MARCOS ANTONIO RAMOS: ENREDOS DE LA DEMOCRACIA
Diario Las Américas
Publicado el 07-07-2013
Publicado el 07-07-2013
El caso de Egipto, como tantos otros, nos revela algo de los enredos, entendidos como “situaciones o problemas difíciles de resolver”, en un entorno con pretensiones de democrático.
Enredos de la democracia
Por Marcos A. Ramos
Otro gobierno derrocado, una constitución suspendida, una anunciada disolución del Parlamento por el Ejército, manifestaciones públicas y violencia, un presidente que maniobró abiertamente para controlar los tres poderes del Estado, golpe de Estado en el ambiente, intentos de imponer un estilo de vida teocrático, la economía en su peor momento, peticiones de restablecimiento del califato islámico, partidos seculares intentando contener la islamización forzada. El caso de Egipto, como tantos otros, nos revela algo de los enredos, entendidos como “situaciones o problemas difíciles de resolver”, en un entorno con pretensiones de democrático.
Las aspiraciones de la Hermandad Musulmana de Egipto encontraron en la democracia un vehículo para su proyecto de imponer un estilo de vida que no es deseado por buena parte de la población. Una “Nueva Edad Media” puede ser un tema interesante, como en los escritos de Nikolai Alexandrovich Berdyaev a principios del siglo XX, pero no se anticipaba en ciertos círculos que el resultado de elecciones competitivas abriría las puertas a una nueva, o vieja, forma de teocracia en los inicios del XXI.
Muchos no aceptan en América y Europa la ausencia de una democracia tipo occidental en países del Cercano o Medio Oriente y otras regiones como se demostró con la Segunda Guerra del Golfo de la Era de Bush II que condujo al derrocamiento de Saddam Hussein y su administración tiránica, pero secular y enfrentada al avance de Irán y los chiítas.
Todavía no se conoce realmente cuál será en definitiva el resultado del experimento democrático en Irak, pero después de la publicitada democratización cientos de miles de cristianos, tolerados en la era de Saddam que tuvo a Tariq Aziz, un cristiano del rito caldeo, en comunión con Roma, como su vicepresidente, se han visto obligados a abandonar la Mesopotamia y regiones colindantes ante la creciente influencia del islamismo radical y las contiendas entre chiítas y sunnitas. Mirándose en ese espejo, los millones de miembros de la dos veces milenaria Iglesia Copta, elevan preces en busca de ayuda divina ante la creciente discriminación de la que son objeto en el “democrático” Egipto posterior a Hosni Mubarak. En cuanto a la guerra civil en Siria lo mejor sería aquello de “handle with care” en los paquetes postales, es decir, “manéjese con cuidado”. El actual tirano sirio pudiera exilarse y citar a Luis XV: “Después de mi el diluvio”.
Los comentaristas occidentales, sobre todo estadounidenses, elevan sus hosannas y aleluyas cuando se derroca a un gobierno autoritario en el Cercano y Medio Oriente, sin tener en cuenta el grado de imposición política e intolerancia religiosa implicado frecuentemente por la toma del poder “por voluntad popular”. En los setenta, algunos pensaron que los “ayatolas” podían establecer la democracia al derrocar al Sah de Persia (Irán) y que, años después, el Talibán sería el instrumento adecuado para liberar a Afganistán de la ocupación soviética e inaugurar así “nuevos rumbos” en su país.
El régimen elegido recientemente en Egipto se propuso imponer un tipo de existencia terrenal con el que no coinciden millones y millones de ciudadanos. Otros han hablado de defender el gobierno “legítimamente elegido” mientras se siguen invocando revoluciones y “primaveras”. Hasta se ha tratado de distinguir a los “buenos” de los “malos”, como en los filmes del Oeste, aunque tales “buenos” resulten ser más malos que los propios “malos”. Curiosamente, los “vaqueros” eran casi siempre los buenos y los indios, destinados a vivir en reservaciones, eran los “malos” de la película, lo cual a veces era cierto, aun teniendo en cuenta la trama.
Nada de lo anterior se escribió para rechazar la democracia, pero algunas revoluciones y “primaveras” conducen a un grado mayor de totalitarismo. Se puede conocer algo acerca de sus inicios, pero no necesariamente de su futuro desarrollo. Las situaciones son demasiado complejas como para juzgarlas a larga distancia, tomando partido en forma prematura y exportando la democracia.
