MARCOS ANTONIO RAMOS: ¿UN NUEVO CONTINUISMO?
¿Un nuevo continuismo?
Por Marcos Antonio Ramos
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DOMINGO 14 DE JULIO DE 2013
Mientras Edward Snowden y los violentos acontecimientos posteriores al derrocamiento del presidente egipcio Mohamed Morsi acaparan todavía la atención internacional, las elecciones regionales en México no han sido ignoradas. La anunciada derrota del PRI en Baja California y el recuento de los votos han sido discutidos. A pesar de la alternancia en el poder desde el 2000, la política mexicana sigue girando en torno al viejo partido de Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas. El centro derechista PAN ha logrado algunos avances luego de su abrumadora derrota del 2012, pero todavía necesita, como en su aparente triunfo en Baja California, unir sus fuerzas con el izquierdista PRD para lograr, a pesar de las diferencias ideológicas, anotarse algunas victorias. Lo que ha conseguido en ese estado es mantenerse en control de un gobierno estatal que ya estaba en sus manos. Arrebatarle un estado al PRI constituye algo más difícil, aunque posible. Y el PRI logró victorias en contiendas municipales importantes.
El PRI no conoce realmente estar fuera del poder. Basta echar un vistazo al Senado y la Cámara de Diputados, a nivel federal, así como a las gobernaciones, asambleas legislativas estatales, y gobiernos municipales, para comprender como ese partido, aun sin controlar la Presidencia del 2000 al 2012, ha permanecido como la principal fuerza política del país. Y ni siquiera hemos abierto la gaveta en cuanto a los sindicatos y otras organizaciones donde sigue ejerciendo su influencia. Esa situación no se limita a México, pero nos ofrece en ese bello país un ejemplo casi clásico de continuismo en el poder.
El modelo mexicano, el de una reelección casi ininterrumpida, no es demasiado diferente a los proyectos políticos que dominan ahora la política en Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Argentina, Bolivia y por supuesto en la Cuba de los hermanos Castro, sin olvidar al Paraguay del viejo Partido Colorado. Otros países van por el mismo camino. En otras regiones del planeta, como en el mundo árabe de las dinastías de Arabia Saudita, Jordania, etc., y el Irán de los ayatolas, con una etnia diferente, pero también de religión musulmana, se ha logrado un grado mucho mayor de continuismo, no hay alternancia en el poder, ni siquiera por unos años, como ha sucedido recientemente en el México de Porfirio Díaz y en el Paraguay del doctor Francia.
Así las cosas, es bueno recordar que el continuismo priísta tiene sus raíces en las primeras décadas del siglo XX y no se trata de una situación exclusiva. Otros han aprendido de ese y otros ejemplos y parecen encaminarse en la misma dirección. Con grandes cantidades de dinero para las campañas, frecuente apoyo militar y otros recursos, no necesariamente edificantes, el estilo adoptado consiste en conceder victorias a nivel provincial o local, una limitada participación oposicionista en los parlamentos, pero con control casi ininterrumpido del poder ejecutivo. En Venezuela se utiliza el sistema de acusar de corrupción a los oposicionistas elegidos para cargos públicos en estados y municipios, limitando su capacidad para ascender gradualmente al poder ejecutivo nacional o al control parlamentario.
En el mundo de las ciencias políticas y en el ejercicio de la administración pública van surgiendo modelos, a veces variaciones sobre un mismo tema, pero con ocasionales demostraciones de cierta originalidad. En Egipto se ha logrado limitar a unos meses el triunfo de la oposición al gobierno militar. Los que reemplazaron a los institutos armados y sus partidos aliados lo hicieron tan mal que ahora permiten al ejército gobernar con caras más aceptables, como las de un alto funcionario judicial en la Presidencia y un diplomático con prestigio como vicepresidente a cargo de política exterior. En forma aparentemente juiciosa se escogió a un economista opuesto al depuesto presidente Hosni Mubarak como primer ministro, pero bajo supervisión militar.
