MARCOS ANTONIO RAMOS: Cincuenta y una votaciones y una sola elección presidencial
Cincuenta y una votaciones y una sola elección presidencial
Por Marcos Antonio Ramos
En elecciones cubanas del período republicano si un candidato ganaba la Presidencia lograba el triunfo en las seis provincias. En los comicios celebrados después de la “revolución” de los años treinta, la única provincia que votó diferentemente al resto del país en comicios presidenciales, al menos según los resultados oficiales, fue la de Pinar del Río en 1944. Pero esa uniformidad no existe en EE.UU. Aquí, después de los triunfos de George Washington, nadie ha ganado todos los estados. Más importante pudiera ser la gran diferencia en las cifras porcentuales. La diferencia entre Utah y Rhode Island, por citar sólo dos estados que votan diferentemente, puede impresionar a cualquiera.
A pesar de no ser considerado como un estado, el Distrito de Columbia, donde radica la sede del gobierno federal, cuenta con tres votos electorales. Por lo tanto, el 6 de noviembre se llevarán a cabo votaciones en 50 jurisdicciones estatales y en la capital. Regiones casi totalmente urbanas y otras con una significativa votación rural y de pequeñas poblaciones, lo cual implica culturas algo diferentes. Algunos estados son predominantemente industriales, en otros hay una apreciable influencia agrícola.
En algunos prevalece el protestantismo histórico de la vieja aristocracia original de la Nueva Inglaterra (los “brahmines”), y de las clases alta o media alta; en otros el protestantismo fundamentalista o evangélico cuyo promedio de ingresos es mucho menor. En el Noreste la población católica es la mayor y abarca todos los niveles de ingreso. La comunidad judía se ha reducido muchísimo en porcentajes, pero cuenta con enormes recursos económicos. Y en esa misma región hay estados donde una amplia mayoría no asiste ni siquiera ocasionalmente a un templo o sinagoga.
Hay estados donde puede predecirse una victoria republicana o demócrata, situación que sólo cambia cuando se postula a un candidato con gran arraigo a nivel nacional como lo era Lyndon Johnson en 1964 y Ronald Reagan, sobre todo en 1984. En 1964 Johnson triunfó en Utah, el estado más republicano, y en 1984 Reagan logró el triunfo en Massachussetts, el único estado que votó en 1972 por George McGovern, famoso político demócrata fallecido esta semana.
Aunque es imposible predecir las elecciones presidenciales de este año, usted puede asegurar que Mitt Romney obtendrá una altísima votación en casi todo el Sur y el presidente Obama logrará un resultado favorable en casi todos los estados del Noreste y en los que limitan con el Océano Pacífico. Un problema en las encuestas es que el candidato republicano acumula este año promedios tan altos en el Sur (con excepción de la Florida, Virginia y Carolina del Norte, estados que también pudiera ganar) que la ventaja sobre Obama en el voto popular nacional pudiera deberse en gran parte a cifras tan elevadas en el corazón de la antigua Confederación sureña. De ahí que las encuestas regionales en el Sur anticipen una ventaja de entre 20 y 30 por ciento a favor de Romney, muy por encima de Obama en la región. Algo parecido sucede en Utah, Wyoming, Idaho y otros “estados de la montaña” en el Oeste, así como en estados firmemente republicanos del interior como Nebraska, las Dakotas y Kansas.
Es por lo anterior que existe el peligro de que el voto popular no coincida con el electoral, es decir, el de los 538 compromisarios. Una votación de 50.1% o 54% en Michigan le concedería todos sus 16 votos electorales a Obama, mientras que porcentajes del 65%, o más, a su favor de Romney en Alabama sólo le otorgaría 9 votos electorales. Ahora bien, si usted es un votante republicano no debe preocuparse hasta perder el sueño ya que, de ganar en Ohio donde la ventaja de Obama es pequeña, el candidato republicano pudiera convertirse en Presidente a pesar de lo anterior y quizás lograría mas de los 270 requeridos. La aritmética electoral de este año parece señalar al Medio Oeste (“Midwest”) como decisivo, pero nadie puede asegurarlo totalmente. Hay distintos escenarios posibles, pero, eso sí, las votaciones serán muy diferentes en las 51 jurisdicciones.
El país ha cambiado en ese asunto de las preferencias regionales. Hasta 1964 los demócratas podían contar con casi todos los estados del Sur. A partir de esa fecha la situación cambió allí a favor de los republicanos, a no ser cuando los demócratas postularon un sureño (James Carter en 1976 y Bill Clinton en 1992). Muchos se sorprendieron con las victorias de Obama en la Florida, Virginia y Carolina del Norte en el 2008, algo que le será difícil repetir al Presidente en el 2012.
La transformación se nota en cuestiones como las raciales y étnicas ante el número menor de nacimientos en la población “blanca no hispana” (uno de tantos nombres utilizados para identificarla). La llegada de inmigrantes procedentes de Iberoamérica también ha alterado el cuadro. La población afroamericana tiende a aumentar gradualmente aunque sin el dramatismo del crecimiento “hispano”. La Real Academia prefiere ahora el nombre hispanounidense, lo cual cuenta con mi modesto apoyo.
