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Monseñor Emilio Aranguren Echeverría |
Nota del Obispado de Holguín
NARRACIÓN DE LO OCURRIDO EN LA S.I. CATEDRAL EL MARTES 13 DE MARZO DE 2012
+ Emilio Aranguren Echeverría
Obispo de Holguín
De inicio expreso que lo que ha sido publicado a partir del testimonio de varios de los presentes es totalmente tergiversado e, incluso, manipulado y, por supuesto, falso.
Expongo lo sucedido. Eran las 5.00 pm del martes 13 de marzo de 2012 y recibí una llamada telefónica de la señora que mantiene abierto el templo de la S.I. Catedral. Me comunicó que había entrado un grupo de hombres y mujeres y se habían sentado en los tres últimos bancos de la iglesia y que a ella no le gustaba por el cuchicheo que se traían con los celulares. Esa misma mañana -a punto de mediodía- me había llamado el párroco de Tunas, Pbro. José Alberto Grajales Carvajal para informarme que un grupo de 20 personas habían hecho algo parecido a este grupo y que, al llegar las 12 del día, hora en que se acostumbra cerrar el templo, ellos le manifestaron que permanecerían en él. Como fruto de la conversación establecida, los agrupados se retiraron espontáneamente.
Algunos de ellos manifestaron que volverían a las 4.00 pm, cuando nuevamente abriesen las puertas del templo. Ante la información recibida, y estando el párroco Pbro. Jaime González López de Mesa, prestando un servicio a una comunidad religiosa en la periferia de la ciudad, solicité al laico, Ing. Eugenio Gómez Arias, empleado del Obispado y miembro de la comunidad cristiana de la Catedral, que me acompañara. Daba la impresión que el templo estaba totalmente cerrado y tocamos por la puerta de la casa parroquial. Posteriormente fuimos por la puerta principal que estaba abierta y un grupo de 17 personas sentados en los tres últimos bancos al fondo del templo.
Cuando entramos, oí que uno dijo: "Ya llegó" (parece que la señora que limpia había dicho algo de que me había llamado porque ella tenía que cerrar a las 5.30 pm). Me puse de frente a ellos (entre los bancos) y, después de un saludo entrecortado, les pregunté que por qué no querían salir cuando ya era hora de cerrar el templo. Me contestaron que
habían entrado para rezar por la libertad de Cuba. Ahí hubo unas palabras porque el joven que estaba en el primer banco frente a mí, sacó el celular y le dije que lo guardara porque en el templo no se utilizan los celulares, ni para hablar ni para tirar fotos... en ese intercambio de palabras, él me dijo que yo no era pastor, entonces subí el tono de voz y de manera enérgica y con un gesto indicativo le expresé que estaba ofendiendo a mi persona. Varios miembros del grupo le indicaron que se callara.
En ningún momento hubo de mi parte un manotazo, ni tampoco un gesto que ocasionara que el teléfono celular fuera al piso, ni se apagaron las luces del templo.
En mis palabras les dije que estaban utilizando el templo con otra finalidad que no era propiamente religiosa, y que era bueno que lo entendiesen. Recuerdo que hice una comparación con un cine que, al acabar la película, los acomodadores lo revisan y cierran las puertas. Las personas se van, no porque las echan, sino porque se terminó la función.
Y eso era lo que estaba pasando. También les dije que la señora tenía derecho a irse a su casa ya que había terminado su horario de trabajo, pero por ellos permanecer en el lugar no podía hacerlo. Finalmente les dije que el templo no se iba a cerrar y que se mantendría abierto y que yo permanecería en él (como lo hice) hasta que concluyera la Misa de 8.00 pm y que, después, sin llamar a la policía valoraría con los miembros de la comunidad cómo procederíamos.
Fue, entonces, que uno de los presentes se identificó como (graduado) universitario y aludió a que de niño o adolescente había venido al templo y que, después de cerrar las puertas, ellos se quedaban en los grupos. Le dije que sí, pero que eso formaba parte del programa de catequesis, ensayos de coro, etc. Durante el intercambio hubo algunos que hablaban de Jehová, sacaban los celulares y yo les pedía que no los utilizasen, etc. Esta persona, al presentarse, se identificó como opositor.
A las 7.10 pm entró el sacristán, preparó el altar de la Virgen de la Caridad (capilla lateral) para la Misa. A las 7.30 pm les invité a que se acercaran para rezar el Rosario (el grupo que, inicialmente, era de 17, se redujo a 8 o 9). No se acercaron. Yo dirigí el Rosario. Al terminar y, ya para empezar la Misa, se me acercó una mujer que había entrado de la calle y se identificó como miembro de un grupo de mujeres campesinas (en contra del uso de la doble moneda) y me dijo que ella no participaba de ese modo de actuar y que ella hablaría con ellos. Le expresé que lo hiciera en voz baja, ya que iba a empezar la celebración.
En el mismo momento de la consagración escuché que cerraban la puerta (no podía verlo por el ángulo del altar lateral). Poco después (8.25 pm), el laico, me indicó que habían salido del templo.
Por lo tanto, lo expresado por los que informaron lo sucedido, no corresponde con la verdad.
Holguín, 16 de marzo de 2012
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