El casi imposible predecir, en medio de protestas islamistas, si el modelo que ha regresado a Egipto permanecerá indefinidamente. No sería muy diferente al viejo modelo turco: ejército en control, cierto grado de democracia y estado secular. Ese sistema, construido sobre un modelo laico, el de Kemal Ataturk, pudiera regresar a Turquía, donde no ha desaparecido realmente.
Como puede verse, el continuismo en esas lejanas naciones y el que se ha ido instalando en países de América Latina, tiene otras características. Ahora bien, el anhelo de continuismo en el poder, como el deseo de seguir viviendo, forma parte de la condición humana, independientemente de etnias y regiones. No es un tema agradable, pero tampoco es nuevo.
El PRI no conoce realmente estar fuera del poder. Basta echar un vistazo al Senado y la Cámara de Diputados, a nivel federal, así como a las gobernaciones, asambleas legislativas estatales, y gobiernos municipales, para comprender como ese partido, aun sin controlar la Presidencia del 2000 al 2012, ha permanecido como la principal fuerza política del país. Y ni siquiera hemos abierto la gaveta en cuanto a los sindicatos y otras organizaciones donde sigue ejerciendo su influencia. Esa situación no se limita a México, pero nos ofrece en ese bello país un ejemplo casi clásico de continuismo en el poder.
El modelo mexicano, el de una reelección casi ininterrumpida, no es demasiado diferente a los proyectos políticos que dominan ahora la política en Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Argentina, Bolivia y por supuesto en la Cuba de los hermanos Castro, sin olvidar al Paraguay del viejo Partido Colorado. Otros países van por el mismo camino. En otras regiones del planeta, como en el mundo árabe de las dinastías de Arabia Saudita, Jordania, etc., y el Irán de los ayatolas, con una etnia diferente, pero también de religión musulmana, se ha logrado un grado mucho mayor de continuismo, no hay alternancia en el poder, ni siquiera por unos años, como ha sucedido recientemente en el México de Porfirio Díaz y en el Paraguay del doctor Francia.
Así las cosas, es bueno recordar que el continuismo priísta tiene sus raíces en las primeras décadas del siglo XX y no se trata de una situación exclusiva. Otros han aprendido de ese y otros ejemplos y parecen encaminarse en la misma dirección. Con grandes cantidades de dinero para las campañas, frecuente apoyo militar y otros recursos, no necesariamente edificantes, el estilo adoptado consiste en conceder victorias a nivel provincial o local, una limitada participación oposicionista en los parlamentos, pero con control casi ininterrumpido del poder ejecutivo. En Venezuela se utiliza el sistema de acusar de corrupción a los oposicionistas elegidos para cargos públicos en estados y municipios, limitando su capacidad para ascender gradualmente al poder ejecutivo nacional o al control parlamentario.
En el mundo de las ciencias políticas y en el ejercicio de la administración pública van surgiendo modelos, a veces variaciones sobre un mismo tema, pero con ocasionales demostraciones de cierta originalidad. En Egipto se ha logrado limitar a unos meses el triunfo de la oposición al gobierno militar. Los que reemplazaron a los institutos armados y sus partidos aliados lo hicieron tan mal que ahora permiten al ejército gobernar con caras más aceptables, como las de un alto funcionario judicial en la Presidencia y un diplomático con prestigio como vicepresidente a cargo de política exterior. En forma aparentemente juiciosa se escogió a un economista opuesto al depuesto presidente Hosni Mubarak como primer ministro, pero bajo supervisión militar.
El casi imposible predecir, en medio de protestas islamistas, si el modelo que ha regresado a Egipto permanecerá indefinidamente. No sería muy diferente al viejo modelo turco: ejército en control, cierto grado de democracia y estado secular. Ese sistema, construido sobre un modelo laico, el de Kemal Ataturk, pudiera regresar a Turquía, donde no ha desaparecido realmente.
Como puede verse, el continuismo en esas lejanas naciones y el que se ha ido instalando en países de América Latina, tiene otras características. Ahora bien, el anhelo de continuismo en el poder, como el deseo de seguir viviendo, forma parte de la condición humana, independientemente de etnias y regiones. No es un tema agradable, pero tampoco es nuevo.
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