MARCOS ANTONIO RAMOS: LA CONVENCION REPUBLICANA Y EL FIN DE UN MITO
Diario Las
Americas
Publicado el 08-25-2012
La Convención
Republicana y el fin de un mito
Por Marcos Antonio
Ramos
Con el ciclón
“Isaac” o sin sus vientos, la Convención Republicana nominará como candidato
presidencial a un Obispo y misionero de la Iglesia de Jesucristo de los Santos
de los Últimos Días. Y si el gobernador Mitt Romney, que avanza en las
encuestas, no es elegido Presidente no será por su afiliación
religiosa.
Con motivo de la nominación de Romney un titular afirmaba: “Los protestantes blancos quedan fuera del poder.” Aparentemente se estaba pensando en los platillos voladores o en el secreto de las pirámides. Curiosamente, Romney no es protestante histórico o teológico, pero los mormones como él son clasificados, al menos sociológicamente y algo arbitrariamente, como protestantes y la mayoría de ellos son blancos. En otras palabras, que aquí no ha pasado nada. Hace tiempo que en esta nación no se vota por candidatos presidenciales por ser protestantes blancos, ni ninguna confesión religiosa se dedica a promover públicamente a miembros de su denominación. Los “protestantes blancos” que han llegado a la Casa Blanca no lograron esa meta simplemente por estar afiliados a una iglesia. Ni sus confesiones han logrado beneficios especiales por los vínculos denominacionales de sus “presidenciales” feligreses. Es más, aunque la gran mayoría de los miembros del Senado y de la Cámara se identifican con confesiones protestantes, ninguno de ellos puede hacer algo por promover a su iglesia, como tampoco pueden hacerlo católicos, judíos, mormones o islámicos. Si acaso pueden hacerlo por sus principios morales. Es cierto que en Estados Unidos, como señala la información, existió una gran división entre protestantes y católicos, el asunto ha cambiado bastante. Alguien olvidó que no vivimos en 1928 sino en el 2012. En 1960 el estado de Georgia, que contaba entonces con más de un 95% de población protestante, votó mayoritariamente a favor del candidato de confesión católica John Kennedy. La cuarta parte de los católicos votó por su oponente, coincidiendo con el porcentaje de católicos que eran republicanos entonces y que siguieron votando como tales en 1960 sin importar la confesión religiosa del demócrata Kennedy. Es cierto que hubo polémica en algunos sectores, pero en lo que va de siglo XXI, los católicos que han sido designados a la Corte Suprema han contado con el apoyo de grandes sectores del protestantismo evangélico, no por ser católicos sino por sus ideas sobre temas morales. Ni los protestantes dominan como tales el Congreso, ni los católicos, como denominación religiosa, dominan la Corte Suprema de Justicia. Es más, de los cinco católicos que forman parte del tribunal, uno de ellos, la magistrada Sonia Sotomayor no se opone al aborto libre y otro, el “Chief Justice” Roberts, otro católico, emitió el voto que salvó el plan de salud del Presidente Obama, ley rechazada por importantes sectores de la Iglesia a la cual pertenece el magistrado. Curiosamente, en numerosas informaciones el juez David Souder, miembro de la Iglesia Episcopal, aparece como católico romano sin serlo. En todo caso sería anglo católico por simpatizar con la “high church” en el anglicanismo. A los que intentan asociar las Iglesias con el poder político o judicial se les debe recordar que ninguna denominación protestante se ha molestado porque cinco miembros de la Corte Suprema sean de confesión católica, aunque uno de ellos asiste casi todos los domingos a una iglesia protestante con su esposa. Algo parecido al primer ministro Tony Blair del Reino Unido, que era anglicano mientras ocupaba ese cargo, pero asistía a una iglesia católica con su esposa y eventualmente se unió a esa confesión. Alguien destacaba que algo más de la mitad de los norteamericanos se identifica con alguna iglesia protestante a pesar de la inmigración extranjera actual, que no favorece numéricamente al protestantismo. El seguir siendo mayoría nacional se debe al gigantesco crecimiento de las Iglesias evangélicas