MARCOS ANTONIO RAMOS: OTRO CAMINO HACIA LA GUERRA

OTRO CAMINO HACIA LA PAZ
Marcos Antonio Ramos
NUESTRA OPINIÓN - 3 de setiembre de 2013

De nuevo el contraste entre “La Guerra y la Paz” como en la novela de Tolstoi.  Celebrando a un mensajero de la paz mientras nos preparamos para la guerra. El contraste quizás no podía ser mayor. Muchos estadounidenses conmemoraban con reverencia los cincuenta años del histórico discurso en Washington “Yo tuve un sueño” del Reverendo Doctor Martin Luther King, un apóstol de la no violencia y de la paz, pero parecía escucharse, como cada cierto tiempo, el aparentemente inevitable sonido de los tambores de la guerra. Anunciando, al menos inicialmente, el nuevo estilo de “operaciones quirúrgicas” en los cuarteles o en los campos de batalla. Por modernos y avanzados que sean los métodos la población civil sería afectada.
En otras palabras, que muchos medios hablan de un ataque limitado de EE.UU., y sus aliados a las instalaciones militares del gobierno de Damasco, pero sin atreverse siquiera a “anticipar qué significa ese concepto”. Resulta que se hacían referencias a que el “mero lanzamiento de misiles de crucero” durante unos días enviaría un mensaje al régimen sirio mientras que una operación militar de mayor duración intensificaría la posibilidad de algo más que una guerra civil como la que se está produciendo en el antiquísimo país. El camino hacia la guerra entre naciones no era descartado por muchos observadores.
Pueden identificarse, hasta cierto punto, las señales que anuncian su llegada. Pero es difícil, a veces imposible, tener una idea clara o al menos aproximada de lo que sucedería después de iniciada la primera fase de un conflicto bélico. Han cambiado tantas cosas, entre ellas, como se ha dado a entender,  la forma en que se conducen los operaciones militares. En cualquier caso, la incertidumbre reina en cuanto a lo que pudiera acontecer después de la participación de EE.UU., y otros países en la guerra civil en Siria. Algunos consideran terminado o aliviado un conflicto después de unos días de bombardeo con el nuevo estilo de “operaciones quirúrgicas”, pero no siempre es así.
Como en anteriores casos, el de Irak fue uno de ellos, hay una discusión acerca de gestiones diplomáticas antes y después de las operaciones. El Parlamento de Londres advirtió que únicamente con un informe creíble por parte de los inspectores de Naciones Unidas el Gobierno de Su Majestad intervendría de alguna manera en Siria. Se ha dejado sentir, pues, el factor de las inspecciones por  los enviados de la comunidad internacional. Afortunadamente para el mundo occidental, y para Washington en particular, la formación de coaliciones con apoyo de algunos países islámicos permitiría justificar parcialmente ciertas acciones, aún con el probable veto de miembros del Consejo de Seguridad de la ONU que, como Rusia y China, pueden tener otros intereses. En el caso de Siria, EE.UU., y sus aliados deben tener en cuenta, como obstáculo para llevar a cabo sus planes, la oposición del poderoso gobierno de la Federación Rusa.
Más allá de otros contrastes, pudiera prevalecer, en una verdadera  y realista composición de lugar, el contraste entre la guerra, lo mismo si es de 6 días,  72 horas o años interminable, y los esfuerzos para resolver problemas por medios pacíficos. Claro que a veces las situaciones son tan diferentes, las unas de las otras, que no cabe una comparación real.  Una guerra entre naciones no es comparable a una guerra civil. Y mucho menos a una resistencia pacífica como la encabezada por un clérigo bautista como King. También las circunstancias, en uno u otro caso, pueden ser demasiado diferentes. En un periodo y con otro entorno, el pastor de Alabama pudo encabezar una lucha no violenta, entre otras muchas razones, porque no existía ya el entorno de la esclavitud. La guerra civil en Haití, primera rebelión con éxito para abolir la esclavitud, se desarrolló en un ambiente algo diferente al norteamericano, sobre todo porque había una revolución en Francia, con lo que eso significaba de falta de estabilidad en la metropolis y la necesidad que tenían los franceses de utilizar tropas en otras regiones.
La Guerra Civil  (1861-1865) llamada ahora Guerra entre los Estados, era inevitable en Norteamérica, pero en el pasado siglo XX existían factores favorables a la lucha pacífica del doctor King  y la Conferencia Cristiana del Sur. La sociedad había cambiado. Aun así se ejerció cierto grado de violencia por parte del establecimiento blanco conservador del sur, apoyado por algunos compatriotas de otras regiones.El histórico discurso del Reverendo King impulsó su movimiento y atrajo aún más apoyo del hasta entonces recibido. Al siguiente año se firmó la legislación de Derechos Civiles, seguida muy pronto de leyes adicionales sobre votación. Muy distintos son los discursos que hoy proclaman la guerra en nombre de la paz. A veces se trata de algo que no puede evitarse, pero las consecuencias deben ser tenidas en cuenta. En el caso de la lucha por los derechos civiles norteamericanos no había alternativa ni se predicaba la violencia como medio.
Retomando las situaciones de Irak y Siria, si se marcan las diferencias entre ellas la Guerra con Irak benefició a ciertos sectores petroleros, pero causó una grave crisis económica que todavía no ha terminado del todo. Entre las consecuencias de una guerra en Siria y regiones adyacentes estaría otra crisis financiera que no solo afectaría a Norteamérica sino a gran parte del mundo. Quizás el Presidente Barack Obama esté obligado a utilizar la fuerza, pero eso no salvaría necesariamente a los cristianos sirios de la probable persecución de los nuevos gobernantes musulmanes nada inclinados a la tolerancia religiosa que caracteriza a gobiernos secularistas como el actual. Sin los controles que se han impuesto en Siria, señales de tiranía horrenda, nadie lo niega, los cristianos quedarán, como en Irak, casi totalmente desamparados. Muy malo, brutal, el régimen de Damasco, pero no hay garantías de que los sirios lograrían con su derrocamiento disfrutar de un gobierno “moderado”. Ni tampoco existe seguridad alguna de que los sucesores del presente dictador impedirán la utilización de armas químicas y de terrorismo. Todo lo anterior sujeto a signos de interrogación.
Se pierde sin derrocar el regimen, se pierde al derrocarlo. En definitive, como decía mi padre “aquí nadie sabe nada”.  Por lo menos nadie conoce cuál es la mejor solución.Y aunque pertenezco a una confesión protestante acudo a una antigua oración de la hermosa liturgia latina:  “Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, miserere nobis. Agnus Dei qui tollis peccata mundi, dona nobis pacem”,

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