MARCOS ANTONIO RAMOS: El ambiente electoral en 2014
MARCOS ANTONIO RAMOS: El ambiente electoral en 2014
Por una serie de razones, puede comprenderse que para algunas cadenas nacionales de televisión en español lo más importante del actual discurso político tenga relación directa con la inmigración. Por otra parte, algunos no olvidan la complicada y hasta peligrosa situación en Venezuela y otros países de la América española. Cuba es uno de ellos, lo ha sido por más de medio siglo. Con excepción de las candentes cuestiones inmigratorias, es difícil asegurar que alguno de esos temas pueda ejercer una influencia decisiva en las elecciones del 2016. Nadie puede predecir qué sucederá en las urnas en 2014 o 2016.
Los medios de comunicación nacionales en lengua inglesa, electrónicos o impresos, insisten diariamente en cuestiones de política exterior: el armamentismo iraní o norcoreano, el asalto a la embajada en Bengazi, la guerra civil en Siria, etc. Y las señales recientes van en dirección a las relaciones con China. La gran potencia que prevaleció en el siglo XX, es decir, EEUU, no puede subestimar a la nación que pudiera convertirse en la gran potencia del siglo XXI, algo que quizás no ocurrirá, pero que no deja de ser posible. Hasta se habla de que la zona del Atlántico sería reemplazada por la del Pacífico, lo cual no sólo beneficiaría a EEUU, y China sino a otras naciones de América Latina y el Lejano Oriente. Algunos observadores señalan que el reciente encuentro entre el presidente Barack Obama y su homólogo chino Xi Jinping constituyó algo así como el primer ejercicio de reordenamiento de relaciones entre Washington y Pekín.
La economía siempre será un factor, no sólo en política exterior sino en contiendas electorales. Hay indicaciones de que lo peor de este ciclo pudiera estar finalizando y que, aunque se mantendrían problemas tales como cifras preocupantes de desempleo, por citar sólo un caso, los peores días de la crisis ya pudieran haber pasado para el 2014 y sobre todo para el 2016. De cualquier manera, en esa última fecha no aspirará el actual ocupante de la Casa Blanca, lo cual, por sí solo, contribuye a crear un nuevo ambiente electoral.
Muchas de esas cosas son sólo probabilidades y pudieran ser impredecibles, a no ser para los que, en ambos partidos, se van creando su propio mundo de ilusiones y triunfalismos prematuros. Por el momento, ante un énfasis menos pronunciado en lo económico que el prevaleciente en el período que se extendió de las elecciones del 2008 a las del 2012, sería quizás adecuado regresar al debate nacional sobre inmigración.
En otras palabras, que el ambiente electoral del 2014 incluiría necesariamente la utilización de la reforma inmigratoria como tema de campaña. El Senado permitió, con una votación de 82 contra 15, que se discutiera el asunto. El Grupo de los Ocho, cuatro senadores demócratas y cuatro republicanos logró, pues, pasar esa prueba preliminar. Y casi todo indica que el Senado aprobará algo, más o menos concreto, antes del 4 de julio, pero la Cámara pudiera rechazarlo. El ilustrado senador por Texas, Ted Cruz, lo ha advertido reiteradamente. Además de que muchos exigen medidas de mayor seguridad en la frontera y en los procedimientos inmigratorios, una reforma que permita a los indocumentados solicitar la ciudadanía estadounidense no sería favorecida por un sector parlamentario que encuentra apoyo en buena parte de la población. El senador Cruz se ha convertido en un vocero principal de esos ciudadanos.
Es evidente cierta diferencia entre la posición del popular senador republicano por la Florida Marco Rubio y su correligionario texano, el senador Cruz. En realidad, el tema inmigratorio es uno de los más complicados y con mayores implicaciones en la historia reciente de las discusiones en ambas cámaras. Y no se trata solamente de enfrentamiento de un Senado demócrata con una Cámara republicana. Hay aspectos emocionales que inciden en las actitudes de la ciudadanía, lo cual limita la capacidad de los defensores de la reforma inmigratoria, pero que también afecta a sus oponentes y críticos. Y no existe unidad total en los dos grandes partidos.
Si la reforma inmigratoria no es aprobada, los demócratas movilizarían en el 2014 a muchos hispanos que generalmente sólo votan en elecciones presidenciales. Y debe comprenderse que, llegado el 2016, las primarias republicanas se caracterizarían por tendencias muy conservadoras en la selección de candidatos. Pero ni demócratas ni republicanos tienen algo asegurado con una cultura y una demografía en continua transformación. Es temprano para predecir, con una aproximación razonable, ambientes electorales que pudieran ser bastante diferentes a los anteriores.
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