DE CUBA, IRMA Y EL GOBIERNO


Humberto J. San Pedro
Editor General
Ayer leí varias informaciones en las que se daba cuenta de una protesta en el municipio Diez de Octubre de la capital cubana que se produjo después de cinco días sin electricidad, ni agua tras el paso del Huracán Irma.
La protesta no fue reprimida.

Horas después del inicio de las manifestaciones, las autoridades enviaron equipos de trabajo y restablecieron la corriente y el abasto de agua. 
En entrevistas hechas a la población se expresaron opiniones coincidentes, que se resumen en una pregunta: ¿dónde está el gobierno?
El presidente Raúl Castro no ha aparecido en público. Se ha limitado a enviar un mensaje: “la Revolución no dejará a nadie desamparado y desde ya se toman medidas para que ninguna familia cubana quede abandonada a su suerte”.
Ha sido el vicepresidente Miguel Díaz-Canel quien ha dado la cara tres días después del paso del huracán. El martes visitó dos centrales termoeléctricas e instalaciones de la empresa de perforación y extracción de petróleo del Occidente. Esteban Lazo, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, recorrió –también el martes—la Vía Blanca para hacerse una idea de cómo son los socavones que dejó la tormenta. Pero de Raúl Castro ni rastro. 

Para los que hemos seguido atentamente la actuación de Raúl Castro desde su elección como presidente el 24 de febrero de 2008, en sustitución de su difunto hermano Fidel, su conducta no nos resulta extraña. Tampoco nos llama la atención que haya sido Miguel Díaz-Canel quien le dé el frente a la situación. Eso viene ocurriendo sistemáticamente desde el 24 de febrero de 2013, cuando Díaz-Canel fue elegido primer vicepresidente del Consejo de Estado. 
Miguel Díaz-Canel no fue elevado al rango de vicepresidente primero para eventualmente sustituir a Raúl Castro en la presidencia, que éste ha dicho que abandonará en 2018. Díaz-Canel fue elegido vicepresidente para maquillar la cara militar del gobierno y, sobre todo, para aliviar a Raúl del trabajo “de calle”, trabajo que, por una parte, a aquel no le gusta hacer y, por otra, no está en condiciones físicas de hacer. 
Ustedes dirán, y con razón, que la magnitud del desastre producido por el huracán Irma, más que justifica que Raúl Castro rompa con el mecanismo de trabajo que explicamos en los párrafos anteriores. 
¿Qué puede estar ocurriendo? A esta pregunta sólo se puede responder con especulaciones. Pero la realidad es que las críticas a la ausencia de las autoridades en las zonas dañadas crecen y hasta hay muchas personas, incluyendo a disidentes como Marta Beatriz Roque, que recuerdan con nostalgia al ya desaparecido Fidel Castro, quién en casos de desastres naturales siempre afrontaba personalmente la situación, aparecía en televisión dando orientaciones y recorría las zonas afectadas.
Dos cosas son de notar: 

1-     La población se ha atrevido a manifestarse y, a pesar de que se presentaron en el lugar de la protesta fuerzas policiales y miembros de las tropas especiales, no hubo represión, sino que por el contrario los problemas que causaron la protesta fueron resueltos en tiempo récord.

2-     Se extraña la figura de Fidel Castro.
La gravedad de la situación dejada por el huracán Irma es tal que la población, ante la ausencia de las autoridades y la falta de gestión alguna para revertir los daños, se ha visto compulsada a abandonar su comportamiento pasivo y a protestar. 
El gobierno, por su parte, se ha visto obligado a responder a las demandas de la población con inmediatez y sin reprimir a los manifestantes. Esto establece un precedente muy grave para el gobierno. Una vez que se abre una ventana, el control de la situación se escapa por ella.
Y si grave es lo apuntado en el párrafo anterior, mucho más lo es que se sienta la falta, nada más ni nada menos que, de la figura de Fidel Castro, figura que parecía olvidada desde hacía muchos años. El pueblo está indicando que necesita un líder que les de la seguridad que no les da Raúl Castro. La seguridad que sí les daba, nos guste o no, Fidel Castro. Ese líder no está a la vista. 
La población cubana muy bien pudiera estar haciendo la transición del estado de desesperanza e inacción, que ha prevalecido durante muchos años, a un estado de desesperación extrema, que los lleve a la acción. 
¿Y sí esto ocurre: qué hará el gobierno? ¿Desatará una represión violenta, que cause un enorme derramamiento de sangre? ¿De no hacerlo, que otra opción tiene?

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