Ante un año lleno de incognitas
Dr. Marcos A Ramos |
El tan mencionado 2012 ha llegado. La Divina Providencia me
ha concedido ver otro año, lo cual casi es suficiente para los que ya no somos
jóvenes. Varios amigos en los medios de comunicación me expresaron en los
últimos días del 2011 que por lo menos el nuevo año estará cargado de noticias,
lo cual significa mucho para quienes trabajan la noticia, lo cual constituye un
honroso medio de vida. Otros prefieren referirse, sin muchos detalles, a las
incógnitas que presenta el nuevo año. Al comparecer ante el 2012, esa
combinación de noticias que se aguardan y de acontecimientos difíciles o
imposibles de anticipar adecuadamente me hace regresar a lo interesante que nos
aguarda y a las sorpresas que nos esperan.
Temas que prevalecen son los relacionados con la economía y la política. Es curioso que algunos amigos parecen disfrutar o aceptar tranquilamente, de manera algo misteriosa, cualquier señal negativa en el campo económico con tal de que no se produzca la reelección del actual ocupante de la Casa Blanca. A veces esto me parece increíble, pero resulta “literalmente cierto.” No me ha extrañado nunca que el sector oficioso u oficialista celebre jubiloso cualquier cifra que indique alza en la bolsa de valores o una mínima disminución del número de desempleados.
Los que con el tiempo nos hemos convertido en algo así como miembros del partido de la columna en blanco no podemos dejar de sentirnos tentados, tanto en un caso como en el otro, a imitar a aquel “espíritu burlón” que entre las sombras: “…se reía, se reía…” Y digo simplemente tentados porque es un asunto demasiado serio como para reírse. Los problemas son reales y el país se ha dividido quizás como nunca antes y eso no debe ser causa de risa o de alegría sino todo lo contrario.
Temas que prevalecen son los relacionados con la economía y la política. Es curioso que algunos amigos parecen disfrutar o aceptar tranquilamente, de manera algo misteriosa, cualquier señal negativa en el campo económico con tal de que no se produzca la reelección del actual ocupante de la Casa Blanca. A veces esto me parece increíble, pero resulta “literalmente cierto.” No me ha extrañado nunca que el sector oficioso u oficialista celebre jubiloso cualquier cifra que indique alza en la bolsa de valores o una mínima disminución del número de desempleados.
Los que con el tiempo nos hemos convertido en algo así como miembros del partido de la columna en blanco no podemos dejar de sentirnos tentados, tanto en un caso como en el otro, a imitar a aquel “espíritu burlón” que entre las sombras: “…se reía, se reía…” Y digo simplemente tentados porque es un asunto demasiado serio como para reírse. Los problemas son reales y el país se ha dividido quizás como nunca antes y eso no debe ser causa de risa o de alegría sino todo lo contrario.
Por ejemplo, hace cuatro años, se manifestaban prejuicios raciales en muchas conversaciones. Eso parece ser parte de la condición humana y es imposible eliminarlo del todo. Por otra parte era incorrecto calificar de racistas a los que por otros motivos se oponían a la elección de un determinado presidente de raza de color.
Pero ahora se manifiestan también viejos prejuicios en materia de religión, lo cual es igualmente peligroso y contribuye a dividir. Proclamar que únicamente un protestante liberal, “mainstream” en teología o del ala evangélica conservadora del protestantismo; o un católico “progresista” o tradicionalista, puede ocupar dignamente la Presidencia constituiría una pésima señal para el futuro de una sociedad pluralista como ésta, lo mismo si ese mensaje es lanzado por liberales o por conservadores, por republicanos, demócratas o independientes.
Y volvemos al calendario y a la cronología. Vivimos en el año 2012 y no en tiempos de la Reforma del siglo XVI, tampoco en la era de la teología escolástica medieval o en lo que algunos llaman Edades Oscuras (“Dark Ages”). Bastante tenemos con el revivido y milenario conflicto entre cristianos e islámicos, para crear ahora un muro de separación entre cristianos que aceptamos el Credo Niceno Constantinopolitano, común a católicos, protestantes y ortodoxos orientales, de un lado; y religiosos que afirman ser cristianos aunque sin aceptar ese documento u otros posteriores como los artículos del Concilio de Trento o la Confesión de Westminster, por el otro.
