MARCOS ANTONIO RAMOS: LAS ANDANZAS DE RAFAEL MARTORELL

Marcos Antonio Ramos

Las andanzas de Rafael Martorell


Los dominicanos siguen recorriendo el mundo y su presencia es cada día más visible en muchas ciudades y regiones. El libro “Maquito Cafemba y Sus Andanzas: Desde Ciudad Trujillo Hasta Vietnam” es uno de los mejores relatos sobre esos temas que he encontrado. De viajes y emigración se ha escrito mucho, pero Rafael A. Martorell, muy respetado en la comunidad de Miami y el sur de la Florida, me ha hecho revivir un largo período de historia contemporánea gracias a anécdotas y experiencias. La amena y minuciosa descripción que hace de su vieja ciudad natal y sus personajes me hace caminar por las calles del Santo Domingo de los años cincuenta o sesenta.
Muchos emigrados viven de los recuerdos de los sitios en que se criaron. Martorell vivió en la República Dominicana hasta los 18 o 19 años, pero como tantos otros compatriotas nunca salió espiritualmente del territorio nacional. En cierta forma, siempre ha estado presente allí.  Y ha sido compañero constante en actos, reuniones, festividades y duelos de los dominicanos de Miami y ciudades vecinas. Hemos intercambiado libros y aprendido de viejos maestros cargados de experiencias como don TIberio Castellanos. Reunirse con Rafael y Tiberio en cualquier lugar es regresar a Quisqueya.
Pues bien, “Maquito”, así le llamaba en su niñez un amigo a quien identifica en el libro como su padrino , nos regala el testimonio valiosísimo de una existencia en la cual la dominicanidad no se ha apagado con el tiempo o con la residencia en el extranjero sino que renace todos los días. Lo mismo cuando  Santo Domingo era llamada Ciudad Trujillo que en los difíciles momentos del combate en Vietnam o de la lucha por la vida en otras Antillas o como hispano en Nueva York. “Maquito” se vio obligado a cumplir con las leyes de Servicio Militar Obligatorio en EE.UU., y fue enviado a Vietnam en tiempo de guerra.
En la banda del sombrero llevaba un escudo dominicano de los que usan los militares en Quisqueya. Un oficial estadounidense le ordenó no usarlo. Después de negarse a obedecer, se vio involucrado en un incidente desagradable con aquel teniente. Un superior escuchó después la explicación ofrecida por el joven dominicano: “…mire Mayor, usted y yo estamos en este país…que no es nuestro país, peleando por su país, que no es mi país…y lo único que yo quiero es tener sobre mi cabeza el símbolo de mi país, porque si yo muero aquí…quiero que ese escudo esté sobre mi cabeza”.  El Mayor le dijo que se fuera a cumplir con su misión y olvidara el incidente. Hasta el día de hoy, el escudo dominicano aun está en la banda del sombrero de jungla que trajo consigo como recuerdo.
Leer el libro de “Maquito Cafemba” es aproximarse a los días de niñez y juventud de un compatriota que vivió brevemente en Haití, que recorrió los mismos caminos y enfrentó los mismos peligros en los días ya lejanos de la Era de Trujillo, del período siguiente y de la guerra civil de 1965. Es acercarse a un joven aspirante a periodista en los años sesenta y a un conocedor de la música dominicana y latinoamericana de la época. La vida diaria del dominicano de los años cincuenta y sesenta ha encontrado en Martorell a un gran expositor. Sobresale unl estilo simpatico en sus anécdotas que no ocultan nada. No es simple reinvención, como sucede con tantas autobiografías, es relato puro, desnudo, sin ocultamientos. Ojalá todos los que se propongan escribir acerca de su propia vida lo hagan con la sinceridad de Rafael Martorell.
Con el tiempo, “Maquito Cafemba”, ascendido a sargento y condecorado por sus servicios en las fuerzas armadas, obtuvo titulos académicos en universidades norteamericanas, ocupó cargos públicos. Ha cursado estudios de Periodismo y de especialista en Comunicación, Derecho Laboral, Administración Pública. Además de importantes responsabilidades en el Servicio Postal fue especialista en Diversidad  para la ciudad de Miami y Administrador Regional de Derechos Civiles en el Sureste de EE.UU.

Mi amigo Rafael Martorell, merece que se lean sus relatos. En un próximo viaje a Santo Domingo y Moca llevaré bastantes ejemplares de su libro y promoveré su lectura, tanto o más que la de mis propias obras. Sucede que “Maquito Cafemba”, en sus andanzas por el mundo, continúa mereciendo y exaltando el mayor título recibido, el de dominicano.

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