MARCOS ANTONIO RAMOS: ENRIQUE ROS Y ARIEL REMOS
Diario Las Americas
Publicado el 04-27-2013
Publicado el 04-27-2013
Enrique Ros y Ariel Remos
Sólo unos días separaron los fallecimientos de dos símbolos de la cultura y la amistad. Enrique Ros y Ariel Remos llenaron toda una era con sus contribuciones. Más o menos al mismo tiempo se anunció el próximo cierre de la Librería Universal, faro de cultura en el corazón de Miami. Se trata de temas ineludibles y de personas inolvidables.
Enrique Ros escribió alrededor de veinte libros sobre temas históricos. Después de una exitosa carrera profesional y como empresario pudo dedicarse a una vocación que sus amigos habíamos notado con claridad décadas atrás.
También fue mentor, maestro y consejero principal de su hija la congresista federal Ileana Ros-Lehtinen.
Me correspondió el privilegio de alentarle y de participar en algunos de sus esfuerzos pues escribí los prólogos de varios libros suyos y publiqué artículos sobre los otros. Uno de sus últimos trabajos: “Los dominicanos en la independencia de Cuba” fue una labor en que participé directamente como coautor.
Con el tiempo han ido partiendo los grandes historiadores que se han ocupado de temas cubanos. Esa larga fila se inició sobre todo con el obispo domínico cubano Pedro Agustín Morell de Santa Cruz en el siglo XVIII.
Los nombres son muy prestigiosos, entre ellos los de José Antonio Saco, Antonio Bachiller y Morales, Ramiro Guerra, Emilio Roig de Leuchsenring, Herminio Portéll Vilá, Emeterio Santovenia y otros.
En la despedida de duelo de Enrique no pude mencionar todos los nombres y fue imperdonable que no incluyera en esa ocasión al siempre recordado Leví Marrero, a quien llamé en un artículo “El Cuarto Descubridor de Cuba”, es decir, continuador de Cristóbal Colón, del Barón de Humboldt y de Fernando Ortiz, que han recibido el honroso título que le han concedido nuestros mejores eruditos.
No sólo puede hablarse del descubrimiento geográfico sino también del histórico y del cultural.
Es imposible descubrir realmente a Cuba sin el auxilio de la Geografía, pero tampoco es posible aproximarnos a su realidad sin la Historia, la Literatura y otras materias. Con “Cuba: Economía y Sociedad” en sus númerosos volúmenes y con sus textos de Geografía, Leví contribuyó a descubrir a Cuba ante un público universal y sólo la emoción y la tristeza de un duelo pudo hacer que olvidara mencionarle.
Enrique descubrió aspectos importantes del pasado y del presente. En el futuro será necesario acudir a sus textos sobre la historia del exilio cubano y la situación política de las últimas décadas, sin olvidar sus libros sobre la generación cubana de los años treinta y las guerras por la independencia nacional.
Y en frecuentes y largas conversaciones coincidimos siempre en la necesidad de señalar, como en efecto logró hacerlo, la contribución de dominicanos, venezolanos, puertorriqueños mexicanos, y otros americanos de Norte, Centro y Sudamérica al desarrollo histórico de la nación cubana.
A los pocos días de fallecer el historiador Ros perdimos también la presencia física entre nosotros del periodista, músico y ensayista Ariel Remos. Gran cronista del exilio, comentarista de la actualidad política, conocedor de nuestra cultura, Ariel fue, como lo había sido su padre, un hombre del Renacimiento.
La amistad con Juan J. Remos y su hijo Ariel fue un gran regalo que me hizo la vida. Recuerdo la emoción de Ariel cuando comenté con él la opinión de una escritora de las izquierdas, Loló de la Torriente, la cual, a pesar de la enorme distancia ideológica que les separaba, escribió palabras hermosas y exactas sobre el profesor y estadista Juan J. Remos, muchas de las cuales pueden aplicarse también a su hijo Ariel, cuyos artículos y reportajes leía en este diario.
Mucho antes de deteriorarse su salud, Ariel ya se había convertido en un ícono de los cubanos y de muchos hispanoamericanos, siguiendo la tradición de cultura y hombría de bien de su distinguido progenitor.
Según la ilustre escritora mencionada, en su libro de memorias “Testimonio desde dentro”, Juan J. Remos “…hacía interesantes sus lecciones por el lujo de los detalles. Conocía todas las aventuras de escritores y autores…lo intuía todo…Hacía de su cátedra un gran ritual. Era, en eso de mantener el estilo, un didacta de la antigüedad clásica…”.
Los párrafos que le dedica son demasiado largos como para reproducirlos en un artículo, pero no puedo dejar de citar lo siguiente, que no sólo retrata a su padre sino también al buen amigo Ariel: “…no quebrantaba jamás ni su elegancia ni su refinamiento…Todos lo querían…”
Y todos querían también a Enrique Ros. En su persona, como en las de Ariel y Juan J. Remos, se encarnaban la amistad y la fraternidad en sus más alto significados.
Tristemente, en esos mismos días se anunció el cierre de la Librería Universal, donde tantas veces nos reuníamos con otros amigos.
Juan Manuel Salvat y su familia contribuyeron a promover la cultura, no sólo en la librería sino también mediante Ediciones Universal, quizás la editorial que ha publicado el mayor número de títulos en español en territorio estadounidense.
