MARCOS ANTONIO RAMOS: ANTE LOS CAMBIOS QUE VENDRAN
Publicado el 03-02-2013
Recuerdo, de “Il Gattopardo”, novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, aquello de que las cosas debían cambiar para poder seguir como estaban.
Ante los cambios que vendrán
POR MARCOS ANTONIO RAMOS
En Italia, el resultado de los comicios es demasiado incierto como para poder analizar la composición del nuevo gobierno. Después de años de la conducta algo folclórica del ex primer ministro Silvio Berlusconi, ha surgido un político, Beppe Grillo, cómico de profesión, que ha atraído la cuarta parte de los votos, mientras Berlusconi estuvo a punto de superar en votación al candidato que quedó en primer lugar, el ex comunista Pier Luigi Bersani del sector de centro izquierda. El primer ministro saliente Mario Monti no logró obtener el 10 por ciento de la votación. Si lo que se desea en Italia son cambios, como todo parece indicar, nadie puede asegurar en qué forma se producirían.
Recuerdo, de “Il Gattopardo”, novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, aquello de que las cosas debían cambiar para poder seguir como estaban. Era una crónica de ruptura de tradiciones y cambios en la sociedad siciliana durante el “Risorgimento” italiano del siglo XIX. En aquella época, ni siquiera la Iglesia pudo evitar estremecerse ante un nuevo entorno político. El Pontificado perdió el control territorial sobre la ciudad de Roma; Italia quedó finalmente unificada bajo el reinado de Vittorio Emanuele II y S. S. Pio IX se proclamó “prisionero en el Vaticano”, pero la Iglesia no cambió su estilo de hacer las cosas. Curiosamente, Pier Luigi Bersani obtuvo su doctorado con una tesis sobre “San Gregorio Magno” uno de los pontífices (no el único) que en el Medioevo dio forma al Papado tal y como lo conocemos hoy. Antes de discutir los cambios que pudieran producirse en el Vaticano o en el Palacio del Quirinal, en la Iglesia o en el Estado, será necesario no sólo esperar sino reconocer que aunque la incertidumbre parezca reinar, los cambios pudieran no ser demasiado grandes o dramáticos como algunos anhelan.
Si el tema es algún posible cambio en Italia o el Vaticano, puede hacerse resaltar también que las designaciones anunciadas por la Asamblea Nacional de Cuba han atraído atención. Debe aclararse que el nuevo Presidente de la Asamblea Nacional no es la primera persona de color en presidir el Parlamento en Cuba. El primero fue Martín Morúa Delgado, presidente del Senado en 1909. En cuanto a otros cambios en Cuba, más que expertos en historia del cristianismo como lo es el propio Bersani, sería quizás necesario acudir a los marxólogos sobrevivientes, los especialistas en marxismo. Si prescindimos del aspecto caudillista o militarista que pudiera estar prevaleciendo, al Partido Comunista de Cuba (PCC) y no a la Asamblea Nacional le corresponde, según la Constitución vigente, determinar la política del Estado y el Gobierno. En cuyo caso, sería necesario esperar por un Congreso del PCC. Y aún si nos atenemos a los titulares de prensa sobre un futuro sucesor, el nuevo primer vicepresidente Miguel Díaz Canel tendría que ser designado en ese momento como Primer Secretario del PCC para ejercer plenamente el poder.
En el entorno del llamado “centralismo democrático”, la figura más importante es el Primer Secretario del Partido Comunista. Ese título puede variar según el caso. En la China Popular, Mao Tse-tung ocupó por décadas un cargo equivalente mientras Chou En-lai era primer ministro e iban turnándose los presidentes o Jefes de Estado. Entre estos estuvo Liu Chao Chi. En aquellos días a nadie se le ocurría afirmar que Chou En-lai o Liu Chao Chi eran las principales figuras o que sus sucesores en sus cargos serían los verdaderos “ocupantes del poder”. Curiosamente, a José Stalin no se le ocurrió ser Primer Ministro hasta que pensó en reunirse con Jefes de Estado y Gobierno estadounidenses y británicos durante la Segunda Guerra Mundial y la posguerra. No se olviden las reuniones en Teherán, Yalta y Potsdam. A Stalin le convenía ostentar un rango comparable, en la jerga de relaciones internacionales, a los de Roosevelt, Truman, Churchill o Attlee. Pocos recuerdan que Mikhail Kalinin encabezaba el Presidium del Soviet Supremo, título bastante impresionante para un Jefe de Estado. El premierato, que ocupó Vyacheslav Molotov, quien también fue ministro de Exteriores, se identificaba con el título de Presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo, luego Consejo de Ministros. El Secretario General del Partido, y verdadero gobernante de la URSS, siguió siendo, hasta su muerte, el ex seminarista ortodoxo José Stalin.
Dentro de cinco años, según el nuevo proyecto de reelección limitada presentado a la Asamblea Nacional en La Habana, habrá un nuevo Presidente en Cuba, pero no sabemos si el Primer Secretario sería necesariamente ese mismo Presidente. Ni tampoco conocemos si los cambios serán lo suficientemente dramáticos como para alterar significativamente el rumbo de la historia en el país. Tampoco puede asegurarse algo que no sea producto de un intento de análisis o de una simple especulación acerca de cambios en el gobierno italiano o en la dirección de la Iglesia.