más conservadoras en la población nativa y los hispanos, pero los evangélicos no son el único grupo que crece o pudiera hacerlo. Si los católicos y judíos en el tribunal recibieran instrucciones directas de su iglesia o religión sería algo tan extraño como que la mayoría protestante en la población o el Congreso exigiera tener mayoría en la Corte Suprema. El Presidente Andrew Jackson (presbiteriano practicante) designó en 1829 a un católico (Roger Tanney) como “Chief Justice” de la Corte Suprema. Entonces la población católica era escasa en EE.UU. Y la triste realidad es que ni todos los católicos en la Corte Suprema ni la mayoría de los protestantes en el Congreso federal son siempre consecuentes con las enseñanzas morales de sus respectivas denominaciones religiosas, como sucede en el caso de legisladores judíos no observantes. Un dato que si coincide con la realidad es el de que los protestantes más conservadores se sienten más cómodos con los católicos tradicionalistas que con los protestantes liberales. Podía haber añadido que lo mismo pasa con los católicos tradicionalistas, alarmados lógicamente ante declaraciones de laicos y religiosos católicos que desafían abiertamente principios de su iglesia. El hecho de que los republicanos no nominen un protestante histórico para la Presidencia en el 2012 ha sido el dato que ha impulsado ciertas informaciones. Pero nadie debe sorprenderse que en un país en que sólo un católico ha ocupado la Presidencia (Kennedy) o la vicepresidencia (Biden) llegue el momento en que muchos católicos logren ser nominados para esos cargos, a los que tienen tanto derecho como cualquier otro ciudadano, afiliado o no a alguna religión. Los que se sorprendieron por el mormonismo de Romney no conocían hasta hace poco que el líder demócrata del Senado es también miembro de esa iglesia. Al darle importancia a estos asuntos debe recordarse que nunca ha existido realmente eso de “protestantes en el poder” porque muchos presidentes nominalmente protestantes no han sido realmente religiosos activos o creyentes fervorosos. Esa situación sucede en todas partes. En el país donde nací casi todos los presidentes eran nominalmente católicos, pero pocos entre ellos eran practicantes. Y de los dos presidentes cubanos que fueron en algún momento miembros de una iglesia protestante, uno de ellos solo lo fue en su juventud. Una información que se ha difundido afirma que el 51.3% de los norteamericanos son protestantes, el 23.9% católicos, el 1.7% mormones y también el 1.7% judíos. Ahora bien, la mayoría de los que afirman ser protestantes, católicos o judíos no asisten a sus templos a no ser en alguna ocasión familiar (bautizos, bodas, entierros). Muchos católicos no conocen siquiera los nombres de los cardenales estadounidenses y muchos protestantes no conocen si el famoso Dr. Billy Graham es bautista o presbiteriano. Los estadounidenses elegirán en el futuro, como lo hicieron en el pasado, a personas de diferentes confesiones. La prensa liberal se preocupa porque un gran sector, independientemente de su identidad confesional, se haya unido en torno a ciertas ideas conservadoras en cuanto a estilo de vida. Ese dato si es exacto, pero no equivale a disfrutar del “poder”. Hablar de “poder” político basado en confesiones cristianas, sería trasladar una situación islámica contemporánea a un país occidental. El caso de Mitt Romney como candidato republicano ha servido para destruir uno de tantos mitos, como sucedió con la elección de un católico en 1960 y de un afroamericano en el 2010. Cuando en futuras fechas se reúnan las convenciones de los partidos, serán nominados protestantes blancos o afroamericanos, católicos “anglos” o “hispanos”, mormones y judíos como personas de otras creencias. Como en casi todo el mundo occidental, la libertad religiosa impera. El mormonismo de Romney pudiera costarle algunos votos, pero la abrumadora mayoría de los que objetan su afiliación religiosa no iban a votar por él de cualquier manera. En Tampa se pondrá punto final a un mito. |
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