Retomando el tan mencionado tema religioso en los comicios, el número de personas sin afiliación religiosa y con una cultura secularista crece constantemente y la asistencia regular a los templos se ha reducido entre los protestantes históricos y los católicos, mientras aumenta el de constantes feligreses dominicales en Iglesias evangélicas fundamentalistas y en otros grupos como el de los mormones. Tanto esos datos como otros, sobre todo la inmigración, representan cambios en la demografía o la sociología, como se verá con más fuerza en las próximas décadas.
Hace semanas, cuando las encuestadoras cambiaron sus cifras de votantes inscritos (“registered voters”) a votantes probables (“likely voters”), los porcentajes de Romney mejoraron en las encuestas, ayudado también por el primer debate. Algunos en la prensa han olvidado que, cuando las encuestas sólo informan de los votantes con más posibilidades, las cifras del GOP mejoran en varios estados, aunque con excepciones como la del 2008. En cualquier caso, la del 2012 sigue siendo una elección reñida, pero el candidato republicano ha demostrado competir firmemente y la bien aceitada maquinaria demócrata también sacará a votar a cuanto votante le favorezca.
Independientemente del resultado, el Partido Republicano tendrá, quizás mas que el Demócrata, que adaptarse a la diversidad, una demografía diferente y una población más secularizada que incluye una juventud que no responde al anterior sistema de vida y conducta, así como un sector, sobre todo entre las damas solteras, que insiste en lo que considera como sus derechos en cuestiones reproductivas.
Los demócratas no podrán depender sólo de sus electores favoritos, pero los republicanos no deben contentarse con votantes blancos y la derecha religiosa. Las mayorías electorales se convierten fácilmente en las minorías de otros períodos. Es increíble que todavía no se conozca quién ganará Nevada, con una antigua preferencia republicana, o Wisconsin, inclinado generalmente hacia los demócratas. A partir de las elecciones de 1964, el Partido Republicano se inclinó claramente hacia la derecha y el Demócrata levantó la bandera liberal, lo cual le costó la votación sureña blanca, ganándole la afroamericana.
Los demócratas de hoy no son los de 1860, como tampoco los republicanos de ahora son los de aquella fecha, ya perdida en la noche de los tiempos. Ambos partidos tendrán que analizar su futuro, buscando quizás aquel “permanente renuevo” del ilustrado ex vicepresidente cubano Guillermo Alonso Pujol. Es un país diferente al que conocí al radicarme aquí, con nuevas generaciones impredecibles y una nueva geografía electoral.
Finalmente, nadie sabe si un candidato ganará el voto popular y otro el electoral como en el 2000 y en otras ocasiones. Como tantos otros observadores, me he limitado a señalar esa posibilidad.
A pesar de no ser considerado como un estado, el Distrito de Columbia, donde radica la sede del gobierno federal, cuenta con tres votos electorales. Por lo tanto, el 6 de noviembre se llevarán a cabo votaciones en 50 jurisdicciones estatales y en la capital. Regiones casi totalmente urbanas y otras con una significativa votación rural y de pequeñas poblaciones, lo cual implica culturas algo diferentes. Algunos estados son predominantemente industriales, en otros hay una apreciable influencia agrícola.
En algunos prevalece el protestantismo histórico de la vieja aristocracia original de la Nueva Inglaterra (los “brahmines”), y de las clases alta o media alta; en otros el protestantismo fundamentalista o evangélico cuyo promedio de ingresos es mucho menor. En el Noreste la población católica es la mayor y abarca todos los niveles de ingreso. La comunidad judía se ha reducido muchísimo en porcentajes, pero cuenta con enormes recursos económicos. Y en esa misma región hay estados donde una amplia mayoría no asiste ni siquiera ocasionalmente a un templo o sinagoga.
Hay estados donde puede predecirse una victoria republicana o demócrata, situación que sólo cambia cuando se postula a un candidato con gran arraigo a nivel nacional como lo era Lyndon Johnson en 1964 y Ronald Reagan, sobre todo en 1984. En 1964 Johnson triunfó en Utah, el estado más republicano, y en 1984 Reagan logró el triunfo en Massachussetts, el único estado que votó en 1972 por George McGovern, famoso político demócrata fallecido esta semana.
Aunque es imposible predecir las elecciones presidenciales de este año, usted puede asegurar que Mitt Romney obtendrá una altísima votación en casi todo el Sur y el presidente Obama logrará un resultado favorable en casi todos los estados del Noreste y en los que limitan con el Océano Pacífico. Un problema en las encuestas es que el candidato republicano acumula este año promedios tan altos en el Sur (con excepción de la Florida, Virginia y Carolina del Norte, estados que también pudiera ganar) que la ventaja sobre Obama en el voto popular nacional pudiera deberse en gran parte a cifras tan elevadas en el corazón de la antigua Confederación sureña. De ahí que las encuestas regionales en el Sur anticipen una ventaja de entre 20 y 30 por ciento a favor de Romney, muy por encima de Obama en la región. Algo parecido sucede en Utah, Wyoming, Idaho y otros “estados de la montaña” en el Oeste, así como en estados firmemente republicanos del interior como Nebraska, las Dakotas y Kansas.
