VICENTE ECHERRI | EL ULTIMO EVANGELISTA
23 de febrero de 2018 06:21 PM Actualizado 23 de febrero de 2018 06:25 PM Billy Graham, el predicador más conocido y emblemático del último siglo, acaba de morir, y con él mueren una vocación y un estilo: el del difusor del Evangelio a escala planetaria y masiva sin semejantes ni continuadores, salvos los llamados teleevangelistas, que son unas grotescas parodias. Graham parecía genuino, y lo era. Estos otros, melifluos y untuosos desde sus acristalados anfiteatros, parecen falsos, y lo son. Provenía de la entraña profunda del país: nacido en una granja de Carolina del Norte y criado en el ambiente de la sencillez, de la piedad y del trabajo que alguna vez definieran el carácter de Estados Unidos, frente a los bolsones de frivolidad, lujo y malicia de sus grandes ciudades. Era de origen campesino, como Jesús, de quien decidió ser discípulo y portavoz para, tomando a la letra la “gran comisión”, llevar el mensaje de su Maestro a todas las naciones. Lo motivaba la convicción de que l