Pero los buenos ejemplos permanecen en la memoria individual y colectiva. Recordaremos siempre a Enrique Ros, a Ariel Remos y a la Librería Universal. Somos muchos los que nos descubrimos con respeto ante tan imborrables recuerdos.
Enrique Ros escribió alrededor de veinte libros sobre temas históricos. Después de una exitosa carrera profesional y como empresario pudo dedicarse a una vocación que sus amigos habíamos notado con claridad décadas atrás.
También fue mentor, maestro y consejero principal de su hija la congresista federal Ileana Ros-Lehtinen.
Me correspondió el privilegio de alentarle y de participar en algunos de sus esfuerzos pues escribí los prólogos de varios libros suyos y publiqué artículos sobre los otros. Uno de sus últimos trabajos: “Los dominicanos en la independencia de Cuba” fue una labor en que participé directamente como coautor.
Con el tiempo han ido partiendo los grandes historiadores que se han ocupado de temas cubanos. Esa larga fila se inició sobre todo con el obispo domínico cubano Pedro Agustín Morell de Santa Cruz en el siglo XVIII.
Los nombres son muy prestigiosos, entre ellos los de José Antonio Saco, Antonio Bachiller y Morales, Ramiro Guerra, Emilio Roig de Leuchsenring, Herminio Portéll Vilá, Emeterio Santovenia y otros.
En la despedida de duelo de Enrique no pude mencionar todos los nombres y fue imperdonable que no incluyera en esa ocasión al siempre recordado Leví Marrero, a quien llamé en un artículo “El Cuarto Descubridor de Cuba”, es decir, continuador de Cristóbal Colón, del Barón de Humboldt y de Fernando Ortiz, que han recibido el honroso título que le han concedido nuestros mejores eruditos.
No sólo puede hablarse del descubrimiento geográfico sino también del histórico y del cultural.
Es imposible descubrir realmente a Cuba sin el auxilio de la Geografía, pero tampoco es posible aproximarnos a su realidad sin la Historia, la Literatura y otras materias. Con “Cuba: Economía y Sociedad” en sus númerosos volúmenes y con sus textos de Geografía, Leví contribuyó a descubrir a Cuba ante un público universal y sólo la emoción y la tristeza de un duelo pudo hacer que olvidara mencionarle.
Enrique descubrió aspectos importantes del pasado y del presente. En el futuro será necesario acudir a sus textos sobre la historia del exilio cubano y la situación política de las últimas décadas, sin olvidar sus libros sobre la generación cubana de los años treinta y las guerras por la independencia nacional.
Y en frecuentes y largas conversaciones coincidimos siempre en la necesidad de señalar, como en efecto logró hacerlo, la contribución de dominicanos, venezolanos, puertorriqueños mexicanos, y otros americanos de Norte, Centro y Sudamérica al desarrollo histórico de la nación cubana.
A los pocos días de fallecer el historiador Ros perdimos también la presencia física entre nosotros del periodista, músico y ensayista Ariel Remos. Gran cronista del exilio, comentarista de la actualidad política, conocedor de nuestra cultura, Ariel fue, como lo había sido su padre, un hombre del Renacimiento.
La amistad con Juan J. Remos y su hijo Ariel fue un gran regalo que me hizo la vida. Recuerdo la emoción de Ariel cuando comenté con él la opinión de una escritora de las izquierdas, Loló de la Torriente, la cual, a pesar de la enorme distancia ideológica que les separaba, escribió palabras hermosas y exactas sobre el profesor y estadista Juan J. Remos, muchas de las cuales pueden aplicarse también a su hijo Ariel, cuyos artículos y reportajes leía en este diario.
Mucho antes de deteriorarse su salud, Ariel ya se había convertido en un ícono de los cubanos y de muchos hispanoamericanos, siguiendo la tradición de cultura y hombría de bien de su distinguido progenitor.
Según la ilustre escritora mencionada, en su libro de memorias “Testimonio desde dentro”, Juan J. Remos “…hacía interesantes sus lecciones por el lujo de los detalles. Conocía todas las aventuras de escritores y autores…lo intuía todo…Hacía de su cátedra un gran ritual. Era, en eso de mantener el estilo, un didacta de la antigüedad clásica…”.
Los párrafos que le dedica son demasiado largos como para reproducirlos en un artículo, pero no puedo dejar de citar lo siguiente, que no sólo retrata a su padre sino también al buen amigo Ariel: “…no quebrantaba jamás ni su elegancia ni su refinamiento…Todos lo querían…”
Y todos querían también a Enrique Ros. En su persona, como en las de Ariel y Juan J. Remos, se encarnaban la amistad y la fraternidad en sus más alto significados.
Tristemente, en esos mismos días se anunció el cierre de la Librería Universal, donde tantas veces nos reuníamos con otros amigos.
Juan Manuel Salvat y su familia contribuyeron a promover la cultura, no sólo en la librería sino también mediante Ediciones Universal, quizás la editorial que ha publicado el mayor número de títulos en español en territorio estadounidense.
Pero los buenos ejemplos permanecen en la memoria individual y colectiva. Recordaremos siempre a Enrique Ros, a Ariel Remos y a la Librería Universal. Somos muchos los que nos descubrimos con respeto ante tan imborrables recuerdos.
Comentarios
Publicar un comentario