MARCOS ANTONIO RAMOS-VENEZUELA: LA FUERZA DE LA HISTORIA



Diario Las Americas 
Publicado el 03-16-2013

Venezuela: la fuerza de la historia
POR MARCOS ANTONIO RAMOS

La historia no se repite, pero la condición humana es la misma. El pensamiento es de Ramón Menéndez y Pidal, el gran historiador español. Pero, aun sin que se repitan los acontecimientos, la fuerza de lo sucedido en el pasado puede repercutir en períodos posteriores. En la América española, así cómo en otras geografías, han abundado las restricciones a la libertad. Aún gobiernos glorificados como “revolucionarios” o producto de elecciones aceptables han restringido la libertad de expresión, ilegalizado partidos políticos, clausurado periódicos y horas de radio o televisión y encarcelado a sus adversarios por motivos que van de lo sublime a lo ridículo. Las noticias que llegan de Venezuela nos hacen recordar otros períodos en la historia de esa gran nación y de otros países hermanos.

La fuerza de la historia se deja sentir en nuestro propio tiempo. El 18 de octubre de 1945 se produjo un golpe de estado que sacó del poder al general Isaías Medina Angarita, que se caracterizó por llevar a cabo una verdadera transición a la libertad, iniciada en parte por el general Eleazar López Contreras después de la muerte del general Juan Vicente Gómez. El presidente Medina logró algo que se consideraba extraordinario en su tiempo. Acerca de su gestión escribió el notable historiador venezolano Guillermo Morón: “…ni un exiliado, ni un preso político, ni una persecución, ningún temor o zozobra. Fue el gran tiempo de la libertad”. El doctor Morón confirmaba así las palabras del propio Medina en un mensaje al Congreso “…no hay en este momento ningún venezolano que esté fuera del territorio patrio o que no pueda regresar a él por efecto o terror de medidas represivas; que en el período no ha habido ni un solo detenido político y que en ningún corazón venezolano hay miedo o zozobra por posibles arbitrariedades del ejecutivo…”

Los civiles que derrocaron a Medina, entre ellos Rómulo Betancourt, presidente de una Junta Revolucionaria o “Gobierno Revolucionario Provisional”, tendrían pronto que salir del poder, desalojados por los mismos golpistas que pusieron punto final al gobierno de Medina. La conspiración militarista tenía sus raíces en las “logias” de grupos de oficiales que aspiraban a intervenir en la política y que, surgiendo de la Argentina que había gobernado Juan Perón, se extendieron a Bolivia, Ecuador, Perú, etc. Ahora bien, en la Venezuela de 1948, un gobierno elegido reemplazó la provisionalidad y el ilustrísimo escritor Rómulo Gallegos asumió el poder en febrero de ese año sólo para ser derrocado en noviembre por otra Junta Militar. Tanto Gallegos como Betancourt tendrían que exilarse. El mismo destino del presidente Medina y de figuras tan extraordinarias como su gran colaborador, erudito y escritor incomparable Arturo Uslar Pietri, y otros a quienes Betancourt y su Junta desterraron después de un juicio sin derecho a apelación. Claro que Betancourt sería después un símbolo de democratización, elegido democráticamente después de la caída en 1958 del régimen militar de Marcos Pérez Jiménez, a quien pueden reconocérsele, sin embargo, grandes obras públicas y un apreciable desarrollo en ciertos aspectos. Y Betancourt fue un hombre con muchos méritos, pero la historia no puede borrarse, como tampoco es posible evitar sus consecuencias a corto, mediano o largo plazo.

El bravo pueblo venezolano tiene que sufrir ahora situaciones quizás algo parecidas a las del pasado. Por ejemplo, de la misma manera que se convocó a un plebiscito manipulado para “elegir” a Pérez Jiménez después de la victoria de Jóvito Villalba en 1952, arbitrariamente anulada por el régimen militar, se habla ahora de otro plebiscito, pero para colocar en el Panteón Nacional, junto a Simón Bolívar, el cadáver del coronel Hugo Chávez. Como en las eras de Chávez y de Pérez Jiménez, se regresaría con el presidente Nicolás Maduro al gobierno por plebiscito. Desde hace catorce años, aunque con nuevas etiquetas, retornó la era de los gobiernos militares, ocasionalmente presididos por un civil como sucedió alguna vez en la era de Juan Vicente Gómez y después del derrocamiento de Medina.

Los pueblos parecen tener mala memoria. En mi tierra natal sólo se habla, al mencionar la gestión del doctor Alfredo Zayas, de la corrupción administrativa, que fue aumentada durante otras administraciones, algunas de ellas consideradas, con cierta razón, como democráticas y ejemplo de la “gloriosa” izquierda democrática. Pero fue sólo de 1921 a 1925 cuando ni un solo cubano era preso político o exiliado, no se clausuró ninguna hora radial ni se cerró siquiera por unos días un periódico, no se ilegalizó un partido ni se interfirió con los sindicatos. Tampoco se tomaron medidas contra los que insultaban de la forma más soez al doctor Zayas. Fue entonces cuando se escuchó la voz del mandatario, que no era un modelo de virtudes, pero creía en la libertad plena y no acudía a la violencia sino que utilizaba magistralmente la ironía en sus discursos: “ahora me tiran piedras, después me traerán flores”.

Es triste que los venezolanos no tengan en el futuro inmediato ni siquiera un canal de televisión con plena libertad. En esa querida nación, como en otras tierras americanas, se sigue sintiendo, casi inexorablemente, la fuerza de la historia. 




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