MARCOS ANTONIO RAMOS: LAS GRANDES POTENCIAS
Las grandes potencias
Por Marcos Antonio Ramos
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Diario Las Americas
Publicado el 06-23-2013
Publicado el 06-23-2013
La posición de Rusia, desafiando a EEUU, y otras naciones occidentales en la guerra civil en Siria es otra señal de que el país que conserva la mayor extensión geográfica no renuncia a su condición de gran potencia. Las palabras de Barack Obama ofreciendo a Rusia un desarme nuclear nos hacen recordar que la patria del académico Lomonosov constituye todavía un factor importante. Más allá de un simbólico acuerdo sobre la necesidad de contener la violencia y buscar alguna solución política, Vladimir Putin ha dejado en claro su condena a la decisión estadounidense de armar a los rebeldes sirios y ha reiterado su negativa a apoyar en la ONU la imposición de un “espacio de exclusión aérea”. Es más, seguirá armando al régimen de Damasco, al cual considera como “el legítimo gobierno” de ese país.
Algunos entendieron hace dos décadas que la desaparición de la URSS y de su presencia en Europa Central y del Este podía traducirse en una Rusia dedicada a acompañar a las potencias occidentales. Pasando por alto lecciones de la historia, se imaginaron, en aras de una imaginación incontrolada, de que la caída del muro de Berlín y la retirada de las tropas soviéticas de las antiguas “democracias populares” o satélites, conducirían a la occidentalización de algo que es imposible de “occidentalizar” por completo. En ciertos círculos populares hasta la presencia de cadenas de comida rápida en alguna ciudad rusa era casi celebrada como posible señal de una futura alianza.
Se trata de algo tan fantasioso como imaginar que la iglesia rusa pueda integrarse, ya sea a la Iglesia de Roma o a las otras Iglesias occidentales. No es lo mismo crear algún rito uniato bajo la jurisdicción romana o promover un pequeño sector ruso de teología protestante, que unir el Patriarcado de Moscú a Roma o a alguna sede reformada. No se desea renunciar a toda una herencia cultural, política y religiosa en la cual el Estado prevalece sobre la jerarquía eclesiástica. Hoy en día, no sólo se recuerda con emoción la era zarista sino que se utiliza a la iglesia nacional como ideología patriótica que contribuye a reemplazar al marxismo leninismo de los viejos manuales, aunque se nota cierta nostalgia por las victorias militares e imperiales de la era de Stalin, antiguo seminarista rusificado de la Iglesia Ortodoxa de Georgia. Históricamente, los no ortodoxos han sido considerados oficialmente como simples “sectarios”. Actualmente, criticar en público a la Ortodoxia rusa es un delito.
Nada de lo anterior debe ser interpretado como una forma de negar lo que se ha logrado. La Europa del Centro y el Este ha tomado un camino bastante diferente al ruso. Si se hacen comparaciones, hasta el régimen de Putin es más liberal que los de Nicolás II, Stalin y Brezhnev. Asimismo, lo sucedido en Rusia puso punto final a los aspectos más preocupantes de la Guerra Fría. Las relaciones con Occidente han mejorado desde principios de los años noventa, con permanencia o retroceso en puntos específicos como las relaciones con Siria, donde Rusia tiene intereses estratégicos. Su política hacia Irán no podrá ser similar a la de EEUU.
De ahí, la rigidez y falta de entusiasmo, así como la solemnidad protocolar del reciente encuentro entre Putin y Obama. Se trata de algo que se seguirá repitiendo. Las potencias sólo llegan a acuerdos coyunturales y generalmente temporales. Mucho depende del flujo y reflujo de los acontecimientos. Las grandes naciones con pasado imperial, sobre todo las que no han sido derrotadas en los campos de batalla, no se resignan a entregar por completo su área de influencia ni tampoco se proponen separarse por completo de los aliados que le quedan.
Las relaciones internacionales tienden a complicarse. Un logro obtenido con un país se convierte frecuentemente en un problema con otro. Un período de distensión puede ser reemplazado con nuevas tensiones. Objetivos comunes son sustituidos con diferencias fundamentales. Acuerdos temporales desaparecen cuando resurgen diferendos históricos.