Al enfrentarme al 2012, sin renunciar a convicciones religiosas, muy diferentes a las de los mormones, dejo bien claro que no me opongo a que un mormón aspire a la Presidencia de Estados Unidos. Lo mismo hice de adolescente cuando algunos amigos se oponían a la elección de un católico como presidente. Hay razones para votar a favor o en contra de un candidato, pero no apelar a tácticas divisionistas y de mal gusto. Conozco personas honorables que votaron contra el hoy presidente por razones respetables y nada racistas. Tampoco estaba obligado un protestante a votar por Kennedy.
Pero los peligros son muchos, las incógnitas muy grandes. No se sabe todavía siquiera quién será el candidato republicano en el 2012. Mucho menos se conoce si Nicolás Sarkozy podrá ser reelegido como presidente o si la Canciller Angela Merkel triunfará en su propósito de salvar la Unión Europea. El nuevo presidente español don Mariano Rajoy señaló que sus únicos enemigos eran “el paro y el déficit” en su país y nadie puede tener seguridad acerca de si podrá vencerlos o no, tarea gigantesca, casi olímpica, que enfrenta el ilustre mandatario.
La incógnita final del 2011, heredada por el 2012, es lo que sucederá en Corea del Norte con el nuevo miembro de la dinastía fundada mucho más de medio siglo atrás por Kim Il Sung. Sobre el viaje del Pontífice Romano a Cuba sólo puede asegurarse que convocaría a cientos de miles de cubanos. Más complicado todavía sería el asunto de la relación entre chiítas y sunnitas en Irak ya que el actual gobernante del milenario país parece inclinado a hacer prevalecer a los primeros, como es el caso del vecino Irán, aunque con metodologías diferentes, al menos en algunos aspectos.
Parece ahora que los partidarios del derrocamiento de Saddam Hussein no pudieron predecir, o no quisieron hacerlo, que la población cristiana de Irak se vería diezmada, además de discriminada y hostilizada, después de la salida del famoso y terrible dictador iraquí. Tendrían quizás sus razones, pero cualquier estudioso o persona medianamente conocedora de la sociología de la religión pudo haberlo advertido sin mayor dificultad. A los que intentamos hacerlo no nos dedicaron la más mínima atención.
Y en futuras semanas habrá que escribir sobre las elecciones de Venezuela, aunque no sería un gran mérito periodístico el anticipar que el proceso será manipulado con el nuevo estilo, el de la Nicaragua sandinista. Mientras se discuten temas presuntamente “importantes”, como si el nuevo presidente estadounidense es mormón, protestante o católico y se debate acerca de si se producirá o no lo que, según muchos, sería el fin del mundo de acuerdo a profecías mayas, la incertidumbre, como generalmente sucede, prevalecerá este año.
Y seguiremos escuchando a expertos electorales, analistas económicos, observadores internacionales, así como a los que disfrutan dando malas noticias, los que esperan una nueva depresión como la de los años treinta, los que anuncian una milagrosa recuperación económica antes de las elecciones, los que anhelan candidatos “con carisma” y todo lo demás, sin olvidar a los que temen el control mundial por una organización ya no demasiado secreta, o por los “indignados”. Hasta este viejo columnista será algo culpable de algo de eso y se arriesgará también, pero cree que hay algo mucho más importante y útil.
Es tiempo de darnos la mano, ser más caritativos, pedir a Dios que tenga misericordia de este pobre mundo, de evitar más divisiones de las que tenemos ya, de respetar las opiniones ajenas, de no enviar correos electrónicos ofensivos, y de muchas otras cosas. Y para ser positivos: “Feliz y Próspero 2012”. Eso sí, para todos.
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