Campaña del 2012: la lucha sigue
Dr. Marcos A. Ramos |
Diario Las Américas
Publicado el 02-04-2012
Por Marcos Antonio Ramos
El ex presidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich parece estar decidido a continuar su lucha por la postulación presidencial republicana. Utilizo lo de lucha porque su esfuerzo va mucho más allá de una simple contienda o “carrera”, como acostumbran a llamarla los que se refieren a las campañas por una posición pública que depende de elecciones. Esto se parece más a una especie de guerra campal que a otra cosa.
Este notable político parece dispuesto, de ser necesario, hasta a rasgarse las vestiduras en la vieja tradición romana. También hay otro asunto que se va destacando a los ojos de los observadores más veteranos. Si el candidato continúa manteniendo en alto su aspiración hasta que se celebre la Convención Republicana en Tampa pudiéramos regresar a otros tiempos, en los cuales, a pesar de existir un candidato con una gran cantidad de delegados en su columna, fue necesario esperar hasta el final.
Todo lo anterior es un ejercicio en que prevalece la especulación, aunque con ciertos elementos de realidad. Por el momento el ex gobernador Mitt Romney avanza firmemente hacia la postulación. El resultado de las primarias realizadas en la Florida lo convierte en un claro favorito y sus partidarios tienen sobradas razones para celebrar. Algunos mitos empiezan a caer. Uno de ellos es que Romney no obtendría votos en la comunidad de evangélicos conservadores.
En la Florida obtuvo prácticamente el mismo porcentaje de esos sufragios que Gingrich. Claro está que mientras Gingrich y el ex senador Rick Santorum estén compitiendo el voto de los conservadores evangélicos se dividirá entre ellos. Es más, hasta el congresista Ron Paul, religiosamente ubicado en el llamado “mainstream” de la religión histórica norteamericana, es decir, un protestante no necesariamente considerado “evangélico conservador” o fundamentalista, ha recibido votos de ciudadanos ubicados en ese sector.
Nadie discute que muchos evangélicos conservadores tienen sus reservas en cuanto a votar por un mormón, miembro de una forma de religiosidad muy diferente a la tradicional, pero en otro tiempo se opusieron a la elección de un católico romano y ahora muchos de ellos han llegado a “endosar” con inusitado entusiasmo a católicos romanos como Santorum y hasta a Gingrich, un católico converso que abandonó la práctica de la confesión bautista, prevaleciente entre los anglos y afroamericanos en el sur, y en algunos estados de otras regiones. Siempre habría, sin embargo, que decir algo así como “mutatis mutandis” y salvar las distancias porque hay mucha más afinidad entre el catolicismo y el movimiento evangélico que entre ambas formas de religiosidad y la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, los mormones.
Pero dejaré ese tema religioso para un futuro artículo. Lo que se impone comentar es que en el mes de febrero, Romney tiene buenas posibilidades en otros estados. Por ejemplo, su padre fue un notable gobernador de Michigan y en Arizona existe una influyente comunidad mormona. Eso mismo sucede en Nevada, donde la figura política más importante, el líder de la mayoría demócrata en el Senado Harry Reed, es también mormón. Y no es que los mormones voten siempre por un correligionario, pero la posibilidad de que uno de ellos llegue a la Casa Blanca debe tener por lo menos el mismo atractivo que la elección de un católico en 1960.
En aquella ocasión tres cuartas partes de los católicos depositaron su sufragio por John F. Kennedy y casi todos comprendieron sus razones. Curiosamente, Kennedy triunfó en Georgia a pesar de que allí hay Iglesias bautistas casi a escasos metros de distancia las unas de las otras.
Retomando la lucha de Gringrich contra viento y marea, lo cual en cierta forma puede admirarse, marzo pudiera ser el mes de su resurrección, si eso es posible. Desde Georgia, su propio estado, hasta Tennessee se celebrarán ese mes las elecciones primarias, estilo “Super Martes” y allí podrá obtener numerosos delegados para la Convención. Cuando llegue el turno a Texas se produciría quizás un período caracterizado por la ansiedad porque Gingrich tiene el apoyo del gobernador Rick Perry y los republicanos están situados allí a la derecha de Luis XIV. El problema mayor para Gingrich lo representan estados del Medio Oeste y el Noreste, así como California, pero no debe desestimarse su intensidad combativa.
En cualquier caso, Romney ha demostrado poseer capacidad y recursos para obtener la nominación. Su mayor tarea es demostrar que es lo suficientemente conservador después de su período como gobernador del estado de Massachussetts. Peter J. Boyer escribía esta semana en “Newsweek” que los conservadores que odian a Romney están equivocados y que el ex gobernador será amado por ellos si llega a la Casa Blanca. Es más, afirma que Romney gobernaría mucho más como Reagan que lo que “sus críticos imaginan”. Todo eso es discutible para los más conservadores, pero mientras Gingrich lucha por el voto de la derecha, Romney evitará parecer “moderado” o “liberal”.
Ya Gingrich lo acusa de esto último, lo cual me parece demasiado. Y el ex senador Santorum no pierde la esperanza de que si Gingrich no se convierte en la alternativa conservadora, su propia aspiración pudiera resucitar. En política puede intentarse, aunque las posibilidades sean remotas. No olvidemos como Richard Nixon resucitó en 1968 y Bill Clinton en New Hampshire en 1992.
Y es imposible intentar siquiera una modesta crónica de lo sucedido esta semana y pasar por alto la grandísima realidad de que Florida ha sido un estado decisivo para la aspiración de Romney y se ha convertido en indispensable para los republicanos. El presidente Barack Obama tiene asegurado su triunfo en Nueva York y California. Cualquier candidato republicano triunfará en Texas. Pero la Florida es tan necesaria para los republicanos como Ohio para los demócratas. Se habla mucho acerca del efecto de la economía, pero nadie puede predecir qué sucederá en los próximos meses. En otras palabras, desconocemos si continuará esta lenta recuperación, lo cual aseguraría, dicen algunos, la quizás probable reelección, o si se producirán noticias económicas que contribuirán a evitarla.
Vivimos en el 2012 y no debemos continuar aferrados a viejos clichés de pasadas épocas. Eso de que un mormón no puede llegar a la Casa Blanca es simplemente una pérdida de tiempo. Siempre hay una primera vez. Muchos amigos nos aseguraban que era imposible la victoria de Obama en el 2008. Otros señalaban que los escándalos de la era de Clinton impedirían su reelección. Algunos siguen creyendo, como un dogma de fe infalible, que la existencia de más de 8 por ciento de desempleo impide la reelección de un gobernante. En mi opinión, esos factores ni aseguran la victoria, ni tampoco la derrota. Son muchos los asuntos que intervienen, entre ellos factores como los candidatos que se enfrentan. Y con permiso de quienes piensen diferentemente, considero que todo lo decidirán “los inescrutables designios de la Providencia”.
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