PUNTOS DE VISTA: Riesgos y garantías de la democracia

Uva De Aragón

Hace más de veinte años escribí un artículo a favor de la controvertida decisión de la Corte Suprema de los Estados Unidos que aceptaba como legal la quema de la bandera. No tengo que buscar esos papeles para recordar la esencia de mi argumento: un símbolo no puede ser más poderoso que lo que representa. La sociedad estadounidense tiene como sagrada la primera enmienda constitucional que garantiza la libertad de expresión. Extender ese derecho a los que piensan igual que uno es fácil. Lo difícil no es ni siquiera respetar a los que piensan diferente, sino a los que además expresan esas opiniones basados en datos erróneos, o de una forma burda e insultante. Este aspecto de la democracia, sin duda arriesgado, es, al mismo tiempo, lo que más la fortalece, su mayor aval.

En estos días vivimos una crisis internacional en la que han perdido la vida varios estadounidenses, entre ellos Chris Steven, Embajador de EE.UU. en Libia, donde se destacó por su posición enérgica contra el dictador Muammar Khadafi y a favor de las fuerzas rebeldes que, tras un proceso electoral, hoy gobiernan el país. 

Las demostraciones contra las embajadas de Estados Unidos primero el Cairo y luego extendidas por el Medio Oriente y parte de África, fueron provocadas por un filme en el que se denigra al profeta Mahoma. Por lo que se sabe hasta el momento, uno de los responsables es Nakaoula Basseley, un cineasta del sur de California que se encuentra bajo libertad condicional por cargos de fraude bancario. Parte de su sentencia requiere que no utilice el internet, computadoras o identidades falsas, y solo si ha violado estas condiciones el juez podría enviarlo a prisión. De lo contrario, aunque su filme antiislámico haya causado una crisis internacional y derramamientos de sangre, no es posible negarle su derecho a la libre expresión.

Claro que estos derechos deben tener algunos límites. El clásico ejemplo de que no puede gritarse “¡Fuego!” en un teatro lleno de personas viene como anillo al dedo. Las burlas a Mahoma han provocado reacciones similares en el pasado –recordemos cuando un caricaturista danés se burló del profeta en sus dibujos—porque el respeto a la figura de Mohama es fundamental para los musulmanes. 

Si el Sr. Basseley y otras personas, de acuerdo con él o independientemente, utilizaron el filme con la intención de crear un ambiente de hostilidad contra Estados Unidos, precisamente en el aniversario del 11 de septiembre, el asunto llegará a las cortes, donde se determinará si se ha traspasado esa tenue línea entre lo que es éticamente reprochable pero legal, y lo que es una franca violación de la ley.

Preocupa que en medio de esta crisis, el candidato republicano Mitt Romney haya salido a criticar a Obama, en un momento en que no debe verlo como adversario político sino como Presidente. Además, lo hizo con información incorrecta, al punto que los propios republicanos lo han criticado.

Las protestas musulmanas se han extendido a varios países, de Túnez a Kuala Lumpur, de Egipto a Yemen. Los ataques contra las embajadas alemanas y británica en Sudán muestran que las manifestaciones no van dirigidas solo contra Estados Unidos. También, por muy dramáticas que sean las imágenes en la televisión, los manifestantes son un porcentaje pequeño de la población.


Manifestantes en Libia rechazan la violencia después
de los ataques a la Embajada de Estados Unidos

Por ahora, a mi modo de ver, el presidente Obama ha actuado con moderación en el discurso, para no caer en una descalificación general del mundo árabe y musulmán, y en las acciones, para no sobreactuar y echar gasolina al fuego. Pero también con firmeza ante la violencia, desplegando fuerzas necesarias en defensa de sus legaciones, exigiendo responsabilidad a la nueva dirección egipcia y asegurando que los culpables de los crímenes serán castigados.

Hay muchos que desconfían de la primavera árabe, y proclaman el inevitable choque entre dos culturas, que vale recordar tuvieron muchos periodos de convivencia en la península ibérica por 800 años. Ese mismo aspecto arriesgado de la democracia que permite que en Estados Unidos se produzca un burdo filme provocador, podemos observarlo en el mundo árabe, cuando gobiernos recién electos en Egipto, Libia y otros países no tienen la capacidad para controlar a los manifestantes como la hubieran tenido regímenes totalitarios. Ni los ciudadanos entienden aún bien el contrato social que implica vivir en democracia, algo mucho más complejo que votar el día de las elecciones. Por eso a muchos no les cabe en la cabeza que en los Estados Unidos se pueda producir una cinta como la de marras sin la complicidad del gobierno, que tampoco puede legalmente censurarla.

¿Quiere esto decir que los Estados Unidos debe –como en un pasado no demasiado lejano en la América Latina y en el propio Medio Oriente–apoyar a dictadores, siempre y cuando sean sus aliados? La pregunta, naturalmente, es retórica. La democracia moderna más antigua del planeta tiene por definición que estar siempre del lado de los que luchen por los mismos principios que la sustentan, aunque en ocasiones sea arriesgado. La lección debíamos tenerla ya aprendida: los males de la democracia se curan con más democracia.

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