Es por lo anterior que existe el peligro de que el voto popular no coincida con el electoral, es decir, el de los 538 compromisarios. Una votación de 50.1% o 54% en Michigan le concedería todos sus 16 votos electorales a Obama, mientras que porcentajes del 65%, o más, a su favor de Romney en Alabama sólo le otorgaría 9 votos electorales. Ahora bien, si usted es un votante republicano no debe preocuparse hasta perder el sueño ya que, de ganar en Ohio donde la ventaja de Obama es pequeña, el candidato republicano pudiera convertirse en Presidente a pesar de lo anterior y quizás lograría mas de los 270 requeridos. La aritmética electoral de este año parece señalar al Medio Oeste (“Midwest”) como decisivo, pero nadie puede asegurarlo totalmente. Hay distintos escenarios posibles, pero, eso sí, las votaciones serán muy diferentes en las 51 jurisdicciones.
El país ha cambiado en ese asunto de las preferencias regionales. Hasta 1964 los demócratas podían contar con casi todos los estados del Sur. A partir de esa fecha la situación cambió allí a favor de los republicanos, a no ser cuando los demócratas postularon un sureño (James Carter en 1976 y Bill Clinton en 1992). Muchos se sorprendieron con las victorias de Obama en la Florida, Virginia y Carolina del Norte en el 2008, algo que le será difícil repetir al Presidente en el 2012.
La transformación se nota en cuestiones como las raciales y étnicas ante el número menor de nacimientos en la población “blanca no hispana” (uno de tantos nombres utilizados para identificarla). La llegada de inmigrantes procedentes de Iberoamérica también ha alterado el cuadro. La población afroamericana tiende a aumentar gradualmente aunque sin el dramatismo del crecimiento “hispano”. La Real Academia prefiere ahora el nombre hispanounidense, lo cual cuenta con mi modesto apoyo.
Retomando el tan mencionado tema religioso en los comicios, el número de personas sin afiliación religiosa y con una cultura secularista crece constantemente y la asistencia regular a los templos se ha reducido entre los protestantes históricos y los católicos, mientras aumenta el de constantes feligreses dominicales en Iglesias evangélicas fundamentalistas y en otros grupos como el de los mormones. Tanto esos datos como otros, sobre todo la inmigración, representan cambios en la demografía o la sociología, como se verá con más fuerza en las próximas décadas.
Hace semanas, cuando las encuestadoras cambiaron sus cifras de votantes inscritos (“registered voters”) a votantes probables (“likely voters”), los porcentajes de Romney mejoraron en las encuestas, ayudado también por el primer debate. Algunos en la prensa han olvidado que, cuando las encuestas sólo informan de los votantes con más posibilidades, las cifras del GOP mejoran en varios estados, aunque con excepciones como la del 2008. En cualquier caso, la del 2012 sigue siendo una elección reñida, pero el candidato republicano ha demostrado competir firmemente y la bien aceitada maquinaria demócrata también sacará a votar a cuanto votante le favorezca.
Independientemente del resultado, el Partido Republicano tendrá, quizás mas que el Demócrata, que adaptarse a la diversidad, una demografía diferente y una población más secularizada que incluye una juventud que no responde al anterior sistema de vida y conducta, así como un sector, sobre todo entre las damas solteras, que insiste en lo que considera como sus derechos en cuestiones reproductivas.
Los demócratas no podrán depender sólo de sus electores favoritos, pero los republicanos no deben contentarse con votantes blancos y la derecha religiosa. Las mayorías electorales se convierten fácilmente en las minorías de otros períodos. Es increíble que todavía no se conozca quién ganará Nevada, con una antigua preferencia republicana, o Wisconsin, inclinado generalmente hacia los demócratas. A partir de las elecciones de 1964, el Partido Republicano se inclinó claramente hacia la derecha y el Demócrata levantó la bandera liberal, lo cual le costó la votación sureña blanca, ganándole la afroamericana.
Los demócratas de hoy no son los de 1860, como tampoco los republicanos de ahora son los de aquella fecha, ya perdida en la noche de los tiempos. Ambos partidos tendrán que analizar su futuro, buscando quizás aquel “permanente renuevo” del ilustrado ex vicepresidente cubano Guillermo Alonso Pujol. Es un país diferente al que conocí al radicarme aquí, con nuevas generaciones impredecibles y una nueva geografía electoral.
Finalmente, nadie sabe si un candidato ganará el voto popular y otro el electoral como en el 2000 y en otras ocasiones. Como tantos otros observadores, me he limitado a señalar esa posibilidad.
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