válidas, pero que han permitido a la oposición alguna representación en la Asamblea Nacional y los gobiernos regionales aunque en el caso de estos últimos las más recientes elecciones redujeron a tres las gobernaciones controladas por la oposición.
Pero lo más extraño de lo que acontece en Venezuela es que sus relaciones con la vecina Cuba, es decir, con el actual régimen cubano, son tan estrechas que el gobernante, enfermo de gravedad, ha vivido gran parte del tiempo en la mayor de las Antillas aun antes de su enfermedad y ha recibido allí asesoramiento y ahora asistencia médica, alejada de los centros tradicionales de ese tipo de atención. Venezuela alberga en este período a miles de profesionales cubanos cuyas funciones van desde la atención médica hasta los mecanismos de seguridad y todo tipo de asesoramiento, reemplazando y superando en intensidad influencias como la ejercida anteriormente por el gobierno estadounidense en países americanos.
Claro que esos detalles no presentan características exactamente iguales a las de los nuevos estilos de revolución en los países islámicos y sus pueblos, altamente distintos a nuestro ambiente occidental, lo cual puede comprenderse por cuestiones religiosas, culturales e históricas, se ha escrito mucho.
Dando un salto geográfico y regresando a Occidente, se nota una nueva modalidad, aunque también con algunas raíces en el pasado. Se trata de la creciente tendencia de las administraciones estadounidenses a encabezar su lista de prioridades continentales, si es que estas existen realmente, con la búsqueda de no afectar en modo alguno la estabilidad de los países iberoamericanos, léase el “status quo”. Por otra parte, se sitúa en un verdadero primer plano a regiones situadas en los antípodas, entre ellas países, como los islámicos, en los cuales el cambio que se promueve equivale a abrir la caja de Pandora.
Se ha abandondo la metodología de la era de John Foster Dulles, arquitecto del ecumenismo presbiteriano, hijo de un teólogo protestante y padre de un cardenal católico. Dulles era estadista internacional siempre dispuesto a intervenir casi abiertamente, favoreciendo los intereses estadounidenses, como en la Guatemala de los años cincuenta, y ciertamente en la de James Polk en el siglo XIX, el presidente del más abierto expansionismo y de la guerra con México, tan combatida por Abraham Lincoln en su breve paso por el Congreso.
EE.UU., ha practicado por lo general la política de la reacción ante cualquier fenómeno que afecte su seguridad y sus intereses, pero prefiere ahora, con mayor frecuencia, mantener la estabilidad de los países, independientemente de si sus gobernantes son o no del agrado de la Casa Blanca, como sucede en el caso de Venezuela, y por qué no decirlo, del de Cuba. Aunque eso puede ser matizado, tal parece haber sido la política hacia las Antillas después de la era de los Kennedy y los Johnson.
La caída del comunismo internacional, que no conllevó la total desaparición de gobiernos comunistas o socialistas, ha inaugurado una era en la cual la amenaza que más asusta en Occidente es la del islamismo radical, muy diferente al comunismo ateo con su materialismo dialéctico. Y en América Latina, el comunismo tradicional y el castrismo original han sido sustituidos por el socialismo bolivariano y sus variantes, intento ideológico que no excluye los acercamientos a la religiosidad tradicional y a las nuevas comunidades eclesiales que ahora florecen en la América Latina. Pero cualquier escenario latinoamericano no puede ocultar la violencia y el narcotráfico, sumados a una vieja historia de corrupción gubernamental.
Me despido con un escenario que sirve para ilustrar los cambios en otras geografías. Los demócratas de hoy se parecen a los republicanos del pasado y viceversa. Los que eran considerados “progresistas” y liberales hasta terminar la administración de Teodoro Roosevelt (1901-1909), y aun después, eran los republicanos, mientras que ahora los liberales son los demócratas. Pero es difícil precisar los detalles. Y en Europa es aún más difícil distinguir a los partidos a no ser en alguna medida específica dictada por las crisis y ciclos económicos.
En fin, la información disponible es abundante, pero los actuales posibles escenarios son tan impredecibles y difíciles de interpretar casi como en cualquier otro período histórico. Y nadie puede predecir con certeza el estilo y calidad de vida de nuestros descendientes.
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