La alianza con un país puede conducir a dificultades con otras naciones y hasta con culturas enteras, como es el caso de la confrontación con países árabes e islámicos. Futuros episodios en Irán, Turquía, Egipto, Siria, Irak, etc., nos dirán mucho acerca del futuro de las relaciones ruso/americanas. Y preocupan países musulmanes cuyos gobiernos seculares han desaparecido o están por desaparecer. Las revoluciones, lo mismo en Rusia que en cualquier lugar, se inician para cambiar un gobernante o sistema con otro, pero sin que pueda predecirse el rumbo y la ideología que serán adoptados más adelante.
Algunos entendieron hace dos décadas que la desaparición de la URSS y de su presencia en Europa Central y del Este podía traducirse en una Rusia dedicada a acompañar a las potencias occidentales. Pasando por alto lecciones de la historia, se imaginaron, en aras de una imaginación incontrolada, de que la caída del muro de Berlín y la retirada de las tropas soviéticas de las antiguas “democracias populares” o satélites, conducirían a la occidentalización de algo que es imposible de “occidentalizar” por completo. En ciertos círculos populares hasta la presencia de cadenas de comida rápida en alguna ciudad rusa era casi celebrada como posible señal de una futura alianza.
Se trata de algo tan fantasioso como imaginar que la iglesia rusa pueda integrarse, ya sea a la Iglesia de Roma o a las otras Iglesias occidentales. No es lo mismo crear algún rito uniato bajo la jurisdicción romana o promover un pequeño sector ruso de teología protestante, que unir el Patriarcado de Moscú a Roma o a alguna sede reformada. No se desea renunciar a toda una herencia cultural, política y religiosa en la cual el Estado prevalece sobre la jerarquía eclesiástica. Hoy en día, no sólo se recuerda con emoción la era zarista sino que se utiliza a la iglesia nacional como ideología patriótica que contribuye a reemplazar al marxismo leninismo de los viejos manuales, aunque se nota cierta nostalgia por las victorias militares e imperiales de la era de Stalin, antiguo seminarista rusificado de la Iglesia Ortodoxa de Georgia. Históricamente, los no ortodoxos han sido considerados oficialmente como simples “sectarios”. Actualmente, criticar en público a la Ortodoxia rusa es un delito.
Nada de lo anterior debe ser interpretado como una forma de negar lo que se ha logrado. La Europa del Centro y el Este ha tomado un camino bastante diferente al ruso. Si se hacen comparaciones, hasta el régimen de Putin es más liberal que los de Nicolás II, Stalin y Brezhnev. Asimismo, lo sucedido en Rusia puso punto final a los aspectos más preocupantes de la Guerra Fría. Las relaciones con Occidente han mejorado desde principios de los años noventa, con permanencia o retroceso en puntos específicos como las relaciones con Siria, donde Rusia tiene intereses estratégicos. Su política hacia Irán no podrá ser similar a la de EEUU.
De ahí, la rigidez y falta de entusiasmo, así como la solemnidad protocolar del reciente encuentro entre Putin y Obama. Se trata de algo que se seguirá repitiendo. Las potencias sólo llegan a acuerdos coyunturales y generalmente temporales. Mucho depende del flujo y reflujo de los acontecimientos. Las grandes naciones con pasado imperial, sobre todo las que no han sido derrotadas en los campos de batalla, no se resignan a entregar por completo su área de influencia ni tampoco se proponen separarse por completo de los aliados que le quedan.
Las relaciones internacionales tienden a complicarse. Un logro obtenido con un país se convierte frecuentemente en un problema con otro. Un período de distensión puede ser reemplazado con nuevas tensiones. Objetivos comunes son sustituidos con diferencias fundamentales. Acuerdos temporales desaparecen cuando resurgen diferendos históricos.
La alianza con un país puede conducir a dificultades con otras naciones y hasta con culturas enteras, como es el caso de la confrontación con países árabes e islámicos. Futuros episodios en Irán, Turquía, Egipto, Siria, Irak, etc., nos dirán mucho acerca del futuro de las relaciones ruso/americanas. Y preocupan países musulmanes cuyos gobiernos seculares han desaparecido o están por desaparecer. Las revoluciones, lo mismo en Rusia que en cualquier lugar, se inician para cambiar un gobernante o sistema con otro, pero sin que pueda predecirse el rumbo y la ideología que serán adoptados más adelante.
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