HISTORIA | LAS CUBANAS QUE NO LE FALLARON A ESTADOS UNIDOS
La historia
de Cuba no se queda corta en altruismo y generosidad de los isleños para
acometer las gestas más grandes de su propia historia.
Las guerras
independentistas del XIX y las luchas revolucionarias del XX son ejemplos
modélicos de sacrificios que los cubanos padecieron por alcanzar aquello que
consideraron justo y digno para su nación.
La lista de
nombres que protagonizan esas páginas son masculinos la mayoría. Los femeninos
son todavía una deuda historiográfica con aquellas mujeres que, a menudo desde
el anonimato más injustificado, no dudaron en darse a las mismas causas que sus
compañeros de lucha.
Las cubanas no solo estuvieron a la altura de las
circunstancias de su propia historia nacional, sino que prodigaron su
generosidad con otros países que por entonces ni imaginaban que algún día
tendrían la oportunidad de devolverle con creces sacrificios que, con las
glorias, tan fácilmente olvidaron las memorias.
Hoy por hoy, Estados Unidos de América, la nación más
influyente del mundo, sigue muy en deuda con las cubanas de la época en que
dicha nación se independizó de su metrópoli británica.
En 1781, cuando el general George Washington más hundido
estaba militar y financieramente al frente de un ejército desarrapado,
hambriento y en las condiciones invernales y bélicas más adversas de las
guerras independentistas, encomendó a otro general, el aristócrata y político
independentista francés, Marques de LaFayette, que emprendiera una gira recaudatoria
que sacara a la causa independentista estadounidense de aquel hoyo.
Así Lafayette cruzó el Atlántico y en España,
específicamente en Cádiz, pidió ayuda monetaria que los peninsulares le negaron
de plano. El francés no tuvo más remedio que darse la vuelta a América y
recalar en la antigua isla de La Española, colonizada entonces por sus
compatriotas galos y uno de los territorios más prósperos de este hemisferio
gracias a la producción azucarera y a la industria maderera preciosa.
Pero con los franceses se repitió la historia de los
españoles: se negaron a colaborar y Lafayette tuvo que volverse por donde mismo
vino y atracar transitoriamente en La Habana para abastecerse de agua antes de
seguir rumbo a la colonia de Virginia donde le esperaba George Washington.
Cuál no fue la sorpresa de Lafayette al ver cómo en La
Habana y Matanzas, al esparcirse la noticia de la situación desesperada de
Washington, mujeres y niñas de la alta sociedad se movilizaron solidarias con
la causa independentista norteamericana y comenzaron a colectar sus alhajas
para entregarlas al militar francés y así financiar a los revolucionarios de
Virginia.
Los testimonios de los marinos franceses que acompañaban a
Lafayette recogidos en “Le Musee Naval de Paris” describen la
generosidad de las damas cubanas desprendiéndose de sus joyas para donarlas
como salvavidas de la independencia y libertad de Estados Unidos.
No está de más recordar que no solo mujeres, sino también
ricos comerciantes criollos, aportaron a esta causa resentidos con las restricciones
mercantiles de España sobre las colonias americanas, y esperanzados de que la
victoria de las tropas independentistas norteamericanas propiciase la
separación cubana de la metrópoli peninsular.
Los fondos recaudados que frenaron la ruina de las milicias revolucionarias y subieron la moral del Ejército que por entonces estaba por los suelos se calcularon entre 800, 000 y 1,2 millones de libras esterlinas.
Los fondos recaudados que frenaron la ruina de las milicias revolucionarias y subieron la moral del Ejército que por entonces estaba por los suelos se calcularon entre 800, 000 y 1,2 millones de libras esterlinas.
George Washington, cuando recibió la buena nueva, acampaba
en la Bahía de Chesapeake. Cuentan que el General entró en un estado de frenesí
tal que, eufórico, comenzó a saltar y a lanzar el birrete al aire al saber que
disponía de semejante cantidad de libras esterlinas para continuar la campaña.
Fue este dinero ‘cubano’ el que sufragó la derrota del
teniente general Cornwallis en la batalla decisiva de Yorktown en octubre de
1781 por fuerzas conjuntas del ejército continental de Washington,
junto a los efectivos franceses comandados por el Conde de Rochambeau.
Con la entrega de la espada de Cornwallis a Washington en
señal de derrota, se estableció oficialmente la República federal.
El monto total de oro y brillantes donados por habaneras y
matanceras al ejército de Washington puso en evidencia una condición de la
mujer cubana de la época: su único patrimonio constante y sonante eran joyas.
Renunciar a ellas no solo fue una apuesta por la gesta libertadora
estadounidense, sino un voto de confianza en sus respectivos padres, hermanos,
maridos e hijos, en que no las desampararían en caso de necesidad.
Este histórico gesto de altruismo de la mujer cubana se inspiró en la ideología masónica que ya desde entonces fomentaba en la Isla el espíritu independentista que acabaría estallando en octubre de 1868, sin contar que los cubanos se sentían más parte del Nuevo Mundo que de la Vieja Europa, además de odiar a los ingleses luego de la invasión y saqueo de la Habana en 1762.
Este histórico gesto de altruismo de la mujer cubana se inspiró en la ideología masónica que ya desde entonces fomentaba en la Isla el espíritu independentista que acabaría estallando en octubre de 1868, sin contar que los cubanos se sentían más parte del Nuevo Mundo que de la Vieja Europa, además de odiar a los ingleses luego de la invasión y saqueo de la Habana en 1762.
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