CUBA | CARTA ABIERTA AL PROFESOR JAIME SUCHLICKI

Humberto J. San Pedro, BsEd
Editor General

Hoy se publicó en El Nuevo Herald  la información de que la Universidad de Miami cerrará el Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos. La información incluye la noticia de que el profesor Jaime Suchlicki renunció a su cargo de director de dicho centro.

El 2 de febrero de 2012 escribí una carta abierta el profesor Suchlicki, en la que exponía mi criterio acerca de un artículo de su autoría, La Libertad Cuesta muy Cara, publicado ese mismo día por el Herald.

Me parecer pertinente, volver a publicar la carta de referencia que --dicho sea de paso-- expone con claridad mi criterio en relación con el tema cubano. Criterio, que justamente hoy, había decidido re-escribir, movido por los debates que se están produciendo en diferentes foros de Facebook.


Miami, 2 de febrero de 2012


En la edición de hoy del periódico local El Nuevo Herald aparece publicado, en la sección de Opinión, el artículo La libertad cuesta muy cara del profesor Jaime Suchlicki. 


 Después de leer con toda atención el artículo, consideré que era mi deber hacerle llegar mi opinión al profesor Suchlicki a través de una carta abierta, la que también envié al director de El Nuevo Herald, el señor Manny García. 


Y sin más preámbulo comparto con ustedes la carta abierta a Jaime Suchlicki: 

Profesor Jaime Suchlicki
Director del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos
   
Estimado profesor Suchlicki: 
Esta mañana temprano revisé, como es mi costumbre, la edición del día de El Nuevo Herald y encontré su artículo “La libertad cuesta muy cara”. Lo leí y antes de terminar de leerlo me arrepentí de haberlo hecho, pero –por aquello de que una vez montado en el burro, hay que darle los palos y seguir el camino-- terminé de leerlo y me arrepentí por segunda vez de haberlo hecho. Y me arrepentí dos veces porque, para no traicionar a mi ética, me consideré obligado a escribir esta carta abierta, lo que me resulta muy desagradable hacer. 
No sé si usted recordará que hemos hablado de este tema personalmente y en esa ocasión le expuse con claridad mis pareceres al respecto. Y menciono esto solamente para dejar sentado que no voy a decir en esta carta, nada que esencialmente no le haya dicho personalmente a usted con claridad meridiana.Si, como espero, recuerda aquella conversación, seguramente recordará también que estoy --y voy a permitirme ser inmodesto, que no es mi estilo-- muy bien calificado para opinar sobre el tema que abordo, dada mi larga ejecutoria como analista de asuntos cubanos. 
Usted comienza su artículo preguntando, y cito, “¿Cuantos judíos que escaparon del nazismo visitaron o hicieron negocios en Alemania durante la dictadura de Hitler? Ninguno. ¿Cuántos rusos que escaparon al comunismo de la Unión Soviética volvieron bajo Stalin a visitar o invertir en ese país? Muy pocos.” 
Como usted sabe profesor, la buena práctica del complejo oficio de historiador requiere objetividad por parte del historiador y la base de esa objetividad es analizar los hechos de acuerdo al lugar, al momento y a las circunstancias en que esos hechos ocurren. 
Dicho eso, para mi resulta obvio concluir que la generalizada práctica de comparar la situación cubana –la de la Cuba de la isla por supuesto— con cualquier otra experiencia de otro momento, escenario y circunstancias no es una práctica acertada. Su pregunta inicial Jaime, en mi humilde opinión, no cabe en relación con el tema cubano. 
Lo ocurrido en Cuba durante los últimos 53 años no tiene nada que ver con lo ocurrido en la Alemania de Hitler, ni en la Rusia de Stalin. Son situaciones totalmente diferentes en sus esencias. 
Y volviendo al texto de su articulo, continua usted el mismo con otra pregunta: “¿Por qué los cubanoamericanos van a Cuba a pasear o algunos abogan por invertir o hacer negocios en la isla? ¿Es que Cuba y la dictadura de los hermanos Castro han cambiado tanto que merecen nuestro apoyo? “ 
Yo puedo contestar su pregunta profesor Sucklicki: van haciendo ejercicio de varios de los artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos,  cuyo reiterado incumplimiento por parte del gobierno cubano es la base de todos los cuestionamientos que se le hacen a ese gobierno, desde los cuestionamientos del gobierno de los Estados Unidos, hasta los del más pequeño de los grupos de disidentes en la isla.
Sigue usted su artículo haciendo más comparaciones: con el modelo chino, con lo ocurrido en el Medio Oriente recientemente… Comparaciones que me limito a mencionar, pues ya he establecido antes mi punto de vista al respecto. 
Y finaliza usted diciendo: “Los cubanos de afuera tenemos el deber, y la responsabilidad, de ayudar a los cubanos de adentro a que logren su libertad, no a que se conformen con concesiones económicas mínimas a cambio de más años de dictadura y represión.” 
Ese párrafo, Jaime, es lo más lamentable de su artículo. Y eso afirmo porque los cubanos “de afuera” tuvimos un deber que no cumplimos: el de quedarnos en la isla y pagar el precio de su libertad y en este apunto hago mía su cita martiana: “La libertad cuesta muy cara y es necesario conquistarla por la fuerza, o acostumbrarse a vivir sin ella”. 
Mi conclusión en ese sentido es que una gran parte de los cubanos “de afuera” no tenemos el derecho de decirle a los de la isla que hagan lo que nosotros no tuvimos valor de hacer. Y no tenemos ese derecho porque lo perdimos el día que salimos de ella. ¿Su conclusión? Esa se la dejo a usted Jaime. 
Pero para ayudarlo a discurrir, añado que los únicos “de afuera” que creo tienen ese derecho, son los que vinieron después de haber pagado el altísimo precio de la libertad. Los que lucharon allí y sufrieron largas penas de prisión como consecuencia de su lucha. Por ellos siento un profundo respeto y una gran admiración. 
A “los de afuera”, usted y yo incluidos, el deber que nos queda es tener el pudor de no pedirles nada a los cubanos de la isla, que no hayamos hecho nosotros mientras vivimos allí y abstenernos de hacer cualquier cosa que contribuya a hacer más grande su miseria. Ya tienen bastante. 
Y digo tener el pudor, pero debo añadir tener la responsabilidad de no alentar el uso de la violencia que llevaría aparejado un baño de sangre de proporciones incalculables. 
No sé usted Jaime, pero en el mundo entero vivimos cubanos que tenemos familiares y amigos en la isla y estoy seguro de que ninguno de nosotros desea que se produzca un holocausto en Cuba. 
Me despido pidiéndole a Dios que nos ilumine a los dos: a mí para encontrarle una justificación a su posición; a usted para que un día adquiera conciencia de cuán lamentable es su proceder. 
Atentamente,  

Profesor Humberto J. San Pedro

 C/c 
Señor Manny García, Director, El Nuevo Herald 
Señora Helen Aguirre, Editora, Diario Las Américas


















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