Salvando las distancias, hablar de cambios en Italia, el Vaticano o Cuba tiene sentido, pero aproximarnos a lo que significarían realmente sería harina de otro costal. Así las cosas, las personas pueden sustituirse y los cambios quizás puedan predecirse, pero también pudieran contribuir a que todo permanezca igual, al menos en lo fundamental.
Recuerdo, de “Il Gattopardo”, novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, aquello de que las cosas debían cambiar para poder seguir como estaban. Era una crónica de ruptura de tradiciones y cambios en la sociedad siciliana durante el “Risorgimento” italiano del siglo XIX. En aquella época, ni siquiera la Iglesia pudo evitar estremecerse ante un nuevo entorno político. El Pontificado perdió el control territorial sobre la ciudad de Roma; Italia quedó finalmente unificada bajo el reinado de Vittorio Emanuele II y S. S. Pio IX se proclamó “prisionero en el Vaticano”, pero la Iglesia no cambió su estilo de hacer las cosas. Curiosamente, Pier Luigi Bersani obtuvo su doctorado con una tesis sobre “San Gregorio Magno” uno de los pontífices (no el único) que en el Medioevo dio forma al Papado tal y como lo conocemos hoy. Antes de discutir los cambios que pudieran producirse en el Vaticano o en el Palacio del Quirinal, en la Iglesia o en el Estado, será necesario no sólo esperar sino reconocer que aunque la incertidumbre parezca reinar, los cambios pudieran no ser demasiado grandes o dramáticos como algunos anhelan.
Si el tema es algún posible cambio en Italia o el Vaticano, puede hacerse resaltar también que las designaciones anunciadas por la Asamblea Nacional de Cuba han atraído atención. Debe aclararse que el nuevo Presidente de la Asamblea Nacional no es la primera persona de color en presidir el Parlamento en Cuba. El primero fue Martín Morúa Delgado, presidente del Senado en 1909. En cuanto a otros cambios en Cuba, más que expertos en historia del cristianismo como lo es el propio Bersani, sería quizás necesario acudir a los marxólogos sobrevivientes, los especialistas en marxismo. Si prescindimos del aspecto caudillista o militarista que pudiera estar prevaleciendo, al Partido Comunista de Cuba (PCC) y no a la Asamblea Nacional le corresponde, según la Constitución vigente, determinar la política del Estado y el Gobierno. En cuyo caso, sería necesario esperar por un Congreso del PCC. Y aún si nos atenemos a los titulares de prensa sobre un futuro sucesor, el nuevo primer vicepresidente Miguel Díaz Canel tendría que ser designado en ese momento como Primer Secretario del PCC para ejercer plenamente el poder.
En el entorno del llamado “centralismo democrático”, la figura más importante es el Primer Secretario del Partido Comunista. Ese título puede variar según el caso. En la China Popular, Mao Tse-tung ocupó por décadas un cargo equivalente mientras Chou En-lai era primer ministro e iban turnándose los presidentes o Jefes de Estado. Entre estos estuvo Liu Chao Chi. En aquellos días a nadie se le ocurría afirmar que Chou En-lai o Liu Chao Chi eran las principales figuras o que sus sucesores en sus cargos serían los verdaderos “ocupantes del poder”. Curiosamente, a José Stalin no se le ocurrió ser Primer Ministro hasta que pensó en reunirse con Jefes de Estado y Gobierno estadounidenses y británicos durante la Segunda Guerra Mundial y la posguerra. No se olviden las reuniones en Teherán, Yalta y Potsdam. A Stalin le convenía ostentar un rango comparable, en la jerga de relaciones internacionales, a los de Roosevelt, Truman, Churchill o Attlee. Pocos recuerdan que Mikhail Kalinin encabezaba el Presidium del Soviet Supremo, título bastante impresionante para un Jefe de Estado. El premierato, que ocupó Vyacheslav Molotov, quien también fue ministro de Exteriores, se identificaba con el título de Presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo, luego Consejo de Ministros. El Secretario General del Partido, y verdadero gobernante de la URSS, siguió siendo, hasta su muerte, el ex seminarista ortodoxo José Stalin.
Dentro de cinco años, según el nuevo proyecto de reelección limitada presentado a la Asamblea Nacional en La Habana, habrá un nuevo Presidente en Cuba, pero no sabemos si el Primer Secretario sería necesariamente ese mismo Presidente. Ni tampoco conocemos si los cambios serán lo suficientemente dramáticos como para alterar significativamente el rumbo de la historia en el país. Tampoco puede asegurarse algo que no sea producto de un intento de análisis o de una simple especulación acerca de cambios en el gobierno italiano o en la dirección de la Iglesia.
Salvando las distancias, hablar de cambios en Italia, el Vaticano o Cuba tiene sentido, pero aproximarnos a lo que significarían realmente sería harina de otro costal. Así las cosas, las personas pueden sustituirse y los cambios quizás puedan predecirse, pero también pudieran contribuir a que todo permanezca igual, al menos en lo fundamental.
Comentarios
Publicar un comentario