De nuevo se impone el realismo. No siempre las elecciones libres conducen al mejor de los mundos posibles. Es así como victorias electorales de la derecha, el centro o la izquierda, revoluciones sociales o islámicas, golpes militares y hasta líderes religiosos con pretensiones de control político deben ser matizados. Valen la pena la democracia y las libertades, pero los enredos, como posibles contradicciones que no se limitan a un solo sistema político o económico, están al acecho.
Las aspiraciones de la Hermandad Musulmana de Egipto encontraron en la democracia un vehículo para su proyecto de imponer un estilo de vida que no es deseado por buena parte de la población. Una “Nueva Edad Media” puede ser un tema interesante, como en los escritos de Nikolai Alexandrovich Berdyaev a principios del siglo XX, pero no se anticipaba en ciertos círculos que el resultado de elecciones competitivas abriría las puertas a una nueva, o vieja, forma de teocracia en los inicios del XXI.
Muchos no aceptan en América y Europa la ausencia de una democracia tipo occidental en países del Cercano o Medio Oriente y otras regiones como se demostró con la Segunda Guerra del Golfo de la Era de Bush II que condujo al derrocamiento de Saddam Hussein y su administración tiránica, pero secular y enfrentada al avance de Irán y los chiítas.
Todavía no se conoce realmente cuál será en definitiva el resultado del experimento democrático en Irak, pero después de la publicitada democratización cientos de miles de cristianos, tolerados en la era de Saddam que tuvo a Tariq Aziz, un cristiano del rito caldeo, en comunión con Roma, como su vicepresidente, se han visto obligados a abandonar la Mesopotamia y regiones colindantes ante la creciente influencia del islamismo radical y las contiendas entre chiítas y sunnitas. Mirándose en ese espejo, los millones de miembros de la dos veces milenaria Iglesia Copta, elevan preces en busca de ayuda divina ante la creciente discriminación de la que son objeto en el “democrático” Egipto posterior a Hosni Mubarak. En cuanto a la guerra civil en Siria lo mejor sería aquello de “handle with care” en los paquetes postales, es decir, “manéjese con cuidado”. El actual tirano sirio pudiera exilarse y citar a Luis XV: “Después de mi el diluvio”.
Los comentaristas occidentales, sobre todo estadounidenses, elevan sus hosannas y aleluyas cuando se derroca a un gobierno autoritario en el Cercano y Medio Oriente, sin tener en cuenta el grado de imposición política e intolerancia religiosa implicado frecuentemente por la toma del poder “por voluntad popular”. En los setenta, algunos pensaron que los “ayatolas” podían establecer la democracia al derrocar al Sah de Persia (Irán) y que, años después, el Talibán sería el instrumento adecuado para liberar a Afganistán de la ocupación soviética e inaugurar así “nuevos rumbos” en su país.
El régimen elegido recientemente en Egipto se propuso imponer un tipo de existencia terrenal con el que no coinciden millones y millones de ciudadanos. Otros han hablado de defender el gobierno “legítimamente elegido” mientras se siguen invocando revoluciones y “primaveras”. Hasta se ha tratado de distinguir a los “buenos” de los “malos”, como en los filmes del Oeste, aunque tales “buenos” resulten ser más malos que los propios “malos”. Curiosamente, los “vaqueros” eran casi siempre los buenos y los indios, destinados a vivir en reservaciones, eran los “malos” de la película, lo cual a veces era cierto, aun teniendo en cuenta la trama.
Nada de lo anterior se escribió para rechazar la democracia, pero algunas revoluciones y “primaveras” conducen a un grado mayor de totalitarismo. Se puede conocer algo acerca de sus inicios, pero no necesariamente de su futuro desarrollo. Las situaciones son demasiado complejas como para juzgarlas a larga distancia, tomando partido en forma prematura y exportando la democracia.
De nuevo se impone el realismo. No siempre las elecciones libres conducen al mejor de los mundos posibles. Es así como victorias electorales de la derecha, el centro o la izquierda, revoluciones sociales o islámicas, golpes militares y hasta líderes religiosos con pretensiones de control político deben ser matizados. Valen la pena la democracia y las libertades, pero los enredos, como posibles contradicciones que no se limitan a un solo sistema político o económico, están al acecho.
Comentarios
Publicar un comentario